Una revista científica destaca las graves consecuencias para la salud de las vacunas contra el ‘covid’

La revista científica Vaccine no es un medio de propaganda de esos antivacunas furiosos. Más bien al contrario. Así que el estudio que acaba de publicar esta misma semana sobre los efectos secundarios de las vacunas contra el “covid” es bastante sorprendente.

El estudio se llevó a cabo a una escala sin precedentes y estuvo coordinado por la Red Mundial de Datos sobre Vacunas. Los investigadores examinaron los datos de vacunación de 100 millones de personas en ocho países diferentes, incluidos Canadá, Argentina, Australia y varios países europeos, y afecta a las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca.

Los resultados ponen de relieve asociaciones preocupantes entre la administración de las vacunas y la aparición de problemas de salud graves. Entre ellos se incluyen la miocarditis, la parálisis de Bell, las convulsiones, la pericarditis y el síndrome de Guillain-Barré, cuyos efectos secundarios aparecen una media de 42 días después de la vacunación.

El estudio observa una mayor incidencia de miocarditis en personas que recibieron las vacunas de ARNm de Pfizer y Moderna, y un aumento de casos de pericarditis en quienes recibieron una tercera dosis de la vacuna de AstraZeneca. Además, se ha asociado con esta última vacuna un mayor riesgo de trombosis cerebral y síndrome de Guillain-Barré.

Alarmados por las consecuencias de las inoculaciones, los autores exigen más investigaciones para comprender completamente las consecuencias de las vacunas. Al mismo tiempo, tienen que pagar un peaje para quienes financiaron el estudio: el remedio no es peor que la enfermedad.

Para explicarlo, los “expertos” adoptan un lenguaje economicista y lo llaman “balance” entre el coste y el beneficio, que en el caso de las vacunas de ARNm contra el “covid” es positivo.

Es la típica ingeniería contable para engañar a los incautos: para que las vacunas tengan un balance positivo no se puede decir que el “covid” es un simple resfriado. Es imprescindible inflar el coste, o sea, exagerar la gravedad y las consecuencias de la infección, que es una de las notas distintivas que ha acompañado a la pandemia desde su mismo inicio.

Una vez pasada la ola de histeria, las publicaciones científicas ya no ocultan que las vacunas no son tan seguras como decían en 2021 y que los efectos secundarios no caen del cielo, ni se deben a una ola de calor, sino directamente a las inoculaciones.

Pero ahora ya nadie quiere recordar este tipo de asuntos fastidiosos que les lleva a un momento muy oscuro que preferirían olvidar. Esa amnesia se produce justo cuando la propaganda se ha acabado y la ciencia empieza a levantar la cabeza, aunque sea tímidamente.

(*) https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0264410X24001270?via%3Dihub

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