Redneck Revolt: un llamamiento a la lucha armada antifascista en Estados Unidos

Piquete armado ‘redneck’ tras una manifestación
Servando Rocha

Todos los que allí estaban lo vieron. El país entero también lo vio: grupos fuertemente armados con fusiles semiautomáticos AR-15, mayoritariamente formados por hombres, aunque también había varias mujeres, se presentaron en la protesta antirracista en Charlottesville. Encapuchados o con el rostro cubierto con pañuelos y fusil al hombro, se plantaron cara a cara frente a los fornidos grupos paramilitares fascistas, bandas del KKK y organizaciones neonazis que acudieron a la ciudad, en una protesta que terminó trágicamente.

Periódicos del Klan habían afirmado, días antes del fatídico 12 de agosto, que para ellos Charlottesville era la antesala de Auschwitz: “Next stop: Charlottesville. Final stop: Auschwitz”, afirmaron en un manifiesto. Captaron la atención de muchas cámaras de televisión y fueron fotografiados con carteles que rezaban “Defendiendo nuestras comunidades” o “Cuelga a tu miembro del Klan local”, entre otros. Los racistas, en un alarde de fuerza, no han dudado en pasearse y amenazar a negros y antirracistas con una potencia de fuego enorme y un gran conocimiento en tácticas militares. Ahora tienen un adversario importante. Fuego contra fuego. Son una fuerza armada que se suma a otras antifascistas y que se multiplican en distintos puntos de Estados Unidos, que está viviendo un crecimiento de grupos trotskistas, maoístas o de black power (autoproclamados “Nuevos Panteras Negras”) que defienden la autodefensa armada, la causa antifascista y el izquierdismo militante.

Redneck Revolt es un grupo muy organizado que tiene sus raíces en los años sesenta. En Chicago, a finales de los cincuenta y provenientes de los Apalaches, numerosas familias de clase trabajadora se asentaron en la ciudad. Los comienzos fueron durísimos. Explotados, convertidos en proletariados despreciados por patronos, policías y autoridades, decidieron organizarse, fundando grupos de autoayuda y denunciando un capitalismo salvaje que condenaba al hambre a la mayor parte de la clase trabajadora, blanca o negra. En sus barrios, en bares y fábricas, se mostraba la bandera sureña confederal. Para ellos no tenía un significado racista, ni mucho menos, sino un símbolo de pertenencia a un lugar y a unos orígenes de clase trabajadora en un país que amaban pero que ya no lo identificaban como suyo.

Fundaron organizaciones que abastecieron de comida a las familias más pobres y, con la llegada de los Panteras Negras, se aliaron con su activa organización de Illinois. Entonces se llamaban Young Patriots y lograron lo que a priori parecería imposible: unir la bandera sureña junto al puño negro, que los negros radicalizados aceptaron sin problema. Y no solo eso. Inspirados en el trabajo de los panteras en los guetos negros, los imitaron, reproduciendo sus grupos, centros comunitarios, guarderías, escuelas y hospitales autogestionados. Con el tiempo incluso trabajaron juntos en la Rainbow Coalition, que aglutinaba a rednecks, hillbillies, greasers y panteras, puertorriqueños e indios. Juntos formaron un frente común antifascista. Fascismo equivalía a decir AmeriKKKa.

En sus publicaciones y entrevistas reivindicaban el derecho a usar las armas tal y como lo estaban haciendo las comunidades negras. Para ellos era algo absolutamente normal. Desde pequeños, en sus lugares de origen, llevar y usar armas era algo natural. Se fotografiaron armados y publicaron llamamientos y manuales para el uso de armas cortas y largas, creando grupos de autodefensa en clubs de tiro autogestionados. Hablaban de lucha armada y de presos políticos, del movimiento indio que estaba siendo asediado y aniquilado y, por supuesto, de sus camaradas panteras. Además de todo eso, motos, rock and roll y amor libre.

Esto sucedió hace cuarenta años. En 2009, este legado resucitó en Kansas bajo el nombre de Redneck Revolt, que surgió alrededor del John Brown Gun Club, un club de tiro integrado por izquierdistas blancos de clase trabajadora.

Desde entonces no ha parado de crecer. Sus miembros son tanto hombres como mujeres y se han unido al movimiento Black Lives Matter, que denuncia la brutalidad policial y los crímenes racistas que se reproducen con gran frecuencia por todo el país. Charlottesville fue un punto más en una serie de protestas por todo el país donde sus miembros han acudido armados bajo el lema “Consigue que los racistas vuelvan a sentir miedo”, junto a grupos hermanos como el Socialist Rifle Club. Fueron vistos en Sacramento, Berkeley, Portland, Oregon, Pikesville o Kentucky.

La situación es explosiva. Varios signos apuntan a una criminalización y persecución policial contra los “rednecks” revolucionarios. Donald Trump, tras los choques en Charlottesville, puso el punto de mira en ellos, afirmando que condenaba “la violencia de ambos dos bandos”, y refiriéndose por vez primera a un movimiento que calificó de “antifascista” y que, según él, eran profesionales de la violencia.

Redneck Revolt, junto a grupos anarquistas, es uno de los grupos más activos y, quizás, más espectaculares. Antes de Charlottesville lanzaron un panfleto titulado “Un llamamiento a las armas”, que aquel trágico día no sonaron pero siguen preparadas, listas para defender a la “verdadera” clase trabajadora del país. Los “rednecks” aseguran no tener miedo y hacer frente al KKK por cualquier medio que sea necesario.

http://www.agenteprovocador.es/publicaciones/los-rednecks-revolucionarios-apuntan-sus-armas-contra-donald-trump-y-el-kkk

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