En Alemania, recuperar alimentos caducados de los contenedores de los supermercados tiene un nombre, “containern”, y se considera un robo, a pesar de que los alimentos hayan sido desechados -en su mayoría- por haber caducado sus fechas de consumo. Cada año se tiran en Alemania 11 millones de toneladas de alimentos.
El gobierno de Olaf Scholz estudia poner fin a esta forma de represión para paliar el hambre de una manera discreta. Un estudio empírico estadounidense realizado por Nicole Eikenberry y Chery Smith descubrió en 2005 que casi el 20 por cien de las 396 personas a las que les preguntaron por sus hábitos alimentarios ya había comido alimentos del cubo de la basura en algún momento de su vida. El motivo más común en las zonas urbanas era el hambre.
Antiguamente en España algunas de estas prácticas se calificaban como “hurto famélico” y eran delito, como su propio nombre indica.
Pero hay quien convierte la necesidad en virtud y doctrina política. Consideran la rebusca en los basureros como una forma de “luchar” contra el despilfarro alimentario. Lo llaman “freeganismo” y lo hacen pasar como un rechazo del consumismo y un boicot a la llamada sociedad de usar y tirar.
Los centros comerciales alemanes se oponen a despenalizar la rebusca que, en caso de que el contenedor esté protegido por alguna valla, se transforma en un robo con fuerza en las cosas, que está penalizado con penas graves.
El motivo de la oposición es que reduciría las ventas. Los más pobres sustituirían algunas compras por los hallazgos en los contenedores.
En todos los países capitalistas, la rebusca va en aumento, en paralelo al hambre y la pobreza. Se ha convertido en un espectáculo cotidiano ver a las personas hurgando en las papeleras, contenedores y basureros.
Sólo en Madrid hay 3.000 personas viviendo en la calle, los bancos de alimentos ofrecen comida a 170.000 personas y hay más de un millón de “pobres de solemnidad”, como se decía antes. Además, acudir a un comedor público es un acto vergonzante, mientras que la rebusca es más discreta: espera a que caiga la noche para recorrer las calles para encontrar alguna basura apetecible.
En Alemania, la penalización de la apropiación de objetos sin valor es un signo característico del capitalismo: la propiedad privada no desaparece porque el objeto no tenga precio ni valor económico alguno, ni tampoco porque haya sido abandonado. Un objeto siempre tiene que tener un propietario.
Comer basura es un delito y a medida que aumente el número de “delincuentes” aparecerán alergias y toda clase de enfermedades y epidemias que los “expertos” atribuirán a algún virus de nombre extraño.