La purga en la casa real saudí conduce a la guerra en Oriente Medio

La extensa purga emprendida por el príncipe Mohamed Bin Salman entre la realeza saudí es “el preludio de algo más grande”, asegura Abdel Bari Atwan en un artículo cuyo título es aún más descriptivo: “Al borde de la guerra”, bien entedido que el autor se refiere a una guerra de dimensión regional, es decir, que alcanzaría a todo Oriente Medio (*).

Ahora mismo, la situación regional está muy lejos de haberse estabilizado, a pesar de la victoria del gobierno de Damasco contra el imperialismo. La mejor demostración de ello sería -precisamente- la guerra fratricida entre los jeques de Riad, que es consecuencia de ese deterioro. Han detenido a 11 príncipes y decenas de grandes capitalistas y altos funcionarios ligados a ellos, aunque no los hayan recluido en mazmorras sino en hoteles de lujo, de los que tienen prohibido salir.

Que no se trata de algo interno a la Casa Real saudí ni al país lo prueban tanto la Guerra de Yemen, donde Riad está padeciendo una revés detrás de otro, como el rombolesco secuestro del Primer Ministro libanés Saad Hariri, o la crisis con Qatar.

En fin, Arabia saudí es una auténtica fábrica de desastres, un país regido por algunos de los sátrapas más ineptos que ha conocido la historia desde los tiempos del Imperio Asirio, hace unos 4.000 años, anquilosados en un wahabismo que es el hazmerreir del mundo.

Estrechamente aliado a Israel, Riad quería crear un frente “árabe” frente a Irán y Turquía, explotando los viejos resabios “nacionalistas” de los tiempos de Nasser, y cuando el tinglado se les vino abajo siguieron con el mismo objetivo bajo la cobertura de la lcha contra la herejía chiíta, o sea, Irán.

“Está a punto de nacer un cuarto Estado saudí, vestido de modernidad y basado en alianzas diferentes”, augura Atwan, quien añade que “una nueva alianza dirigida por los americanos toma forma en la región” con el propósito confesado de desnivelar la nueva correlación de fuerzas iniciada tras el fallido golpe de Estado en Turquía de verano del año pasado.

El autor considera que los saudíes no puede ganar la Guerra de Yemen sin aplastar antes a Irán, para lo cual van a imponer a un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo total sobre Yemen con la excusa de impedir la llegada de misiles iraníes. Un bloqueo de esas características sólo puede acabar en una guerra con el mismo Irán, que Arabia saudí no puede ganar, para lo cual cuenta con obtener ayudas internacionales, especialmente entre países árabes como Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Marruecos, Egipto, e incluso un país africano como Sudán. La ayuda tendría una forma parecida a la Operación Tempestad del Desierto, formada en 1990 contra Irak.

La operación incluiría un peaje para que Israel se sume de la manera que acostumbra: el bombardeo de Líbano para destruir las infraestructuras de Hezbollah, una provocación que obligaría a la resistencia libanesa a responder, posiblemente lanzando misiles sobre suelo israelí que serían ampliamente publicitados por las grandes cadenas de televisión del mundo entero, mostrando el nuevo holocausto: miles de judíos aplastados por las explosiones en las calles y viviendas israelíes. Sería el momento que Israel aprovecharía para atacar Líbano o, mejor dicho, Hezbollah.

Un ataque a Líbano no sería otra cosa más que una prolongación de la Guerra de Siria, en la que el gobierno de Damasco no tendría otro remedio que participar, desatando así la contraofensiva de las tropas de Estados Unidos y sus secuaces (Al-Qaeda, FDS, kurdos, Califato Islámico) desde las bases que conservan sobre el terreno.

A Qatar le espera el mismo destino que a Líbano: la invasión. No obstante, en este caso Riad debería buscar otra excusa algo diferente. Las fuerzas participantes serían emiratíes, egipcias y, naturalmente, saudíes. De esa manera obligarían a Turquía, que tiene 30.000 soldados de su ejército custodiando Qatar, a intervenir en la guerra.

El planteamiento de Atwan, que refleja la situación regional, falla en un aspecto capital que los países árabes tienen superado desde hace tiempo: Hezbollah no va a responder a las provocaciones israelíes lanzando misiles contra ciudades como Tel Aviv u otras, lo mismo que Siria nunca ha respondido a las mismas provocaciones sobre su suelo y las Repúblicas de Lugansk y Dontets tampoco lo han hecho frente a los contibuos ataques de las hordas de Kiev.

Los depósitos de ingenuidad se han agotado. Las falsas banderas, los embustes y las patrañas ya sólo engañan a unos pocos (muy pocos).

(*) http://www.raialyoum.com/?p=775943

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