La justicia del tendero

Nicolás Bianchi

Turiferarios, tertulianos, “todólogos” y demás fauna, cuando sueltan el latiguillo que versa “la gente no es tonta”, en realidad están pensando lo contrario, que sí lo es. O, si no lo es del todo, es susceptible de ser manipulable. Que eso son los medios de comunicación de masas bajo el capitalismo, salvo excepciones, al servicio de la ideología dominante: manipular a las masas y conformar eso que llaman “opinión pública” como si sus cerebros fuesen de plastilina. Y la manipulación no es otra cosa que ofrecer una mercancía ponzoñosa en contra de los intereses objetivos de las masas y/o el “público” convertido en espectáculotariado. La sociedad no se dividiría en clases sino, como lo presumía Ortega y Gasset, en élites y masas, en listos y purria.

De un tiempo a esta parte la prensa venal –sobre todo la más troglodítica- hace escrutinios aritméticos, en especial divisiones y cocientes, calculando a cuántos años de cárcel sale al criminal dizque “terrorista” cargarse a según cuántas víctimas. Lo han hecho ahora con el noruego Behring diciendo que la máxima pena que le puede caer, según la legislación noruega, es de 21 años que, divididos por los muertos que ha causado, le sale a este vikingo por sólo ¡82 días por occiso! Y saldría del trullo con “sólo” 53 añitos (tiene 32 ahora). Estas aritméticas penales me recuerdan al cáustico Swift (el autor de “Los viajes de Gulliver”) cuando decía aquello de que, si voy a ir a la horca lo mismo por un hurto famélico que por asesinar a alguien, pues no dudo en matar al sujeto y así no hay testigos que me delaten. En otras palabras, con tal de defender la sacrosanta propiedad privada, siendo indiferente que hubiera hurto o robo con intimidación, al margen de circunstancias agravantes o atenuantes o eximentes, se incitaba o inducía –indirectamente- al crimen pues, hicieras lo que hicieras, el resultado era el patíbulo y, claro, de perdidos al río.

El fascismo rampante al que, en realidad, le importa menos la vida de la víctima que su utilización política, por mucho que finjan, “descubrió” que a Iñaki de Juana Chaos o a Troitiño les salía la condena casi gratis. Dividieron el número de años cumplidos (una burrada de tiempo) entre el supuesto número de víctimas y les pareció poco y de ahí la “doctrina Parot” como némesis fascista. Por supuesto no estoy comparando al noruego con estos voluntarios antifascistas.

El Derecho Penal –español o no- no divide las condenas. Al contrario, no sólo se suman aritméticamente (que no dividen) los delitos sino también las penas, sean en el mismo o en diferentes sumarios. Las penas se acumulan (se refunden), pero se fija un máximo de cumplimiento, que antes era de 30 años y ahora de 40, cualquiera que fuese la pena impuesta, sean 200 ó 2.000 años. Se supone que la finalidad de la pena es la reinserción y, por tanto, que no cabe la perpetua porque si hay perpetua no hay reinserción que valga, ya me contarás. Algún día debería salir el penado. La pena no se divide, como les gustaría a estos vampiros, sino que se refunde. No les importaría morirse si se les garantizara que el penado viviera los 2.000 años de condena y los cumpliera íntegramente. Ni Satanás sería tan cabrón.

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