Estados Unidos quiere controlar la inteligencia artificial por razones de seguridad nacional

El asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, ha pronunciado un discurso de sobre las perspectivas de la inteligencia artificial en la Universidad de Defensa Nacional, el venero político que adiestra a los funcionarios públicos para mantener a Washington al frente de los asuntos mundiales.

Hay que tomar nota de que el mayor interés por la inteligencia artificial no procede de los informáticos, sino de los estrategas militares del imperialismo.

Sullivan abandona los eufemismos y no puede ser más claro: “El uso de la inteligencia artificial determinará el futuro, y nuestra nación debe desarrollar, como diría el general Eisenhower, una nueva doctrina para garantizar que la inteligencia artificial funcione para nosotros, nuestros intereses y nuestros valores, y no en nuestra contra”.

Aunque las empresas privadas son responsables de esta nueva tecnología, como hay riesgos para la seguridad nacional, el Estado debe intervenir para regular su expansión e imponer esa regulación a sus aliados.

La regulación no es una restricción, dice Sullivan, sino un medio para garantizar la supremacía tecnológica y “limitar la competencia hostil”.

Por el mismo motivo, las grandes empresas tecnológicas deben ser estadounidenses para seguir manteniendo el control, que debe ser “protegido y ampliado” con el apoyo público.

Las empresas tecnológicas deberían estar supervisadas por “comisionados” gubernamentales. “La gente en el gobierno debería trabajar en estrecha colaboración con los desarrolladores de la inteligencia artificial del sector privado para garantizar que tengan servicios oportunos de ciberseguridad y contrainteligencia para preservar su tecnología”.

Además, Estados Unidos debería “absorber” a los mejores técnicos y especialistas de todo el mundo. También debe fabricar los chips avanzados y controlar su distribución. A “la competencia hostil” se le deberían imponer restricciones, no sólo para que no logren fabricar chips, sino que tampoco tengan acceso a los medios de producción necesarios para fabricarlos.

La infraestructura necesaria para que funcione la inteligencia artificial moderna, añade Sullivan, se debería construir en suelo estadounidense, donde se podría beneficiar de la energía nuclear, que es barata.

El principal competidor es China, que la utilizará para “malos propósitos”: censura, propagación de noticias falsas, influencia en las elecciones de otros países, etc. Para impedirlo hay que obligar a la humanidad a utilizar únicamente la inteligencia artificial estadounidense.

El discurso de Sullivan es transparente: o con China o con nosotros, pero ni siquiera nuestros propios aliados (Europa, Japón, Taiwán) tienen voz. Se deben subordinar por completo a los intereses de Estados Unidos y sus monopolios tecnológicos.

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