El primer levantamiento popular contra el fascismo

Juan Manuel Olarieta

El Partido Comunista de Bulgaria fue uno de los primeros que se formó en el mundo y, desde luego, siempre fue uno de los más fuertes, si por tal se entiende que era muy numeroso y con más de 200.000 votantes. En 1922 tenía más de 3.000 concejales, que en un país tan pequeño es una cifra gigantesca.

En junio de 1923 Bulgaria también fue uno de los primeros países en padecer un golpe de Estado fascista que, como el de España, estuvo promovido por altos oficiales del ejército organizados de manera secreta en torno a la Liga Militar. Pero los fascistas no impusieron un régimen de partido único ni suprimieron las elecciones sino que, lo mismo que hoy en España, aprobaron una ley de partidos y cambiaron la ley electoral para dejar fuera a los comunistas y concurrir ellos y sus cómplices bajo denominaciones tales como «concordia democrática», «bloque constitucional» y similares.

Otro de sus rasgos comunes es que, a pesar de que justificaban sus acciones en nombre de la lucha contra el bolchevismo, en realidad la política fascista en Bulgaria también estaba enfilada contra las amplias masas populares, en general, cuyas condiciones de vida después de la Primera Guera Mundial, eran calamitosas.

En fin, lo mismo que en la España de hoy, entonces Bulgaria también era una monarquía fascista, que tras la abdicación de Fernando estaba capitaneada por su hijo Boris III.

Los ataques fascistas contra el PCB empezaron antes del golpe de 1923. Por ejemplo, en 1921 arrasaron con dos locales comunistas. Los grupos de autodefensa del PCB lograron rechazar el primero pero no el segundo, cuando los fascistas quemaron la Casa del Pueblo de Sofia, donde el PCB tenía su sede central. En aquella época el lema de los comandos de autodefensa era «golpe por golpe».

El PCB denunció que la ofensiva fascista preparaba un golpe de Estado y que en el mismo participarían las unidades de guardias blancos del general Wrangel, una parte de las cuales, unos 10.000 mercenarios, se habían replegado a Bulgaria tras ser derrotadas en la guerra civil rusa.

Espontáneamente el golpe de Estado suscitó un levantamiento en armas de cientos de miles de obreros y campesinos por todo el país, que llegó a tomar ciudades parcialmente, como Pleven. El Presidente del gobierno derrocado, Stamboliski, se puso al frente de la resistencia, siendo derrotado después de varios días de combates. Como muchos otros, el propio Stamboliski fue detenido, torturado y finalmente asesinado por los fascistas.

Frente al golpe el PCB adoptó una posición errónea de neutralidad que fue criticada por la Internacional Comunista, lo que los comunistas búlgaros no aceptaron, hasta que en agosto rectificaron, lanzando un llamamiento a la insurrección contra el fascismo, a cuyo fin empezaron los preparativos militares correspondientes: entrenamiento militar, organización de comandos y almacenamiento de explosivos.

Para impedir la insurrección el gobierno fascista empezó a detener en masa a los comunistas, a cerrar sus locales, a prohibir la prensa, los sindicatos y las cooperativas agrarias. Los fascistas no lograron su propósito y la insurrección estalló de manera precipitada.

El gobierno fascista tuvo que recurrir a la ayuda de las grandes potencias imperialistas para que le autorizaran a movilizar tropas contra las masas, lo cual estaba prohibido por el Tratado de Neuilly que había puesto fin a la Primera Guerra Mundial.

El levantamiento antifascista de Bulgaria fue el primero del mundo dirigido contra el fascismo (1), pero el PCB no pudo coordinar bien sus fuerzas, por lo que no estalló de una manera simultánea en todas las regiones. En el noroeste se llegó a formar un poder paralelo obrero y campesino, pero en otras zonas ni siquiera se formó una fuerza guerrillera capaz de atacar al enemigo en su retaguardia. Tampoco se llevó a cabo un trabajo de zapa dentro de las unidades del Ejército, que pudieron mantener su unidad y concentrarse contra los insurrectos.

Fue salvajemente aplastado, cobrándose los fascistas un tributo sanguinario. Según cifras de Dimitrov, más de 5.000 comunistas fueron asesinados, otros 15.000 fueron detenidos y torturados y muchos miles más se tuvieron que exiliar en los países limítrofes, hasta el punto de que ante la avalancha de refugiados Rumanía tuvo que cerrar la frontera. Sobre el país cayó «una negra y sangrienta noche», escribió Dimitrov (2). Ni bajo el yugo otomano Bulgaria conoció una cacería humana de tan vastas proporciones.

El PCB tuvo que pasar a la clandestinidad. Inició «un largo periodo de renovación interior», en palabras de Dimitrov porque «es preferible un fin horrible que un horror sin fin». Llamó a los comunistas a encabezar la lucha armada (3) y con las unidades guerrilleras que lograron replegarse, el PCB formó la OM (Organización Militar). Los comunistas se aprestaban a defenderse contraatacando, a pesar de que las condiciones eran muy difíciles por el clima de terror sembrado por el gobierno.

Una vez aplastada la sublevación, los fascistas convocaron elecciones, las ganaron -como estaba previsto- e ilegalizaron al PCB, que se vio oligado a reestructurar su Organización Militar, poniéndose al frente Jako Dorosiev. La OM se distribuyó en comandos que emprendieron audaces acciones armadas, como la ejecución el 10 de marzo de 1925 del alto dirigente fascista Valcho Ivanov, a la que el gobierno repondió 16 días más tarde con el asesinato de Dorosiev.

Entonces los guerrilleros diseñaron una de sus acciones más audaces. Se trataba de ejecutar al jefe de la policía Vladimir Nacev y preparar una trampa para sus funerales, a los que acudirían el rey y la plana mayor del gobierno, los partidos y el Estado fascista. Una bomba colocada en la catedral de Santa Dominga, en pleno centro de Sofia, daría un golpe contundente al fascismo.

La OM no pudo llevar a cabo la ejecución de Nacev, por lo que tuvieron que cambiar de objetivo, centrándose en el general Konstantin Georgiev, jefe de la Liga Militar fascista, diputado y uno de los cabecillas del golpe de Estado de 1923. Un guerrillero, Atanas Todovitchin, le disparó mortalmente cuando acudía a misa el 14 de abril de 1925.

Dos días después, jueves santo, se celebró su funeral en la catedral de Santa Dominga, donde la guerrilla había dispuesto 25 kilos de explosivos para que explotaran cuando la plana mayor del Estado fascista estuviera allí congregada. A las 15:20 de la tarde una brutal explosión desplomó la cúpula de la catedral sobre los asistentes, matando a 128 de ellos e hiriendo gravemente a cerca de 500 políticos fascistas, oficiales del ejército y grandes capitalistas.

El rey Boris III salvó su vida porque llegó tarde a la ceremonia fúnebre. Regresaba de otro funeral por otro atentado ocurrido el día anterior contra él en las montañas de Stara Planina. En la acción habían muerto dos personas muy cercanas. En aquella época Bulgaria vivía bajo el fascismo, que es tanto como decir: en medio de un funeral permanente. Durante las dos semanas siguientes la policía detuvo a 3.194 personas, de las que 1.182 fueron acusadas y 268 condenadas a muerte. Otras 450 personas fueron asesinadas sin condena judicial previa. En menos de dos años el fascismo había aniquilado a 20.000 obreros y campesinos revolucionarios: «El rasgo más característico del terror búlgaro reside en el exterminio sistemático y organizado de la vaguardia de la clase obrera y de las masas campesinas», escribió Dimitrov (4).

Notas:

(1) Nikifor Gorenski: La lucha del pueblo búlgaro contra el fascismo, Sofia, pg.19.
(2) Dimitrov, Después del levantamiento, Obras Escogidas, tomo I, pg.236.
(3) Dimitrov, Cómo actuar en el futuro, Obras Escogidas, tomo I, pgs.251 y 289.
(3) Dimitrov, La lección búlgara, Obras Escogidas, tomo I, pg.337.

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