El gobierno turco autoriza que los familiares visiten a Öçalan en la cárcel

Öçalan, dirigente del PKK
Después de dos años de estricta incomunicación, el 12 de setiembre los familiares del dirigente de la organización independentista kurda PKK, Abdullah Öçalan, pudieron comunicar con él en la cárcel de la isla de Imrali, en el Mar de Mármara.

El gesto se está interpretando de muchas maneras, la mayor parte de las cuales tienen que ver con la animadversión que suscita la personalidad de Erdogan. Para la prensa turca, naturalmente, se trata de poner de manifiesto la magnanimidad del gobierno turco. Hablan de la visita y no de los dos años de incomunicación con su familia.

También hablan de que dicho “gesto” es una especie de excepción, fruto de que es el día de la festividad de Aid al-Adha, la celebración del sacrificio islámico. Hay que dar a dios, pues, de que un preso pueda visitar a sus familiares más cercanos, o sea, a las leyes divinas, porque las humanas no lo permiten.

La televisión francesa, por el contrario, habla de un “gesto teatral” por parte del ogro Erdogan, en plena vorágine represiva en Kurdistán.

Las explicaciones hay que buscarlas por otra parte, en las clases y en la lucha de clases. Los presos políticos son rehenes del Estado burgués y su situación no depende de dios, ni de las cárceles, ni de los carceleros, ni de los reglamentos, ni de la magnanimidad de unos y otros.

La situación de los presos políticos es un chantaje permanente. Tanto cuando abren como cuando cierran la puertas, a través de la cárcel los Estados a quien presionan es a la calle, a las masas y a las organizaciones revolucionarias.

Así se explica que tras conversar con Öçalan su hermano ofreciera una rueda de prensa en Diyarbakir, la capital de Kurdistán, para hablar de la posibilidad de una negociación política con el gobierno turco que, según aseguró, se podría concretar en seis meses.

Como el problema kurdo que tiene Turquía se ha desplazado a Rojava, este viraje hay que entenderlo también en relación con la posición de las distintas piezas en el tablero de ajedrez de la guerra de Siria, por lo que Erdogan ha seguido en la cárcel de Imrali la misma política que viene poniendo en práctica en el norte de Siria y de la que los medios no refieren más que una parte.

Dicho en otros términos: tras el fracaso del golpe de Estado de 15 de julio Turquía ha aceptado la propuesta rusa de buscar una salida negociada con el PKK, por lo que ahora el balón está en el tejado kurdo que deberá meditar dos aspectos de la misma cuestión: a dónde le conduce su alianza con los imperialistas y su enfrentamiento con el gobierno de Damasco.

La respuesta la tendremos dentro de muy poco tiempo.

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