Ciencia y salud del proletariado (1)

De hecho, la salud no es un concepto unívoco sino una construcción sociocultural relativa en cada momento histórico. Con independencia de la época en que se generaron, en la actualidad estas concepciones conviven contradictoriamente, orientando toda la gama de prácticas sociales y sanitarias. Hasta donde hoy sabemos, son muchos los factores que actuando a nivel del ambiente humano determinan que una enfermedad se inicie y desarrolle en ciertos sujetos, e incida con mayor o menor peso en determinados grupos poblacionales.

En 1996, Robert G. Evans; MorrisL. Barer y Theorore R. Marmor, con el título de “¿Por qué alguna gente está sana y otra no? Los determinantes de la salud de las poblaciones”, estudian la salud basada en el concepto de grupos sociales. Inician su libro respondiendo la pregunta de su título de la siguiente forma: “La gente que ocupa las posiciones sociales más altas vive más tiempo. Mientras tanto, además, disfruta de mejor salud” (2).

En el siglo XIX, una de las cuestiones de gran preocupación por la humanidad en todos los tiempos, la salud, inició un camino “cientifista” basado principalmente en la patología después que en 1858, Rudolf Virchow anunciara la “teoría de la patología celular”, dando inicio a priorizar la enfermedad sobre la salud, siguiendo el camino emprendido por la cultura romana que desarrollaba el interés hacia la enfermedad, a la inversa de la cultura griega que hacía de la salud un culto.

En la segunda mitad del siglo XIX, el descubrimiento de los gérmenes dio lugar a la teoría microbiana, que alentó la idea causal única, según la cual para dominar las enfermedades solo se requería descubrir para cada enfermedad, su causa. Con el advenimiento de los descubrimientos en física y química, la fisiología humana se asocia al concepto de máquina y por tanto, la enfermedad empieza a ser entendida como el desvío del funcionamiento, y la salud, la reparación de este. De este modo la medicina llega a subordinarse a la biología y los seres humanos a ser mirados a través de sus órganos fragmentados. Esta teoría tuvo una repercusión tan importante que los médicos hicieron enormes intentos para asociar prácticamente todas las enfermedades conocidas a un agente causal contagioso específico y externo.

El filósofo socialista Edward Carpenter, en 1919 publicó The Healing of Nations and the Hidden Sources of Their Strife (La curación de las naciones y las fuentes ocultas de sus conflictos) donde argumentaba que el origen de la guerra de la sociedad occidental era el monopolio de clase y la injusticia social. Afirmando que esta injusticia era una “enfermedad de clase” (3).

Ya anteriormente, en mayo de 1889 había escrito un artículo en el Sheffield Independent calificando a la ciudad de Sheffield de ser la vergüenza del mundo en la que miles de vidas eran sacrificadas. Que cien mil adultos y niños a duras penas recibían luz solar ni aire puro, llevando vidas miserables y muriendo de enfermedades que esto les producía (4).

En 1888 había publicado Civilization: its Cause and its Cure, del cual voy a extraer algunos fragmentos: “Según el Diccionario de Estadística de 1884, el número de médicos y cirujanos acreditados en el Reino Unido se cifra en más de 23.000. Si la magnitud de la enfermedad nacional es tal que necesitamos 23.000 médicos para atendernos, ¡seguramente debe ser bastante grave! Y no nos curan. Dondequiera que miremos hoy, vemos los rasgos y escuchamos las quejas de mala salud; la dificultad es realmente encontrar una persona sana… y parece ser el hecho de que, a pesar de todas nuestras bibliotecas de ciencia médica nuestros conocimientos, artes y aparatos, en realidad somos menos capaces de cuidar de nosotros mismos que los animales”.

“La peculiaridad de nuestra concepción moderna de la Salud es que parece ser puramente negativo. Estamos tan impresionados por la presencia de enfermedades, tan numerosos sus peligros, tan repentinos e impredecibles sus ataques, que hemos llegamos a considerar la salud como la mera ausencia de la misma.

“Todo el pensamiento actual es que el hecho esencial de la vida es la existencia de innumerables fuerzas externas, que nos pueden destruir en cualquier momento.

“La ciencia médica convierte la enfermedad en un fetiche y baila en torno a ella. Escribe enormes tomos sobre enfermedades; induce enfermedades en los animales (e incluso personas) con el propósito de estudiarlos… Sus ojos están perpetuamente fijados en la enfermedad, hasta que la enfermedad se convierte en el hecho principal del mundo. Y luego, todo ello arrasará con una vasta epidemia sobre la faz de la tierra, seguida por ejércitos cada vez mayores de médicos, ellos también con sus séquitos de libros y botellas, vacunas y vivisecciones, y calaveras sonrientes en la retaguardia” (5).

Tal parece una premonición de lo que ha estado ocurriendo desde el último tercio del siglo XX cuya última experiencia científico-médica ha sido la llamada pandemia del Covid y las consiguientes inoculaciones experimentales a cientos de millones de personas, a la espera de conocer los resultados a medio y largo plazo de las mismas, aunque ya existe numerosa bibliografía sobre el exceso de defunciones a raíz de las inoculaciones masivas (6).

Todo y con ello, la llamada izquierda y junto a ella la izquierda de la izquierda (con pequeñas excepciones) no solamente se han sometido voluntariamente a los dictados de la mafia farmacéutica, sino que en materia sanitaria las consignas han sido, y son, de “más”. Más médicos, más enfermeras, más ambulatorios, más camas hospitalarias, más medicamentos, más vacunas, más, más, más… de lo mismo. En una concepción generalizada de que todos estamos enfermos y exigimos paliativos a nuestro lamentable estado.

Silvano Biagiohi respecto a la calificación de estas “reivindicaciones”, señala que: “Podríamos decir que el tema de la salud no es revolucionario si lo observamos solamente bajo el perfil de la racionalización de las estructuras sanitarias y de la gratuidad del servicio sanitario. Pero si la salud es salario, ocupación, horas extras, modo de trabajar y de vivir, ritmos de trabajo, equilibrio ecológico, igualdad social,… debemos decir entonces que la salud es un tema revolucionario” (7).

Nadie habla de salud dentro del movimiento obrero organizado o del proletariado en general, solamente de enfermedad, aunque si alguien se atreve a preguntar a un facultativo la causa de la misma o su origen, la respuesta en la inmensa mayoría de los casos es de “etiología desconocida”, pues indagar el origen de la enfermedad del proletariado conlleva a poner en tela de juicio la totalidad del sistema capitalista.

Ello debe significar una reapropiación de la autoestima personal del proletariado, que del mismo modo en que se le ha despojado de los saberes técnicos ya desde la llamada “organización científica del trabajo” de Taylor, se le ha despojado de la capacidad de conocimiento del propio cuerpo y mente, dejando estos a manos de “profesionales” desde el nacimiento hasta la muerte, convirtiendo al proletariado en una máquina de crear plusvalor, y convirtiendo la sanidad en el instrumento de reparación de la máquina para que pueda continuar su funcionamiento.

Es necesario elaborar una propuesta que englobe tanto los llamados “accidentes de trabajo” los cuales deberíamos de calificar como “violencia de clase”, como las distintas enfermedades derivadas de los ritmos de trabajo, de las contrataciones precarias, etc., así como la drogadicción derivada del trabajo (ejemplo de la pandemia de fentanilo, tramadol y otros opiáceos ingeridos para no perder una jornada de trabajo).

Ya no se trata de recetar paliativos a personas con graves enfermedades terminales, sino de recetar drogas para no interrumpir el ciclo de recomposición del capital (desde simples analgésicos hasta potentes opioides) sin contar la inmensa ingesta de antidepresivos, antibióticos, etc., efectos nocivos de los cuales fue pionero el médico comunista español Juan Nepomuceno Planelles Ripoll, exiliado a la URSS tras la guerra española desde su puesto en el Instituto Gamaleya.

Desde Pasteur se desató la orden de introducir enfermedades mediante inyecciones venenosas, una práctica que Pasteur inició y que sus seguidores han copiado tan persistentemente que algunos incluso han realizado deliberadamente experimentos poco éticos sobre hombres, mujeres y niños… pero a cualquiera le debe dar la impresión de ser como un método patas arriba el empezar a curar enfermedades naturales produciendo enfermedades artificiales” (8).

En el capítulo 18 del libro ”The Wonderful Century” (”La Centuria Maravillosa”), Alfred Russel Wallace cita el testimonio del profesor Adolf Vogt, que desde 1877 hasta 1894 fue profesor de Higiene y de Estadísticas Sanitarias en la Universidad de Berna. En él se muestra cómo en Inglaterra se ofreció vacunación gratuita en 1840, se hizo obligatoria en 1853, y en 1867 se dio la orden de enjuiciar a los evasores; y tan estricta fue la aplicación de las regulaciones que pocos niños escaparon a la vacunación. Así, la siguiente tabla proporciona una ilustración llamativa de la ineficacia de la vacunación con respecto a la mortalidad de la viruela:

Muertes por viruela (Inglaterra y Gales)

1857–59 ………………………………………… 14.244
1863–65 ………………………………………… 20.059
1870–72 ………………………………………… 44.840

Mientras la población aumentó solo un 7 por cien y un 9 por cien en los años cubiertos, la mortalidad de la viruela aumentó a una tasa de 40.8 por cien y 123 por cien, ¡y esto frente a un número cada vez mayor de vacunas!

Alfred Russel Wallace fue un activista político que criticó el sistema socioeconómico de Reino Unido durante el siglo XIX y uno de los primeros científicos en plantear el problema del impacto ambiental de las actividades humanas. Wallace defendía que la tierra tenía que ser propiedad del estado y debía ser rentada para producir el mayor beneficio para el mayor número de personas. En 1882 publicó el libro Land Nationalisation; Its Necessity and Its Aims sobre el tema de la nacionalización de la tierra. En 1889 se declaró socialista y con ello se opuso al darwinismo social y a la eugenesia, ideas que eran apoyadas por otros pensadores evolucionistas de la época, ya que creía que la sociedad contemporánea era demasiado corrupta e injusta para determinar quién era apto y quién no (9).

Y, recuperando el sentido de pertenencia proletaria de la salud, una exigencia debe incluir este concepto dentro del debate democrático, al igual que la economía y la ciencia, tres aspectos secuestrados por las clases dominantes como herramientas fundamentales, junto a la educación, para mantener la dominación.

Exceso de mortalidad en Europa tras las inyecciones masivas de ARNm en la franja de edad entre 15 y 44 años

Tal vez resulte ilustrativo contemplar el informe de EuroMomo publicado en la semana 5 de 2024 de los datos sobre el exceso de mortalidad en Europa, en los que podemos constatar un incremento superior de muertes para esta franja de edad en la semana 40 de 2023 que no la ocurrida en la semana 15 de 2020 en lo que denominaron “pandemia”. Podríamos aventurar que han matado más personas las supuestas vacunas que el imaginario virus.

Estos gráficos se generaron con datos de 27 países participantes: Austria, Bélgica, Chipre, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Francia, Alemania, Alemania (Berlín), Alemania (Hesse), Grecia, Hungría, Irlanda, Israel. Italia, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Portugal, Eslovenia, España, Suecia, Suiza, Reino Unido (Inglaterra), Reino Unido (Irlanda del Norte), Reino Unido (Escocia) y Reino Unido (Gales). Ucrania no contribuyó a los datos de esta semana.

Ucrania, Alemania (Berlín) y Alemania (Hesse) no se incluyeron en los datos agrupados.

Gráficos que muestran el exceso de muertes semanales (desviación de la mortalidad del nivel esperado) en los países socios de EuroMomo que proporcionan datos durante los últimos años, todas las edades y por grupos de edad (10).

Gráficos comparativos semana 15 de 2020 y semana 40 de 2023 (de 15 a 44 años) después de las inoculaciones masivas con ARNm.

Giulio Maccacaro ya estableció en su día la relación entre capitalismo, sistema médico y repercusión sobre la clase obrera: “La medicalización de la política corresponde a la incrementada necesidad o voluntad de control social por parte del capital, sea éste privado o estatal, puesto que esta diferencia actualmente es de escaso peso, mientras las multinacionales vienen colocando en crisis no sólo la geografía de las naciones sino también el internacionalismo de los pueblos. Esta “medicalización” se ejerce también con la exasperada tecnificación del acto médico y del sistema sanitario, lo que significa inevitablemente hoy, cuando en el mando capitalista todo el poder de la técnica se convierte en técnica de su poder… que todo lo resuelve con un aumento de la capacidad del capital para administrar sanitariamente la sociedad, aparentando administrar socialmente la medicina. En este sistema, curar quiere decir, simétricamente, corregir el síntoma para ocultar la afección, hacer callar el órgano para fingir la derrota de la enfermedad, cubrir la enfermedad para simular la salud” (11).

Felice Piersanti, fallecido en el 2014, fue integrante del Movimiento Medicina Democrática en los años 70 en Italia y uno de los científicos que puso en tela de juicio la neutralidad de la ciencia y de la medicina. He aquí una de sus advertencias: “No se trata de hacer el diagnóstico para curar la enfermedad, sino de prevenirla modificando sustancialmente la causa real, altamente patógena, que es la sociedad dividida en clases basada en la ganancia… No se trata de tranquilizar mediante la reforma sanitaria, sino de realizar, a través de la autogestión de la salud, una serie de propuestas que sean al mismo tiempo comprensibles para millones de personas, que profundicen las contradicciones y que permitan, a través de una discusión colectiva de los trabajadores, el proceso de esclarecimiento revolucionario que genera en los trabajadores la conciencia del carácter patógeno de una sociedad basada en la ganancia… Exigiendo y superando la investigación considerada neutral por una investigación que se ponga claramente de parte de la clase obrera contra la burguesía” (12).

Luchar por la salud del proletariado es también luchar por una cultura proletaria, alejada de la alienación provocada por el consumo superfluo, de los estándares implantados por el capital, cultura que debe englobar el conocimiento del propio cuerpo, de sus síntomas y signos, de saber a qué responden, de hallar el responsable de los mismos y de combatirlo en una síntesis que englobe la lucha de clases por la realización de intereses inmediatos con los intereses fundamentales del proletariado, de lo contrario podemos atisbar la frase de: Lasciate ogni speranza.

(1) Para una definición de estos conceptos más ampliadas: “En defensa del comunismo” https://archive.org/details/@josep_c_nsola
(2) https://pdfcoffee.com/evans-morris-marmor-1990-por-que-alguna-gente-esta-sana-y-otra-no-determinantes-de-la-salud-de-la-poblacion-5-pdf-free.html
(3) https://archive.org/details/healingofnations00carp
(4) https://www.britishnewspaperarchive.co.uk/search/results/1889-05-01?NewspaperTitle=Sheffield por cien2BIndependent&IssueId=BL por cien2F0000181 por cien2F18890501 por cien2F&County=Yorkshire por cien2C por cien20England
(5) https://mirror.anarhija.net/lib.anarhija.net/mirror/e/ec/edward-carpenter-civilisation-its-cause-and-cure.pdf
(6) https://childrenshealthdefense.org/defender/pfizer-hid-data-covid-vaccine-trial-deaths/
(7) Silvano Biagiohi. En La salud de los trabajadores. Pág. 61. 1974 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6163934
(8) Ethel Douglas Hume. ¿Béchamp o Pasteur? Un capítulo perdido en la historia de la medicina. 1923. Pág. 334 https://www.studocu.com/pe/document/universidad-nacional-de-jaen/microbiologia-medica/pdf-bechamp-o-pasteur-un-capitulo-perdido-en-la-biologia/78478809
(9) Ross A. Slotten. The Heretic in Darwin’s Court: The Life of Alfred Russel Wallace https://archive.org/details/hereticindarwins00ross
https://www.perlego.com/es/book/775522/the-heretic-in-darwins-court-the-life-of-alfred-russel-wallace-pdf
(10) https://www.euromomo.eu/graphs-and-maps
(11) Giulio Maccacaro. Clase y salud. La salute in fabbrica. Per una línea alternativa di gestione della salute nei posti di lavoro e nei quartieri. Ed. Savelli. 1974 https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6163934
(12) Felice Piersanti. La autogestión de la salud, 1971

comentario

  1. Bravísimo artículo y bien documentado. He difundido por donde he podido, Ojalá la gente reaccione y entienda 1.- que hay menos mortalidad que en épocas antiguas solo donde hay condiciones de vida y laborales dignas. 2.- que la salud pasa por evitar medicamentos innecesarios, y reforzar el sistema inmunitario, con productos naturales no elaborados. 3.- Que si que hay productos y medicamentos beneficiosos, pero que han de depurarse para evitar efectos secundarios. No tiene sentido que estemos tan avanzados en genética etc. y no se haya conseguido evitar los efectos secundarios de los medicamentos. ¿QUE TAL UNA CAMPAÑA PERMANENTE «QUEREMOS CERO EFECTOS SENCUDARIOS EN MEDICAMENTOS».?

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