Ayer el sindicato ESK (Ezker Sindikalaren Konbergentzia) se sumó a la seudohuelga mundial climática en un comunicado (*) relleno de tópicos que es intercambiable con cualquier otro comunicado sobre el mismo asunto, cualquiera que sea la clase social a la que digan representar, es decir, tanto si hablan en nombre del proletariado como si lo hacen en nombre de la burguesía.
Así está el planeta. Ha logrado conciliar la lucha de clases, poner de acuerdo a “la izquierda” con “la derecha” porque, además de finito, el planeta es único para todos y debemos rescatarlo entre “todos” porque “todos” navegamos en el mismo barco…
Ese tipo de discursos coincidentes fue el sueño de la burguesía desde su surgimiento, de manera que es sorprendente que haya tantos sindicatos, todos con la misma naturaleza de clase y todos con el mismo discurso unánime, llorón y empalagoso. Este fenómeno siempre se llamó “amarillismo”.
Lo que da uniformidad a ese discurso, naturalmente, es su origen de clase burgués, imperialista y reaccionario. Lenin lo llamaba hegemonía y consiste en imponer una ideología lo mismo que en imponer un ejército, o una política económica, a lo largo y ancho de todo el mundo. Hasta en la recóndita Uganda han fabricado su propia Greta Thunberg. Se llama Leah Namugerwa y hace exactamente lo mismo, y dice exactamente lo mismo que la sueca. Los publicistas del imperialismo fabrican sus muñecas en serie, en una cadena de montaje.
Después hay que esperar a que esa ideología burguesa cale hasta los huesos de organizaciones que -incluso- dicen que están en el bando contrario, como ESK y tantas otras, que necesitan ocultar el origen del llamamiento a la huelga del 27 de setiembre con falsificaciones y mistificaciones, como “los jóvenes”, o “los estudiantes” para ir a ponerse a rebufo: los obreros deben seguir esos mismos dictados.
Ni siquiera son capaces de cambiar un poco el lenguaje, que es igual que el discurso climático, absolutamente plano, tópico, posmoderno y, sobre todo, burgués, negador de las clases sociales y de la lucha entre ellas. Es absolutamente vergonzoso que ESK (y tantos otros) se siga calificando a sí mismo como “sindicato” y debería pensar en deseanmascararse y reconvertirse a sí mismo.
Los de ESK se muestran partidarios de la “transición ecológica” que han impuesto los imperialistas y le allanan el camino. Se han propuesto “conseguir que la clase trabajadora no sea un obstáculo” a las políticas económicas imperialistas y monopolistas. Es, pues el seguidismo de siempre, el corporativismo fascista, el intento por lograr que los sindicatos defiendan la política económica que los patrones imponen a los obreros o, como dicen en su comunicado, “introducir en los centros de trabajo un debate que estamos obligadas a hacer”.
La parte más sentimentaloide del comunicado llega cuando ESK pretende que el coste de la “transición ecológica” no se haga a costa de los trabajadores, cuando está ocurriendo todo lo contrario, como no podía ser de otra forma. No hay más que ver el movimiento de los “chalecos amarillos” en Francia, que lleva un año en la calle enfrentándose a la “transición ecológica” de Macron, que no es otra cosa que un aumento de los impuestos para financiar la política económica monopolista.
La diferencia entre un sindicato amarillo y uno de verdad es que el primero convoca una huelga porque le preocupa el planeta, aunque no sepa lo que es, mientras que el segundo convocaría una huelga contra la explotación infantil, por ejemplo, que saben muy bien por qué se produce.
La tarea de los sindicatos nunca ha sido el planeta sino una clase social, los trabajadores, cuya lucha no está dirigida a “cambiar el modelo de producción” sino a acabar con el capitalismo para construir el socialismo en todo el mundo. Si quieren salvar al planeta, los sindicatos deberían desaparecer y reconvertirse en ONG, que es mucho más moderno.
(*) https://www.esk.eus/index.php/es/noticias/1096-cambiemos-el-modelo-de-produccion-para-salvar-el-planeta
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