La ‘revolución verde’ de Merkel saqueará 40.000 millones de los bolsillos de los contribuyentes y consumidores

En 2011 el desastre nuclear de Fukushima, en Japón, aceleró los planes de las grandes potencias capitalistas para frenar una crisis galopante, reestructurar su aparato productivo y reducir su dependencia de los combustibles procedentes de terceros países.

La reconversión en marcha es lo más parecido a una economía de guerra, que impone enormes sacrificios a la población, especialmente a los más necesitados. Por eso los gabinetes de imagen han desatado una campaña de pretextos para que grandes sectores populares acepten alborozados soportar el enorme peso de una política económica típicamente monopolista, que no se llama por su nombre sino todo lo contrario: es una “revolución verde”, es decir, justificada con excusas ecológicas.

Inicialmente el capital monopolista creyó que la energía nuclear bastaría para reestructurar el aparato productivo y, aunque es un plan que no han descartado por completo, están apostando muy fuerte por las energías llamadas “renovables”, destinadas a preservar su hegemonía industrial. Si el plan sale adelante, las grandes potencias acabarán prohibiendo a través de la ONU todas las demás fuentes de energía, empezando por el carbón y siguiendo por el petróleo y el gas.

En Alemania Merkel dio marcha atrás en su decisión de prolongar la vida útil de las centrales atómicas, que cerrarán en 2022. El pago de la factura incluye, pues, a las nuevas energías tanto como el cierre de las viejas y cada día los cálculos multiplican las previsiones de gasto. Las últimas estimaciones, aunciadas ayer, hablan de 40.000 millones de euros, encabezadas por un titular periodístico sensacional: “Merkel se apunta a la centralidad del ecologismo” (*).

En efecto, las grandes potencias han puesto a la ecología en el centro de su política económica.

El precio de la electricidad industrial ya es en Alemania el más caro del mundo después de Japón, Dinamarca y Chipre. Un hogar medio con tres habitantes paga hoy por el suministro de electricidad casi un 70 por ciento más que en 1998: más de 1.000 euros al año por 3.500 kilovatios/hora, según cifras de la patronal de la Energía BDEW.

Es un crecimiento mucho mayor que la inflación y también que el de los salarios.

Otro estudio del equipo Agora alerta de más subidas para financiar el New Deal Verde en Alemania. En un futuro muy próximo a tasa que pagan los consumidores por la llamada “descarbonización” subirá otro 20 por ciento más: de los actuales 5,3 céntimos por kilovatio/hora a casi 6,5 céntimos de euro.

Dicha tasa asegura que las plantas generadoras con fuentes renovables (solares, eólicas o de biomasa) ingresen precios fijos por la electricidad que ponen en la red, sea cual sea su cotización real en el mercado.

Según el semanario Der Spiegel, “los consumidores están obligados a pagar 20.000 millones de euros por una electricidad cuyo valor de mercado apenas alcanza los 3.000 millones de euros”. El mencionado hogar de tres habitantes está pagando, en 2103, unos 185 euros anuales de tasa. En 2014 podrían ser ya 225 euros. El periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung calculó en agosto que el aumento podría llegar incluso a siete céntimos por kilovatio/hora.

Pero, como suele ocurrir en estos casos, las cifras no cuadran nunca y la “revolución verde” ha sembrado la confusión, como ha quedado patente en la gran planta marítima de Borkum, una isla del Mar del Norte bajo la jurisdicción del Estado de Baja Sajonia.

La planta quiere ser un ejemplo de lo “renovable” para generar energía eólica marina. Desde luego que es un ejemplo de capital monopolista, con 13 grandes empresas privadas e instituciones públicas, incluida la Unión Europea, participando en la “revolución”.

La planta de Borkum fue una obra de ingeniería de alta complejidad que traga dinero y consumía más energía de la que generaba.

Otras plantas tienen problemas con el oleaje y con las marsopas: hay que parar la producción para no perjudicar sus ciclos de generación. Hasta 2020 estas grandes instalaciones marítimas deberán generar tanta electricidad como ocho centrales nucleares. Los riesgos y buena parte de los gastos quedan a cuenta de los contribuyentes y los consumidores. La electricidad ganada allí se pagará a 19 céntimos por kilovatio/hora, un 50 por ciento más de lo que cuestan los molinos de viento en tierra firme.

(*) https://www.elperiodico.com/es/opinion/20190920/el-centro-se-tine-de-verde-7643922

comentario

  1. "Estoy pensando en lo que significan el cambio climático y el agotamiento de todas las materias primas energéticas que empleamos, dos fenómenos que se suman a un escenario de crisis múltiples: demográfica, social, financiera, de cuidados…

    Cierto es, con todo, que en el capitalismo contemporáneo se barrunta una respuesta, el ecofascismo, que bien puede permitir que el sistema recupere alguna vitalidad y se dote de un proyecto de futuro todavía más criminal que el actual. Debo subrayar, aun así, que esta respuesta, que reclama la marginación de buena parte de la población planetaria –esto ya lo hacen- y, en su caso, más aún, el exterminio de la población que se considera sobrante, es, en sí misma, una forma de colapso." Carlos Taibo

    kaosenlared.net/carlos-taibo-la-conciencia-de-que-el-colapso-se-va-acercando-puede-producir-sorpresas/

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