Revuelta agraria en el país de los tulipanes

Los levantamientos campesinos parecían una reliquia del pasado más remoto. También parecían algo propio de países “atrasados”. Una revuelta agraria en el corazón de Europa es algo absolutamente sorprendente. Sin embargo, es un signo de los tiempos que corren.

Los Países Bajos están experimentando una impresionante agitación rural que dura ya tres años, aunque sólo se ha conocido desde junio de este año. Incluso se habla de “revuelta agraria”.

Holanda es el segundo exportador agrícola del mundo. Los campesinos holandeses son los principales beneficiarios de la PAC (Política Agraria Común), la mayor partida del presupuesto comunitario. El sector agrícola neerlandés también se beneficia del libre comercio internacional fomentado por los acuerdos económicos celebrados en el seno de la OMC (Organización Mundial del Comercio).

En los años sesenta ya se produjo una revuelta en el campo. Muchas explotaciones rechazaron las limitaciones de la PAC. Los agricultores se opusieron a la modernización forzada que exigieron el gobierno y los bancos, entre ellos Rabobank. Como resultado de las presiones monopolistas, la agricultura se especializó, se volvió productivista y desarrolló la ganadería intensiva. En la actualidad, la agricultura holandesa forma parte de un complejo agroindustrial altamente mecanizado que depende en gran medida de la química: fertilizantes, herbicidas, piensos…

Europa te lo da y luego la misma Europa te lo quita, primero en nombre de la PAC y ahora en nombre del calentamiento climático. Bruselas quiere cambiar las prácticas agrarias con su Agenda 2030. Las ayudas que propone sólo ascienden a 25.000 millones de euros, mientras que las proyecciones más optimistas prevén la eliminación de un tercio de las explotaciones ganaderas de aquí a 2030 y la reconversión inevitable de otro tercio.

Quizá el calor acabe con el planeta, sí, pero los seudoecologistas lo harán mucho más rápidamente. El gobierno holandés quiere reducir la cabaña ganadera a la mitad. En la primavera de este año, el Ministerio de Naturaleza y Nitrógeno anunció la obligación de reducir las emisiones de óxido de nitrógeno en un 70 por cien en las proximidades de las zonas Natura 2000.

Es imposible leer el nombre de ese Ministerio holandés sin que se escape una carcajada.

Desde la pandemia, los Países Bajos están experimentando una fuerte agitación social que empezó con las mascarillas, los confinamientos y la vacunación obligatoria. Además de las marchas callejeras, los holandeses han pasado al sabotaje: cortes de carreteras, bloqueo de los centros de carga y de las infraestructuras de transporte. El 5 de julio la policía disparó contra los manifestantes y algunos políticos han pedido sacar al ejército de sus cuarteles.

Las encuestas hunden al gobierno y en 2019 apareció un nuevo partido, el BBB (Movimiento Campesino Ciudadano), que podría obtener unos 20 escaños. Se tata de la típica organización con un programa confuso, populista y reaccionario a partes iguales, que no es otra cosa que expresión de un amplio decontento social.

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