Los grandes monopolios quieren acabar con las pequeñas explotaciones ganaderas

Las bases del ataque coordinado contra la agricultura se sentaron a finales del año pasado en la cumbre del G20 en Bali y en la conferencia de la ONU sobre el clima en Egipto. En línea con los objetivos de la Agenda 2030, los representantes de los países del G20 pidieron una transformación acelerada hacia una “agricultura sostenible”.

El pretexto es que los cultivos deben adaptarse al cambio climático y lograr “cero emisiones netas de gases de efecto invernadero” para mediados de este siglo. Estos objetivos se concretaron posteriormente en la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático.

El impulso procede de FAIRR, una coalición de fondos buitre ambientalistas con sede en Reino Unido. Entre sus miembros figuran los protagonistas de las finanzas mundiales, como BlackRock, JP Morgan, Fidelity, Edmond de Rothschild y Rockefeller. Los buitres esgrimen el argumento falaz de que la producción de alimentos, y en particular la ganadería, es responsable de alrededor de un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, sería necesaria una reducción drástica de la ganadería en todo el mundo.

Para imponerlo, la ONU se unió al Foro Económico Mundial en 2019 y ahora persigue la estrategia de eliminar las “fuentes de proteínas cárnicas” y sustituirlas por productos veganos, carne de laboratorio o fuentes alternativas de proteínas procedentes de hormigas, grillos o gusanos. Al mismo tiempo, el Fondo para el Medio Ambiente Mundial está presionando para imponer una nueva “revolución verde”, el decrecimiento y la reducción de la cría de animales en todo el mundo.

El Primer Ministro holandés, Mark Rutte, uno de los dirigentes mundiales del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, quiere reducir el número de cabezas de ganado holandesas en un 30 por cien en nombre de la protección del clima, el medio ambiente y los animales.

Los objetivos más estrictos de la legislación alemana sobre protección del clima sólo pueden alcanzarse reduciendo drásticamente el número de cabezas de ganado. Será un nuevo capítulo del “rifle sanitario”, la mayor matanza de reses que ha conocido la historia. Para 2030 desaparecerá una cuarta parte de la cabaña y luego más de la mitad para 2040.

El animalismo es la otra coartada. En nombre del bienestar animal, el ministro alemán de Agricultura, Cem Özdemir, quiere legislar actualmente sobre la cría de pavos. Como la cría de pavos ya no puede gestionarse de forma rentable, toda la cría de pavos alemana está amenazada de aniquilación.

Si tenemos en cuenta que alrededor del 60 por cien de la renta agraria procede de la ganadería, la reducción forzosa del número de animales significa la reduccion del número de explotaciones. Dado que la carne artificial y los productos derivados de los insectos no se producen ciertamente en pequeñas explotaciones, sino a escala industrial, los beneficiarios de esta evolución son los grandes monopolios agrarios.

El objetivo de la Agenda 2030 de resolver el problema del hambre, lograr la seguridad alimentaria y una nutrición saludable y promover la “agricultura sostenible” es un fraude. Es un ataque contra la agricultura y, en consecuencia, contra la base de los medios de vida y el suministro de alimentos de la humanidad, especialmente, del Tercer Mundo.

Los campesinos no se han quedado de brazos cruzados. En muchos lugares, como en Países Bajos, las protestas se han prolongado durante meses y han contado con el apoyo de amplios sectores sociales, hasta formar uno de los mayores movimientos de la posguerra en el país de los tulipanes.

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