La ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos

Juan Manuel Olarieta

La naturaleza y la sociedad no conocen el reposo. Todo cambia, evoluciona y se
desarrolla. Pero el materialismo dialéctico no sólo afirma la existencia del
movimiento en todos los fenómenos de la naturaleza y la sociedad sino que
describe la forma en que ese movimiento se produce.

La ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos
explica que el movimiento de la materia, de la historia, de las sociedades y
del pensamiento, su evolución y su desarrollo, se produce por cambios que son tanto
cuantitativos como cualitativos, y que la acumulación de cambios cuantitativos
conduce necesariamente a cambios cualitativos.

Esta ley es dialéctica o, como decía Engels, recíproca (1), es decir, que los cambios
cualitativos también conducen a cambios cuantitativos. A veces este último
aspecto no se tiene en cuenta suficientemente. La distinción entre lo
cuantitativo de lo cualitativo es relativa. Los cambios cualitativos lo son en
comparación con otros, que son meramente cuantitativos. Frente a los otros, los
cambios cuantitativos se caracterizan por ser graduales, e incluso
imperceptibles, mientras que los otros son esenciales, cardinales, hasta el
punto de que se califican de saltos, que son las explosiones rápidas y
revoluciones que cambian una situación en muy poco tiempo.

Los cambios cuantitativos no se pueden menospreciar porque son tan importantes
como los cualitativos. La ley afirma que sin pequeños cambios no hay grandes
cambios y sin pequeñas luchas cotidianas no hay grandes combates históricos. No
obstante, hay personas que no acuden a las manifestaciones porque creen que
“no sirven para nada”. Tampoco acuden a las reuniones por el mismo
motivo. Para ellos ninguna movilización tiene utilidad alguna. Las pequeñas
escaramuzas les fatigan y arrojan la toalla. Quizá suponen que al día siguiente
de una manifestación contra el desempleo, el desempleo debe desaparecer. La ley
de la trasformación de los cambios cuantitativos en cualitativos afirma, por el
contrario, que para que se produzca cualquier cambio social importante las
masas deben acumular multitud de pequeñas e insignificantes experiencias por
medio de las cuales se templan y organizan de forma cada vez más consistente.

El movimiento, decía Engels, es una contradicción (2); es a la vez continuo y
discontinuo, producción y reproducción. Uno se divide en dos (cambio
cuantitativo) y dos forman uno (cambio cualitativo). No es sólo crecimiento o
aumento cuantitativo sino, además, la aparición de lo nuevo y la desaparición
de lo viejo, en donde lo nuevo surge de su opuesto: lo viejo. El desarrollo
reproduce lo ya existente y produce lo que antes no existía. Es a la vez
conservador y revolucionario. La evolución de la materia y de las sociedades
produce novedades, crea o genera nuevas cualidades y propiedades, al mismo
tiempo que crece cuantitativamente, multiplica lo ya existente, reproduce lo
anterior, surgiendo varios ejemplares distintos partiendo un mismo original.

En el movimiento aparece tanto la continuidad como la discontinuidad. Por ejemplo,
la reproducción biológica de una especie no es un puro mecanismo cuantitativo,
de multiplicación de varios seres iguales partiendo de un mismo ancestro, sino
cuantitativo y cualitativo a la vez. Los descendientes no son iguales a sus
ascendientes sino que los imitan, es decir, se parecen y no se parecen al mismo
tiempo, se parecen en algunos rasgos y difieren en otros.

Lo mismo sucede con la evolución humana, a lo largo de la cual el cerebro
creció cuantitativamente, aumentó de tamaño, dando lugar a un salto
cualitativo: su lateralización. El cerebro humano, a diferencia del de los
simios, está dividido en dos hemisferios, cada uno de los cuales está
especializado en el cumplimiento de determinadas funciones. Así, el hemisferio
derecho controla la parte de la izquierda del organismo, mientras que el
hemisferio izquierdo controla la parte derecha del organismo. Los seres humanos
son diestros o zurdos, mientras que no ocurre lo mismo con los simios porque su
cerebro no está lateralizado.

Un principio básico del materialismo afirma que lo nuevo no surge de la nada:
“ex nihilo nihil fit”. En palabras de Lucrecio, “nada puede a la
nada reducirse, ni cosa alguna hacerse de la nada”
(3). Lo nuevo surge de su contrario: de lo viejo. Algo tiene que morir para que nazca vida.

Los movimientos materiales más importantes se pueden clasificar en cuatro
tipos: físicos, biológicos, sociales e intelectuales. Cada uno de ellos tiene
características que son propias, es decir, que no se pueden reducir los unos a
los otros. Cuando los fenómenos biológicos se tratan de explicar recurriendo a
las leyes propias de la física, o cuando los movimientos sociales se intentan
reducir a leyes biológicas, se incurre en el mecanicismo, que es una variante
errónea del materialismo.

La vida también es una forma de movimiento de la materia y, por lo tanto, una
contradicción cuya contrapartida es la muerte: “La vida, por tanto, es
también una contradicción presente en las cosas y los hechos mismos, una
contradicción que se pone y resuelve constantemente; y en cuanto cesa la
contradicción, cesa también la vida y se produce la muerte”
(4). A
lo largo de la evolución el surgimiento de unas especies ha supuesto la
extinción de otras, como los dinosaurios.

En otra obra Engels reiteró la misma idea: “Ya no se considera científica
ninguna fisiología si no entiende la muerte como un elemento esencial de la
vida, la negación de la vida como contenida en esencia en la vida misma, de
modo que la vida se considera siempre en relación con su resultado necesario,
la muerte, contenida siempre en ella, en germen. La concepción dialéctica de la
vida no es más que esto. Pero para quien lo haya entendido, se terminan todas
las charlas sobre la inmortalidad del alma. La muerte es, o bien la disolución
del cuerpo orgánico, que nada deja tras de sí, salvo los constituyentes
químicos que formaban su sustancia, o deja detrás un principio vital, más o
menos el alma, que entonces sobrevive a todos los organismos vivos, y no sólo a
los seres humanos. Por lo tanto aquí, por medio de la dialéctica, el solo hecho
de hablar con claridad sobre la naturaleza de la vida y la muerte basta para
terminar con las antiguas supersticiones. Vivir significa morir”
(5).

Los dos aspectos contradictorios del movimiento son, pues, indisociables. No
existen cambios cualitativos que no hayan sido preparados por otros de tipo
cuantitativo, del mismo modo que no hay cambios cuantitativos que no conduzcan,
tarde o temprano, a cambios cualitativos.

Los movimientos no son lineales; no crecen indefinidamente ni en una única
dirección. Son esencialmente discontinuos porque en ellos aparecen rupturas.
Por ejemplo, según el principio de Paracelso, la ingesta de una misma sustancia
tiene consecuencias distintas en el organismo según la dosis cuantitativa.
Incluso provoca efectos opuestos: a pequeñas dosis una medicina es saludable
mientras que una pequeña cantidad adicional resulta letal para quien la
ingiere.

Esta ley comprende el concepto decisivo de transición, que es el punto a partir
del cual uno se transforma en su contrario. Las transiciones son las conexiones
de una cualidad con otra. Los cambios cualitativos o saltos no se producen en
el vacío sino en forma de transiciones más o menos dilatadas en el tiempo. A
estas transiciones Engels y Lenin las llamaron, a veces, “puntos de
inflexión”
. Son los momentos de ruptura en los que un fenómeno se
transforma en su contrario. Es relativamente fácil observar la diferencia entre
un fenómeno y su contrario, decía Lenin, pero no la transición entre ambos,
«y eso es lo más importante”(6). La transición es la esencia del cambio:

“El cambio es, a la vez, en esencia, la transición de una calidad a otra
o, en forma más abstracta, del ser a la no existencia; y ello contiene otra
definición diferente de la gradualidad que es sólo una disminución o un
aumento, y un aferramiento unilateral a la magnitud”
(7).

En este punto los errores posibles son dos. Por un lado, los materialistas
vulgares sólo tienen cuenta los cambios cuantitativos, algo muy corriente entre
algunos científicos que consideran que su tarea consiste sólo en medir, que
sólo hay ciencia sobre los cambios cuantitativos: “se aferran
unilateralmente a la magnitud”
, como dice Lenin.

Pero hay también quienes sólo tienen en cuenta lo cambios cualitativos. Por
ejemplo, cuando los comunistas indican las formas de transición del capitalismo
al socialismo los trotskistas les acusan de “etapismo” porque
consideran que el nuevo modo de producción es un salto súbito que es posible
recorrer de la noche a la mañana. En realidad el socialismo es también una
etapa en el recorrido hacia el comunismo que, a su vez, se compone de varias
fases. Cada una de ellas se puede recorrer más o menos velozmente, e incluso en
determinados países alguna de ellas no será necesaria o en una misma etapa se
podrá realizar simultáneamente el programa que corresponde a otra. Pero no todo
el programa se puede llevar a cabo al mismo tiempo porque ninguna revolución es
un acto sino un proceso.

Engels expuso numerosos ejemplos extraídos de la realidad para ilustrar el
funcionamiento de la ley de la transformación de los cambios cuantitativos en
cambios cualitativos. El más socorrido de ellos es la transformación del agua
del estado sólido al líquido con el descenso de la temperatura, o al vapor con
su aumento. Pero en las ciencias existen muchos otros fenómenos que ilustran la
universalidad de esta ley, como los siguientes:


El punto de Curie

Las propiedades magnéticas de los metales no son inherentes a ellos sino que cambian en razón inversa a la temperatura. Los metales ferromagnéticos van perdiendo su cualidad a medida que la temperatura aumenta. Para cada metal magnético existe una determinada temperatura, llamada punto de Curie, a partir de la cual se transforma en su contrario, en paramagnéticos (no magnéticos).

Por ejemplo, para el hierro el punto de Curie es de 770 grados centígrados. Por
debajo de dicha temperatura el hierro funciona como un imán porque
el comportamiento magnético predomina frente al comportamiento térmico. Por encima
de esa temperatura, el hierro pierde su capacidad magnética porque las
propiedades térmicas prevalecen.


La velocidad Mach

Con el aumento de la velocidad un avión encuentra una resistencia aerodinámica
que crece más que proporcionalmente, hasta que llega un punto, llamado
velocidad Mach, que coincide con la velocidad del sonido (1.029 metros por
segundo, 3.705 kilómetros por hora), a partir del cual la resistencia
aerodinámica se transforma en su contrario: no aumenta sino que se reduce.


El cambio de la atmósfera terrestre

La química conoce dos procesos opuestos, la reducción y la oxidación, según el
átomo gane o pierda electrones. Durante millones de años de evolución del
planeta, la primitiva atmósfera terrestre pasó de ser reductora, es decir,
carente de oxígeno, a su contrario, a ser oxidante.


La cuadratura del círculo

Para ilustrar la ley de la transformación de lo cuantitativo en lo cualitativo,
entre otros ejemplos, Engels toma de Nicolás de Cusa (8) la contradicción entre lo recto
y lo curvo, que procede de la milenaria polémica matemática sobre la
“cuadratura del círculo” que ha subyugado a numerosos pensadores a lo
largo de la historia. La relación entre la circunferencia (una curva) y su
diámetro (una recta) da lugar a un número de distinta naturaleza (“número
sordo”
o número real) que se describe con la letra griega п (pi) y que
aparece por los rincones más insospechados de la matemática para demostrar que
no se puede “cuadrar” un círculo, es decir, que dada la longitud del
diámetro no es posible calcular exactamente el área del círculo. Los números
reales representaban la continuidad; los enteros la discontinuidad.

La expresión “cuadratura del círculo” ha pasado luego al lenguaje
corriente para expresar la esencia de la contradicción, algo imposible de
realizar.


El postulado de continuidad de Arquímedes

Arquímedes (287-212 a.n.e.) fue uno de los primeros científicos que explicó
matemáticamente la ley de la transformación de los cambios cuantitativos en
cambios cualitativos al introducir el postulado de continuidad. Según
Arquímedes una magnitud que evoluciona de un valor a otro, a lo largo de su
recorrido toma todos los valores intermedios entre ambos. Arquímedes aludía a
dos valores extremos, siempre con el sobreentendido tácito de que tales
extremos son comparables, es decir, que sólo se diferencian cuantitativamente
y, por tanto, se puede recorrer el trayecto entre uno y otro. Una magnitud es
comparable a otra si es proporcional, si está construida a escala suya, como
los planos o las maquetas respecto del original.

El postulado de continuidad es, además, un postulado también de la
discontinuidad. A partir de entonces la matemática habla de magnitudes
arquimedeanas (o no arquimedeanas) en referencia a si se pueden comparar o no.
Entre unas magnitudes y otras no sólo hay diferencias cuantitativas sino
también cualitativas de manera que, precisamente a causa de ello, no se pueden
poner en relación ni comparar. Las arquimedeanas se pueden comparar porque son
homogéneas, pero hay otras incomparables, como el punto y la recta porque un
punto no añade nada a una recta. Del mismo modo, hay magnitudes que nada añaden
a aquellas otras a las que se unen y se las puede despreciar. En las magnitudes
no arquimedeanas no se pueden introducir las medias (aritmética, geométrica,
armónica).


La teoría del límite de Cauchy

En el siglo XIX Cauchy afinó el concepto de límite, que es una aplicación del
postulado de Arquímedes al análisis matemático que define el concepto de salto,
de cambio cualitativo.


La morfogénesis de los embriones

En el desarrollo de cualquier embrión, la multiplicación cuantitativa de las
células da lugar a su especialización cualitativa. Al dividirse una misma
célula produce tejidos completamente distintos, como el riñón o la oreja. Las
células se desarrollan, pues, de manera divergente. No sólo se crean más
células sino células distintas pertenecientes a órganos también distintos. Lo
diferente surge de lo idéntico, lo genérico se diversifica, la cantidad se
transforma en cualidad, lo uniforme se convierte en multiforme. En los
embriones de determinadas especies, como las estrellas de mar, las células que
se multiplican no se amontonan de una manera abigarrada sino en torno a ejes de
simetría (arriba y abajo, izquierda y derecha, delante y detrás). El proceso
sigue fases contrapuestas: unas, predominantemente multiplicativas
(cuantitativas), son imprescindibles para aquellas otras predominantemente
diferenciales (cualitativas).


La teoría del equilibrio puntuado

En la teoría de la evolución hay otra larga polémica entre los partidarios de
una explicación fundamentada exclusivamente sobre los cambios cuantitativos,
como Lamarck y Darwin, frente a otros que, como Cuvier y los actuales
defensores del “equilibrio puntuado”, como Stephen Jay Gould, ponen
el énfasis en los cambios cualitativos, las catástrofes y explosiones
repentinas. Ambas tesis son unilaterales. En la evolución de las especies hay
tanto continuidad como discontinuidad.


La crítica leninista de las paradojas de Zenón

Las cuatro paradojas de Zenón de Elea (495-435 a.n.e.) dieron lugar a otra de
las polémicas más importantes de la historia del pensamiento humano. El objeto
del ataque de Zenón era el movimiento, ya que defendía una concepción
metafísica del universo, inmutable y estático.

Para defender su teoría, Zenón consideraba el movimiento de una manera
discontinua, por etapas, como una suma de estados de reposo o, como decía
Lenin, describiendo el resultado del movimiento pero no el movimiento mismo:
“No podemos imaginar, expresar, medir, describir el movimiento sin
interrumpir la continuidad, sin simplificar, hacer más tosco, desmembrar,
estrangular lo que está vivo. La representación del movimiento por medio del
pensamiento siempre hace más grosera, mata –y no sólo por medio del
pensamiento, sino también por la percepción sensorial, y no sólo del movimiento
sino de todos los conceptos”
(9).

Las paradojas de Zenón ponían de manifiesto que no se puede concebir lo
discreto sin lo continuo ni lo finito sin lo infinito, que el movimiento es una
unidad de contrarios: “El movimiento es la esencia del espacio y el
tiempo. Dos conceptos fundamentales expresan dicha esencia: la continuidad
infinita y la ‘puntualidad’ (=negación de la continuidad, discontinuidad). El
movimiento es la unidad de la continuidad (del tiempo y el espacio) y de la discontinuidad (del tiempo y el espacio). El movimiento es una contradicción, una unidad de contradicciones”
(10).


Notas:

(1) Engels, Dialéctica de la naturaleza, Madrid, 1978, pg.203.

(2) Engels, Anti-Dühring, México, 1968, pg.111.

(3) Lucrecio: De rerum natura, §855.

(4) Engels, Anti-Dühring, cit., pg.112.

(5) Engels, Dialéctica de la naturaleza, cit., pg.235.

(6) Lenin, Cuadernos filosóficos, Obras Completas, tomo 29, pgs.124-125.

(7) Lenin, Cuadernos filosóficos, Obras Completas, tomo 29, pg.108.

(8) Nicolás de Cusa, La docta ignorancia, Barcelona, 1981, pgs.52 y stes.

(9) Lenin, Cuadernos filosóficos, Obras Completas, tomo 29, pgs.245-246.

(10) Lenin, Cuadernos filosóficos, Obras Completas, tomo 29, pg.244.

comentarios

  1. En el apartado de Arquímedes pones el ejemplo del punto y la recta como dos cosas incomparables, pero que yo sepa una recta es una sucesión de puntos ¿no? Se lo oí a un profesor de matemáticas.

    1. yo diría que no, porque el punto no tiene ninguna dimensión. Por lo tanto una sucesión de elementos sin niguna dimensión (puntos) no sumaría ninguna longitud, la longitud de la recta sería siempre 0.

  2. Es algo complicada la filosofia, de hecho llegue al blog por ina tarea d la universidad, pero me voy esclarecido de un grupo de conceptos. Gracias por el post.

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