La Internacional Judicial, nueva arma imperial

Darío Herchhoren

El imperialismo como forma de relación internacional tiene muchos años de práctica, y seguramente debemos rebuscar en la historia antigua para encontrar sus primeros vestigios. Encontramos entonces a los partos (los antiguos persas), los griegos (antiguos macedonios) que al mando de Alejandro el Magno contruyeron uno de los imperios más vastos de la antigüedad, y el culmen fueron los romanos, que crearon el más importante imperio antiguo que se conoce, y que fué el origen del estado moderno, donde había barcos y empresas de navegación muy similares a los de nuestros días.

Pero cuando hablamos de imperialismo en la actualdad nos referimos a una etapa de la producción que está caracterizada por la producción y comercialización en masa, que es la característica de la economía capitalista. Sin un desarrollo previo de la economía, y en especial desde la aplicación de las máquinas de vapor, no hay capitalismo, y por ende no hay imperialismo, que es su fase superior, como bien enseñaba Lenin.

Esa expansión del imperialismo, y sobre todo desde que el imperio norteamericano se constituyó en hegemónico el mundo no conoció lo que ahora se viene llamando «globalización».

Pero ese desarrollo del capitalismo no podía ser pacífico. Para que exista ese nivel global había que superar a otros imperios menores, aplastar a los pueblos que no se dejaban avasallar, destruir sus industrias artesanales, liquidar sus redes comeciales interiores, y todo eso significa la guerra como instrumento de una política imperial que se impone por la fuerza de las armas en un principio, y luego creando toda una enorme estructura «cultural» donde entran a jugar un papel fundamental las iglesias, los medios de comunicación, la enseñanza, y actualmente los nuevos instrumentos de idiotización de masas como diversas oenegés, internet, las llamadas «redes sociales», que en realidad forman una tupida red, pero para pescar incautos.

En la década de 1980, y luego de un profuso baño de sangre producido por las dictaduras de Sudamérica, y orquesatas todas por organizaciones benéficas como la CIA, la DEA, la DIA, el MI5, el Mossad, el FBI, las diversas policías sudamericanas, los coroneles y generales franceses como Beaufré, Salan, Massu y con individuos tales como Licio Gelli fundador de la logia P2 (Propaganda Due), el Banco Ambrosiano dirigido por el finado Roberto Calvi, Cardenal Marcinkus, su asesino (la lista sería interminable) comienzan a florecer luego de la poda que significó la Operación Cóndor, movimientos de masas que con mucho esfuerzo arman nuevamente los grandes flujos populares que demandan cambios estructurales, y da comienzo una etapa de consolidación de gobiernos de izquierda en sudamérica. Es así como surgen Hugo Chaves en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, José Mugica en Uruguay, los Kirchner en Argentina.

Los gobiernos de izquierda mencionados son producto de procesos electorales intachables desde el punto de vista del estado burgués, y por lo tanto estos gobienos producen cambios de carácter superestructural, pero en general no cambian la estructura económica heredada de los gobiernos dictatoriales anteriores, y todo eso hace que las masas reclamenen a sus líderes cambios más profundos, que afectarían a la estructura económica de esos paises. Ello significaría expropiar las grandes fortunas, los grandes latifundios, los bancos extranjeros y la creación de una banca nacional al servicio de los pueblos.

Ese paso, con las herramientas legales hechas por la burguesía son muy poco viables, para los gobiernos populares y eso hace que al no haber un cambio estructural, dichas burguesías que no han perdido los medios de comunicación, ni el control del llamado «Poder Judicial» se recuperen y conscientes del peligro que corren, comiencen una ofensiva a través de los medios de comunicación de masas, radio, televisión, diarios, redes sociales, para primero desacreditar a los líderes populares, y luego mediante el uso de sus contactos en el «Poder Judicial», fabriquen cauusas penales por «corrupción» contra ellos.

El comienzo de esa estrategia empieza con el presidente Fernando Lugo de Paraguay, que es víctima de una acusación en el Senado de su país, y en un solo día, es destituido, siendo reemplazado en su cargo por su vicepresidente que se pliega a la conspiración. Pero Paraguay es un país pequeño y pobre, y la cosa no tiene mucho eco. Indudablemente la presa mayor es Brasil, y se arma una nueva farsa judicial contra Dilma Roussef, la presidenta de Brasil y antigua vicepresidenta de Lula Da Silva, que era en realidad el objetivo a batir, para frustrar su posible vuelta a la presidencia de Brasil, y como colofón, la acusación de «corrupción» contra Lula, su condena y posterior encarcelamiento. No hay una solo prueba objetiva contra Lula, pero da igual. No se respetan ni las formas cuando está en juego la propiedad. La lucha de clases es así.

En Ecuador, ocurre algo muy similar contra Rafael Correa. Se inventa una causa penal contra él, pero esta vez por «secuestro», y se dicta una orden de captura internacional contra él.

En Argentina se desata una verdadera cacería contra miembros de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que tienen su culminación cuando se acusa a Cristina Frnández de Kirchner por corrupción, utilizando como medio de prueba unas fotocopias de un cuaderno que llevaba un chófer de un ex ministro, que atestigua que estuvo presente cuando la ex presidenta recibía sobornos al igual que algunos de sus ministros. ¿Es creible que un chófer estuviera presente en esos presuntos actos de corrupción? Indudablemente no. Tampoco se puede acusar con fotocopias si no aparecen los originales, que seguramente no aparecerán nunca.

Llama la atención que ahora los golpes de estado no se realicen con tanques ni soldados en las calles, ni policías. No hacen falta. Para eso está el llamado «Poder Judicial».

Pero ahora viene la pregunta obvia: ¿Existe en realidad el «Poder Judicial»?, ¿Es en realidad «independiente»? Ya he expresado en varias ocasiones en este mismo medio que no puede ser que exista un «poder» que funcione en forma autónoma. El estado es uno y solo tiene tres funciones administrativas que se coordinan entre si. Y nada más.

Pero hay que hacerse otra pregunta para completar el cuadro: ¿Quienes forman parte del llamado «Poder Judicial»? Ese llamado «poder», está integrado por hombres y mujeres en general de ideología conservadora, que están formados siempre en escuelas judiciales donde los profesores y alumnos provienen de las clases acomodadas, y que hacen una interpretación del derecho a través de la lente de su clase al igual que los fiscales que tienen el mismo origen social. Como ejemplo de lo que afirmo veamos lo que pasa en España: Hay tres asociaciones de jueces a saber: La Asociación Profesional de la Magistratura, abrumadoramente mayoritaria, y de tendencia claramente conservadora entre cuyos cuadros hay jueces claramente fascistas, la Asociación Francisco de Vitoria muy minoritaria, y también conservadora pero algo menos que la anterior y Jueces para la Democracia, de tendencia socialdemócrata, «ma non tropo».

Lo que está pasando en Sudamérica utilizando al falso «Poder Judicial» es ilustrativo. Ese poder se presta a los manejos del poder real, que es el poder de las oligarquías, de la gran burguesía y del imperialismo. De hecho el falso «Poder Judicial» en este momento, integrado por esos hombres y mujeres como todos los seres que habitan el mundo pertenecen a una clase social, y en este momento son la vanguardia de la lucha contra los pueblos, como ha sido siempre.

Es necesario desterrar del imaginario popular la idea de que los jueces y fiscales no pisan el suelo, y que son seres angelicales con las manos cubiertas de guantes de tul. No es cierto. Los jueces como todos los seres humanos que habitamos este mundo pertenecen a una clase social, y en general obedecen a la clase a la cual pertenecen, con muy honrosas y escasas excepciones. Se han convertido en la Internacional Judicial al servicio de las peores causas, y como son elegidos por cuerpos ajenos a la soberanía popular, no rinden cuentas. Son el instrumento perfecto.

Por ello hay que erradicar del lenguaje coloquial expresiones tales como «todo el peso de la ley» (que debe ser muy pesada sobre todo para los sectores populares). Ya lo dijo mi paisano José Hernández en su inmortal obra Martín Fierro. «La ley es tela de araña que solo atrapa bichos chicos, porque los grandes rompen la tela y escapan».

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo