La histeria ha llegado para quedarse


Al ahorcado no le mata el verdugo sino su propio peso, dice un viejo refrán. Si además es uno mismo quien se pone la soga al cuello, es difícil que podamos acusar a terceros de ser los responsables de la muerte.

Las medidas terroristas impuestas por los diferentes Estados como consecuencia de la histeria no sólo cuentan con el aplauso de una parte importante de sus víctimas, sino que hay quien pide más y pone como ejemplo a China, donde el confinamiento ha sido muy estricto. Como en China la epidemia ha remitido, queda demostrado que, en efecto, es una medida eficaz.

Sin embargo, si observamos la imagen veremos un hospital de campaña instalado en Camp Brooks, Boston, en 1918 como consecuencia de otra epidemia mucho peor que ésta: la llamada “gripe española”, donde los médicos sacaron a los enfermos al aire libre para que tomaran el sol, es decir, todo lo contrario del confinamiento.

La consecuencia que sigue al confinamiento es la detención, cuyo fundamento no es el delito sino la salud. El ministro de Justicia de Estados Unidos ya lo ha pedido al Congreso. El encarcelamiento será indefinido, o bien hasta que se cure, o bien hasta que un médico diga que ya no es un “riesgo”, es decir, que la víctima sabe cuándo entra pero no cuándo sale (si es que sale alguna vez porque quizá no se cure nunca).

La actual mascarilla será sustituida por un distintivo que diferencie a los sanos de los apestados, que serán discriminados. Desde luego que no podrán entrar en locales públicos porque son “personas de riesgo”, es decir, sospechosos de algo. A fin de que no se mezclen, habrá locales para unos y para otros debidamente señalizados. En los autobuses los sanos se sentarán en un lugar debidamente habilitado y los demás en otro un poco alejado del anterior.

Las fronteras se cerrarán para siempre, pero según y como ordene el Estado. Por motivos de salud pública, para ciertos países apestados el turismo se ha acabado y con él ciertas líneas aéreas, ciertos hoteles, balnearios, turoperadores…

La salud pública no permitirá que consumamos determinados productos que proceden de países sospechosos y consumiremos lo mismo, pero procedentes de países seguros, sanitariamente impecables, aunque tendremos que pagar un poco más, lo cual siempre es recomendable porque reunirán todas las garantías, que serán muy estrictas (con unos y no con otros).

Ya han llegado los salvoconductos sanitarios, que antes estaban reservados sólo para los perros. Todos deberemos llevarlo encima, junto con nuestro DNI, el pasaporte, el abono de transporte y el de socios del Rayo Vallecano. En Italia los salvoconductos no los extiende un médico sino el Ministerio del Interior. A quienes la policía no les entregue dicha acreditación, les darán un carnet que los convertirá en un punto intermedio entre los ciudadanos de pleno derecho y los extranjeros.


Quedan prohibidos los partidos políticos de riesgo, pero como todos somos iguales, a los apestados también les dejarán votar, aunque en colegios diferentes y en urnas diferentes. Es más, el voto será obligatorio, pero sólo se podrán elegir a cargos sanos porque, para evitar el contagio, en el Congreso no se podrán juntar unos diputados con otros. Las coaliciones de sanos y enfermos no serán posibles.

El estado de sitio será permanente. El ejército seguirá patrullando las calles por si acaso. Aprovisionarán a la policía con drones intimidatorios dotados de altavoces para impartir órdenes a los vecinos, como en Niza. A su vez, aprovisionarán a los drones con lectores de código de barras, a los cuales habrá que mostrar la documentación.

En lo sucesivo las personas deberán guardar una distancia de seguridad unas de otras. Por si acaso. Es recomendable no hablar con nadie, no saludar a nadie, no abrazar a nadie y si encuentras pareja, lo primero que debes hacer es exigirle un certificado de sanidad para que no te contagie.

Para que el miedo nunca salga del cuerpo, periódicamente el ejército desinfectará aparatosamente ciertos lugares públicos, de mucho tránsito, a plena del día, para que todo el mundo lo vea y no olvide que su vida está en riesgo si no toma las debidas precauciones.

(Nota: Se entiende que “tomar las debidas precauciones” consiste en hacer lo que los expertos digan que hagas)

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