Dos palabras sobre la unilateralidad

Bianchi

Podríamos discutir el aspecto filosófico del término y decir que es antidialéctico por cuanto resulta extremadamente difícil que nada se mueva, mecánicamente al menos, «unilateralmente» sin que se encuentre resistencias o movimientos curvos o geodésicos con sus orisferas y asíntotas incluidos estados de aparente reposo. Y es que «uno se divide en dos».

Ni siquiera un poder tan arbitrario y fascista como el gobierno de Rajoy y, por extensión, el Régimen del 18 de Julio o, si se prefiere, el «Régimen del 78», como le dicen, actúa de forma «unilateral», aunque lo parezca, aplicando el art.155, por ejemplo, sino que todo lo hace en reacción, o movido por, a movimientos exteriores a él, y conste que, si de Mariano dependiera, nos iríamos a un plácido 2º principio de la termodinámica y a un encefalograma plano y neguentrópico. Pero no nos pongamos herméticos y abstrusos.

Y vayamos a los ejemplos. Tenemos, p.ej., que la organización armada vasca ETA declara «unilateralmente» -hace ya seis años- el cese de toda actividad armada, y el Gobierno, sin ni siquiera pronunciarse salvo para exigir más y más renuncias a ETA y, de rebote, a las siglas que participan de su ideario político, aceptan de mil amores, tácitamente, esa bendita unilateralidad casi caída del cielo, en otras palabras: sí a esa unilateralidad, esa es la buena. Aquí observo y me estoy quieto, aparentemente. Dejo hacer. Y es que hay otra mala, a saber, la famosa Declaración Unilateral de Independencia (DUI) de Catalunya en forma de República. Esta no, esta va a ser que no, esta «unilateralidad» no vale, mire usted. No solamente va contra la sagrada unidad de España y obvia la opinión del conjunto de los españoles en el referéndum «ilegal» sino algo peor, mucho peor: no se cuenta con la otra parte del binomio, que soy yo, el Gobierno de España, ergo: la bilateralidad, de modo que de unilateralidad rien de rien. Aquí observo, pero actúo ¡y de qué manera! Ni estoy quieto ni dejo hacer, como el perro fascista del hortelano.

Conclusión: si en un caso la unilateralidad es válida (así se las ponían a Fernando VII las carambolas), en el otro, el catalán, es inválida, por lo tanto, habrá declaración de guerra, que es lo que hizo el rey Felipe VI en su corto discurso amenazando a la díscola Catalunya y abriendo la veda para lo que vino después, o sea, leña al mono hasta que hable inglés.

Así gobierna hasta mi abuela.

Bona tarda.

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