Cómo contribuye Twitter a la falsificación de las elecciones

Eso que la burguesía califica como “política” es como todo lo demás, falso, porque se basa en algo que es inherente a su propia condición de clase: la apariencia y la superficialidad.

Hay, pues, una política superficial, aparente, que se basa en la publicidad y en la colusión con los medios de comunicación, y otra subterránea, clandestina, que sólo aparece cuando los micrófonos se apagan.

Los políticos burgueses, lo mismo que las empresas capitalistas, se apoyan en las apariencias, en una determinada imagen “de marca” que no tiene nada que ver con la realidad.

Como el mismísimo Trump, por ejemplo, tienen una cuenta en Twitter para aparentar un contacto inmediato y directo con sus conciudadanos, mientras abren otras falsas en las que se explayan con mayor libertad. Por eso se produce esa paradoja: en las primeras, las verdaderas, no dicen la verdad, mientras que es en las falsas donde dicen lo que realmente piensan.


El político de verdad empieza en cuanto el micrófono se apaga. Ahí es donde se muestra tal cual es realmente.

Lo mismo ocurre en Twitter, tanto con los políticos como con los partidos. Hay perfiles verdaderos y perfiles falsos, pero si quieres saber la verdad tienes que ir a estos últimos.

En una cuenta falsa un partido puede decir lo que le da la gana, mientras que la verdadera le compromete.

Los verdaderos maestros en el arte de la falsificación son los de Podemos, un partido virtual donde los haya. Pero la proliferación de cuentas falsas es característica de todos los partidos burgueses, hasta el punto de que se ha creado un blog, llamado Bots de Twitter (*), para denunciarlas.

Los partidos y los políticos tienen dos perfiles en internet lo mismo que tienen dos caras en la vida real y no es que una sea verdadera y la otra falsa, puesto que ellos mismos son los que las abren: ambas son falsas y si abren dos es porque quieren decir dos cosas distintas.

Son como Jekill y Míster Hyde; tienen su lado oscuro, que se pone de manifiesto, sobre todo, en las épocas electorales, ya que viven de ellas. Las elecciones son su habitat y el sello de calidad de una democracia -dicen ellos- se mide por sus elecciones.

Si a esa banda de farsantes les tomamos la palabra y equiparamos la democracia a las elecciones, entonces estaremos obligados a concluir que unas elecciones falsas conducen a una falsa democracia. Si las promesas electorales son falsas, si el dinero gastado en las elecciones no es el real, si llevan a cabo un trabajo subterráneo en internet, ¿qué tienen de auténtico los partidos burgueses?, ¿qué tienen de verdad las elecciones? Si todo es falso, ¿pueden ser un reflejo veraz de la realidad, de una determinada opinión?, ¿o más bien es todo mentira, una falsificación?

En 2015, durante las elecciones andaluzas, Twitter tuvo que suspender por fraude varias cuentas abiertas por los partidos políticos que se presentaban a ellas. Las cuentas desaparecieron, pero las elecciones no. Nadie dijo que eran un fraude.

Sin embargo, los pucherazos informáticos de los partidos han llegado a tal extremo de que pagan a empresas para generar los fraudes, una mecánica que ya funciona de forma automática, por medio de programas que generan miles de mensajes como si fueran reales. Hay políticos falsos, con cuentas falsas que emiten mensajes falsos por las redes sociales, que crean falsos seguidores, falsas tendencias (“trending topics”)…

No sólo en internet. Todo en la política burguesa es falso, lo que en Argentina denominan “trucho” y en la jerga informática anglosajona “trolleo”. Especialmente en épocas electorales los partidos contratan “troll centers” con expertos a sueldo dedicados a jornada continua a falsificar la realidad en internet. Las farsas electorales se han profesionalizado e institucionalizado y nadie parece sorprenderse por ello.

(*) https://botsdetwitter.wordpress.com/

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