Alemania se opone a la querella sudafricana y en Sudáfrica recuerdan sus trapos sucios

Sudáfrica es un país más conocido por la querella contra Israel por genocidio ante el Tribunal Internacional de Justicia, que por pertenecer al grupo Brics. Sin embargo, en España se le conoce -sobre todo- por organizar el Mundial de Fútbol de 2010, donde conquistaron su primera copa con el famoso gol de Iniesta.

Uno de los países más beligerantes contra la querella sudafricana, aparte de Israel, ha sido Alemania, que compitió con Sudáfrica por la organización del Mundial de Fútbol cuatro años antes, en 2006.

Para apoderarse del Mundial de aquel año, Alemania recurrió a un fondo para sobornos de 6,7 millones de euros creado por Robert Louis Dreyfus, el director de Adidas, la multinacional de ropa deportiva.

Naturalmente los sobornos fueron a parar a los bolsillos de los parásitos de la FIFA, la Federación Internacional de Fútbol, para comprar sus votos.

En 2006 Alemania tuvo que emplearse a fondo con la FIFA porque inicialmente Sudáfrica partía como favorita para organizar el Mundial. Sobornaron a Charlie Dempsey, el delegado neozelandés de la FIFA para que se abstuviera en la votación. El recién fallecido Franz Beckenbauer, ​​Theo Zwanziger, presidente de la federación alemana de fútbol, y otros parásitos le pagaron 250.000 dólares.

El entonces presidente sudafricano Thabo Mbeki habló de “apartheid mundial” para calificar los chanchullos alemanes contra Sudáfrica.

En 2016 Suiza abrió una “investigación” por corrupción contra el clan mafioso del fútbol alemán, que se fue alargando durante años, hasta que la pandemia enterró el asunto en 2021, aprovechando que el mundo habría que descubierto de repente que había cosas más importantes que el fútbol.

Nueva Zelanda se quedó con el culo al aire. La federación local de fútbol le había ordenado votar a favor de Sudáfrica y el Ministro de Deportes de Nueva Zelanda, Trevor Mallard, calificó la desobediencia de Dempsey como una “vergüenza nacional”. Dempsey había “dañado la reputación internacional del país”. La Primera Ministra Helen Clark se vio obligada a llamar rápidamente al Presidente africano Mbeki para disculparse.

La Asociación Sudafricana de Fútbol quiso anular la votación en un tribunal de arbitraje deportivo, pero el suizo Sepp Blatter, Presidente de la FIFA, los disuadió prometiéndoles que en el Mundial de 2010 no les fallaría. África sería la sede del torneo.

Si eso ocurría por un asunto menor, como la organización de un Mundial de fútbol, no queremos ni pensar en lo que envuelve a otros asuntos, mucho más trascendentales. Para Alemania fue la mayor crisis del fútbol desde el escándalo de corrupción de la Bundesliga de la década de los setenta.

20 años después los sudafricanos se han vuelto a acordar de Alemania porque la muerte de Beckenbauer ha coincidido con la querella contra Israel. El gobierno de Berlín ha sido el primero en apoyar oficialmente los crímenes sionistas en Gaza y en Sudáfrica no se olvidan de que en la época del apartheid, Alemania apoyó abiertamente los crímenes de los fascistas sudafricanos blancos.

El Presidente de Namibia, Hein Gage, ha dicho que “Alemania no puede expresar moralmente su compromiso con la Convención de las Naciones Unidas contra el Genocidio, incluida la expiación por el genocidio en Namibia, mientras apoya el equivalente de un holocausto y de un genocidio en Gaza”.

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