100 años de la historia de Irak contada en 100 líneas (2)

En 1948 se produjo el levantamiento popular más importante, conocido con el nombre de Al-Watbah (El Salto). Los estudiantes desencadenan inicialmente el movimiento por dos motivos: el primero contra las negociaciones con los imperialistas británicos (Tratado de Portsmouth) y el segundo por el destierro palestino. Luego los trabajadores ferroviarios se declararon en huelga, así como los campesinos, que ocuparon las tierras en la mayor parte del país. Varias manifestaciones masivas sacaron a la calle a decenas de miles de personas. El 27 de enero la policía disparó contra ellas, matando a unas 400 personas, lo cual no detuvo el descontento. El Presidente del Gobierno tuvo que huir a Gran Bretaña y se formó un nuevo gobierno.

En mayo continuaron los levantamientos y el gobierno declaró la ley marcial. Al año siguiente Yusuf Salman Yusuf, conocido por el sobrenombre de Fahd, Secretario General, y otros dos dirigentes más del Partido Comunista, Zaki Basim y Husain al-Shabibi, fueron ahorcados en otras tantas plazas de Bagdad. La monarquía anuncia el fin del comunismo en Irak.

Los imperialistas cosechan su fracaso más importante cuando en 1958 un poderoso movimiento de masas unido a una sublevación militar lleva al gobierno al general Abdul Karim Kassem, al que la Wikipedia etiqueta como “marxista”. Toda la familia real y el primer ministro son ejecutados, Irak se convierte en una República, se retira del Pacto de Bagdad y estrecha relaciones diplomáticas con la URSS.

Al año siguiente Saddam Hussein, con 22 años, trató de asesinar a Kassem en un operativo organizado por la CIA. No logró su propósito, fue herido de bala en el pie y evacuado por la CIA a Tikrit, su ciudad natal, desde donde le llevaron a Beirut para seguir un cursillo de entrenamiento de la CIA. De allí la CIA le instaló en un apartamento de lujo en El Cairo, Egipto, donde estudió Derecho.

El general Kassem no era otra cosa que un nacionalista, o mejor dicho: un irakista (“Irak primero”). Emprende una reforma agraria no en interés de los campesinos pobres sino para quebrar el poder económico de los terratenientes y, por lo tanto, de la monarquía. Pero una revolución se abre camino.

Para el imperialismo el fracaso en Irak es aún peor que en Cuba. Eisenhower lo califica como el desafío más importante al se enfrentan Estados Unidos desde la Guerra de Corea de 1953. Unido a la llegada de Nasser el poder en Egipto, la revolución amenaza con extenderse por todo Oriente Medio. En Líbano desembarcan 20.000 marines y otros 6.000 paracaidistas británicos se instalan en Jordania.

El Partido Comunista es la fuerza organizada más importante del país. En mayo de 1959, un millón de personas manifiestan en las calles de Bagdad bajo las pancartas del PCI, un partido que en 1959 cuenta con 25.000 militantes. Además, el número de afiliados a las juventudes alcanza los 84.000. Las calles de Bagdad están bajo el control de los comunistas. Los obreros también están organizados en poderosos sindicatos de clase. De unas 3.500 organizaciones campesinas, el 60 por ciento estaban dirigidas por los comunistas. En las universidades hasta los estudiantes de teología islámica votan a los comunistas en porcentajes que superan al 80 por ciento. La cultura, el arte, la literatura y toda la actividad intelectual del país está dirigida por los comunistas. En Irak decir Al-Muthaqqaf (intelectual) o Al-Adib (hombre de letras) es sinónimo de comunista.

Pero aunque participan, los comunistas no son capaces de ponerse al frente de la revolución, y menos de impulsar su desarrollo hasta sus últimos objetivos, que están en manos de las corrientes nacionalistas militares. Entonces aparecen los límites del nacionalismo, que no es la solución sino una parte del problema: por su origen de clase, los militares no están dispuestos a avanzar en la revolución, lo que conduce al país a un callejón sin salida y socava los fundamentos mismos de la fuerza del nacionalismo.

Kassem se niega a entregar armas al pueblo. A un tiempo se enfrenta tanto a los comunistas como a los nasseristas, considerados como “extranjeros”. En 1960 ilegaliza al Partido Comunista. Pero también se opone al imperialismo y a los monopolios petroleros internacionales. A su vez, el imperialismo utiliza a los nacionalistas kurdos para luchar en contra de la revolución.

El imperialismo también recurre a otros nacionalistas, los baasistas, que en febrero de 1963 derrocan a Kassem y lo ejecutan con el apoyo de la CIA. Comienza una orgía de sangre. A través de una emisora secreta de radio, la CIA presenta un listado de militantes a ejecutar y en los dos primeros días del golpe son asesinadas 5.000 personas. La represión se concentra en los comunistas de una manera atroz que ha pasado a ser legendaria. El secretario general del Partido, Husain Al-Radi, conocido clandestinamente como “Salam Adil”, fue salvajemente torturado hasta la muerte.

Un agente de la CIA, Harry Rositzke, presentó el golpe de 1963 como un modelo de la manera en que el imperialismo debe ejecutar este tipo de acciones. El derrocamiento de Kassem, escribe Rositzke, “estaba previsto al detalle por los agentes de la CIA” (*). La dirección baasista se reunía con la CIA en Kuwait para mantener a los imperialistas informados puntualmente de cada uno de los pasos y de los planes del futuro gobierno golpista.

Aunque el Baas es el verdadero artífice del golpe de 1963, ponen a la cabeza del Estado al coronel Abdul Salam Aref, que pocos meses después se deshace de ellos. Entre otros muchos encarcela a Saddam, que se escapa de la cárcel en 1967.

(*) The CIA’s Secret Operations: Espionage, Counterespionage and Covert Action, Boulder, 1977, pgs.109-110

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