Venezuela está al borde de la bancarrota y los buitres acechan para devorar la carroña

A pesar de los desmentidos y las promesas de Maduro, Venezuela es un de tantos países al borde de la bancarrota, con la diferencia de que el gobierno no cuenta con la simpatía de las grandes potencias y, por lo tanto, no puede esperar mucho de los bancos internacionales asociados a ellas.

El viernes se produjo un descubierto de 1.600 millones de dólares, más otros 81 millones de PDVSA en intereses, más otros 200 millones ayer.

Ayer la Unión Europa hizo lo que mejor sabe: arrojó gasolina al incendio y, por primera vez, impuso sanciones económicas a Venezuela, una decisión repugnante, verdaderamente digna de las culebras de Bruselas.

Al mismo tiempo los buitres se reunían en su madriguera, Nueva York, para tratar sobre el agujero. Están al acecho. El país debe 150.000 millones de dólares, sólo dispone de 10.000 millones para renegociarla y de aquí a finales de año debe pagar 1.700 millones, más otros 8.000 millones el año que viene.

Washington ha prohibido a sus bancos comprar deuda de Venezuela y renegociar los acuerdos ya existentes, lo que le ha dado a Maduro la oportunidad de denuciar la “persecución financiera”, lo cual es una redundancia: si su retórica es de enfrentamiento con el imperialismo, ¿qué otra cosa puede esperar del capital financiero?

Según Caracas, el 70 por ciento de la deuda está en poder de bancos estadounidenses y canadienses o, dicho con otras palabras: el capital financiero de ambos países es el que ha estado financiando las políticas venezolanas y el que ha dejado que su gobierno llegue hasta un nivel cercano a la quiebra.

Para renegociar la deuda, el gobierno ha designado al vicepresidente Tarek El Aissami y al ministro de Finanzas Simon Zerpa, ambos incluidos en la lista de sanciones de Estados Unidos, cuyos ciudadanos no puede tratar con ninguno de ellos.

Todas agencias internacionales de calificación anticipan la quiebra; la única diferencia es el momento en el que se producirá. En cuatro años el PIB se Venezuela ha retrocedido un 36 por ciento y la quiebra agravaría aún más la situación.

Los buitres ya vuelan sobre PDVSA y otros tesoros del país, así como sus filiales en el extranjero. El imperialismo quizá ni siquiera necesite invadir nada. El que fuera el país más rico de América Latina -en cifras macroeconómicas- se hunde, y no sólo por la caída de los precios del petróleo, que suministra el 96 por ciento del presupuesto público.

En su discurso televisado del domingo Maduro aludió dos tablas de salvación, China y Rusia, a las que debe 28.000 y 8.000 millones de dólares respectivamente.

Con Moscú ya han llegado a un acuerdo para reestructurar 3.000 millones de deuda y es posible que con Pekín la cifra sea aún mayor. Mientras ambos países arrojan un bote salvavidas, que de nada servirá, los demás esperan que se hunda y restregarnos por la nariz el nuevo fracaso del “socialismo” del siglo XXI.

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