Son fachas y punto

B.

Cuando dicen y repiten patética y machaconamente que el referéndum catalán es «ilegal» dan ganas de proclamar que, si algo es ilegal, es esta «democracia» de tres centavos que viene directísimamente de la mayor ilegalidad que vieron los siglos como fue la sublevación militar-fascista del Ejército el 18 de julio de 1936 contra el Gobierno legítimo de la II República española.

De puro sabido las cosas se olvidan como, por ejemplo, que en el Estado español (España en otras longitudes y latitudes) no hubo «ruptura democrática» y sí ese engendro pactado entre el franquismo rampante y una oposición domada que se llamó «Reforma». De aquellos barros especiosos estos esperpénticos lodos. El falangista Torcuato Fernández Miranda, mentor político del también falangista y muy ignorante pero ambicioso Adolfo Suárez, hoy mitificado por esta chata «clase política» de tres al cuarto, de pacotilla, al que hasta al aeropuerto de Barajas dan su nombre (que pronto se olvidará), decía aquello de, en los albores del timo de la Transición, transitamos «de la ley a la ley», o sea, sin rupturas ni soluciones de continuidad, pura magia potagia.

Impresiona -bueno, no tanto, que uno ya no hace aspavientos ni jeribeques por mor de sus canas- ver a la pizpireta y traviesilla Cristina Pardo, de La Sexta, que va de «moderno y agresivo periodismo» que, por supuesto, no se casa con nadie, hacer preguntas a responsables independentistas catalanes como si fuera un policía del tipo de «usted, ¿hubiera pitado al Rey y al presidente del Gobierno, Rajoy, en Barcelona?» Sólo la elegancia, la educación -el «seny» catalán- de los interpelados (Rufián o Jordi García, por ejemplo) impidió que la respondieran algo así como “pero ¡qué collons importa lo que yo haría o dejaría de hacer, señorita, pregúnteme porqué tantísima gente silba y muestra su ‘rauxa’ (rabia), vaya usted al fondo de la cuestión y no se quede en la espuma, etc.!”

Hasta el penúltimo invitado a este tinglado de la antigua farsa española, Pablo Iglesias, tuvo que recurrir a la socorrida «libertad de expresión» para que no se le subieran los colores de vergüenza ajena (que la perderá a no tardar, si le queda todavía alguna).

No soportan estos fachas que lo mejor y más consciente de la sociedad catalana pite y denuncie la hipocresía de estos farsantes y criminales porque prefieren que vayan sumisos y callados por aquello de la unidad en la lucha contra el terrorismo (que ellos mismos provocan) y demás monsergas para alienar y disciplinar al personal.

Se les pregunta tirando con balín, no se les pregunta diciendo: «Es usted un modelo de honestidad política, pitó el himno español en el Nou Camp y pita ahora al Rey, eso se llama ser consecuente, aunque no esté de acuerdo» (coletilla obligada para quedar como un señor). Claro que quien responde también se presta, de algún modo, a este juego. La cosa es salir en la tele. Es lo que hay.

Por un lado, las instancias catalanas cumpliendo escrupulosamente los pasos legales, y, por otro, la «legalidad» española y el «peso» de la ley (el TC o el art. 155) amén de toda la «brigada brunete» mediática. Sacar los tanques parece que no les dejan en Europa (algo que España, «centinela de occidente», nunca ha sido). Esto se pone interesante. Se cuece más de lo que parece.

Buenas tardes.


La auténtica foto de la transición:
El almirante Carrero, Franco, Fernández Miranda y el heredero de todos ellos

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