Redoble lento por la muerte de Stalin

poema dedicado de Rafael Alberti a Stalin por su fallecimiento
Buenos Aires, 9 de marzo de 1953

Por encima del mar, sobre las cordilleras
a través de los valles, los bosques y los ríos
por sobre los oasis y arenales desérticos
por sobre los callados horizontes sin límites
y las deshabitadas regiones de las nieves
va pasando la voz, nos va llegando
tristemente la voz que nos lo anuncia:

José Stalin ha muerto.

A través de las calles y las plazas de los grandes poblados
por los anchos caminos generales y perdidos senderos
por sobre las atónitas aldeas, asombradas campiñas
planicies solitarias, subterráneos
corredores mineros, olvidadas
islas y golpeados litorales desnudos
va pasando la voz, nos va llegando
tristemente la voz que nos lo anuncia:

José Stalin ha muerto.

Va cruzando las horas oscuras de la noche
la madrugada, el día, los extensos
crepúsculos, todo lo austral y nórdico que comprende la tierra,
y no hay razas, no hay pueblos, no hay rincones
no hay partículas mínimas del mundo
en donde no penetre la voz que va llegando
la voz que tristemente nos lo anuncia:

José Stalin ha muerto.

Padre y maestro y camarada:
quiero llorar, quiero cantar.
Que el agua clara me ilumine
que tu alma clara me ilumine
en esta noche en que te vas.

Se ha detenido un corazón.
Se ha detenido un pensamiento.
Un árbol grande se ha doblado.
Un árbol grande se ha callado.
Mas ya se escucha en el silencio.

Padre y maestro y camarada:
solo parece que está el mar.
Pero las olas se levantan
pero en las olas te levantas
y riges ya en la inmensidad.

Cerró los ojos la firmeza,
la hoja más limpia del acero.
Sobre su tierra se ha dormido.
Sobre la Tierra se ha dormido.
Mas ya se yergue en el silencio.

Padre y maestro y camarada:
vuela en lo oscuro un gavilán.
Pero en tu barca una paloma
pero en tu mano una paloma
se abre a los cielos de la paz.

Callan los yunques y martillos.
El campo calla y calla el viento.
Mudo su pueblo le da vela.
Mudos sus pueblos le dan vela.
Mas ya camina en el silencio.

Padre y maestro y camarada:
fuertes nos dejas, Mariscal.
Como en las puntas de la estrella,
como en las puntas de tu estrella
arde en nosotros la unidad.

Vence el amor en este día.
El odio ladra prisionero.
La oscuridad cierra los brazos.
La eternidad abre los brazos.
Y escribe un nombre en el silencio.

No ha muerto Stalin. No has muerto.
Que cada lágrima cante tu recuerdo.
Que cada gemido cante tu recuerdo.
Tu pueblo tiene tu forma
su voz tu viril acento.

No has muerto.
Hablan por tí sus talleres,
el hombre y la mujer nuevos.
No has muerto.

Sus piedras llevan tu nombre,
sus construcciones tu sueño.
No has muerto.

No hay mares donde no habites,
ríos donde no estés dentro.
No has muerto.

Campos en donde tus manos
abiertas no se hayan puesto.
No has muerto.

Cielos por donde no cruce
como un sol tu pensamiento.
No has muerto.

No hay ciudad que no recuerde
tu nombre cuando era fuego.
No has muerto.

Laureles de Stalingrado
siempre dirán que no has muerto.
No has muerto.

Los niños en sus canciones
te cantarán que no has muerto.
Los niños pobres del mundo,
que no has muerto.

Y los esclavos hundidos,
los amarillos, los negros,
los más olvidados tristes,
los más rotos sin consuelo,
dirán que no has muerto.

La Tierra toda girando,
que no has muerto.
Lenin, junto a tí dormido,
también dirá que no has muerto.

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