Manuela Carmena reconoce el engaño electoral de la coalición ‘Ahora Madrid’

Aday Quesada

Las circunstancias por las que está atravesando el Estado español no están permitiendo siquiera que la gente se pueda tomar el lujo de soñar. Apenas un par de semanas después de los comicios autonómicos y locales la dura realidad se vuelve a apoderar de todos nosotros. Y no es sólo la derecha tradicional la que se encarga de recordarnos dónde están ubicados los poderes reales en este país. También los flamantes nuevos alcaldes zurcidos con las filigranas mediáticas nos advierten, tras la llamada «fiesta electoral de la democracia», que hay que volver a la realidad y que las «imprudencias» se pagan caras.

Como ya mucha gente ha podido constatar, la veterana alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, no nació anteayer. Sobre sus espaldas pesa una larga trayectoria política al servicio de las instituciones de la Monarquía. Sus primeros pasos los dio, sin embargo, en las filas del PCE hacia finales de la década de los sesenta, asesorando a los colectivos laborales que en una dura brega resistían los fuertes embates de una dictadura agonizante.

En la segunda mitad de los setenta, Carmena, como los Tamames, las Almeidas, los Solé Tura y un sinfín de profesionales de la economia y del derecho, tuvo una participación entusiasta en aquel violento proceso político que paradójicamente dieron en llamar «la Transición pacífica» a la democracia.

Sin embargo, como ella misma contó en una reciente entrevista concedida al periódico derechista francés Le Fígaro, su pertenencia al PCE fue «utilitarista». Es decir, que su adscripción a esa organización estuvo condicionada exclusivamente por consideraciones «prácticas». No es esta una justificación que Carmena se saque novedosamente de la manga. No pocos ex comunistas vergonzantes intentan desde hace años borrar lo único digno que hubo en sus biografías argumentando que solo militaron en esa organización porque era la única que luchaba contra el franquismo. Y es que hoy no viste muy bien en la Europa neoliberal y del reformismo rampante eso de tener un pasado comunista. «El PCE era lo más eficaz contra el franquismo»– se esmeró Carmena en aclararle a su entrevistador en este sentido. Ésa fue la razón -y no ninguna otra veleidad ideológica- la que arrastró a la joven letrada a militar en la década de los sesenta a las filas de la única organización que se enfrentaba «con eficacia» contra la dictadura de Franco.

Una vez coronada felizmente la «Transición», la biografía de Carmena dio un giro copernicano. Asentó con «realismo» sus posaderas y abandonó su militancia en un PCE que en 1982 apenas había logrado obtener una escuálida representación en las Cortes de la Monarquía de los Borbones. A comienzos de los ochenta, Manuela Carmena inició una larga y ambiciosa carrera judicial que la llevaría a ocupar una distinguida poltrona en el Consejo General del Poder Judicial, garante legal del ordenamiento jurídico del régimen heredero de la dictadura.

Pese a la exquisita precisión con la que Carmena se molestó en explicarle a Le Figaro las inocentes razones de su paso por las filas rojas, al reportero francés no le interesaron, en cambio, los motivos por los que en el año 2011 fue nombrada asesora del Gobierno vasco encabezado por el psocialista Patxi López, nombrado lehendakari gracias a los apoyos prestados por el Partido Popular vasco y UPyD.

Cargada de estas alforjas a nadie debería extrañarle, pues, que la fulgurante alcaldesa de Madrid declarara en sus respuestas al rotativo francés que en su programa electoral «hay ideas que no sabe si serán realizables». Cuando su entrevistador le preguntó, atónito, que si eso no era engañar a los electores, Carmena no tuvo empacho en reconocer que sí, que en efecto, eso era engañar a los electores… (sic). «Y que por eso insistió desde el principio en el hecho de que el programa electoral no es una Biblia para mí, es una lista de sugerencias».

Olvidar las promesas electorales no es algo que resulte una novedad entre los partidos-pilares del régimen de los Borbones. El PP, el PSOE e, incluso, IU cuando se le ha brindado la oportunidad, convirtieron esa práctica en un marchamo previsible para sus votantes. Solo que en esta ocasión muchos miles de madrileños habían alimentado la vana ilusión de que ahora las cosas iban a ser diferentes.

Con el recorrido descrito cualquiera podrá comprender que Manuela Carmena es una mujer del sistema, del sistema nacido de la Constitución de 1978. La verdad es que ella nunca se ha negado a reconocerlo, ni siquiera en momentos como estos en los que la llamada «Carta Magna» está tan desprestigiada entre una buena porción de los españoles. También es cierto que si se atreviera a hacer lo contrario le resultaría muy difícil explicar el porqué de su actual pertenencia al Patronato de la «Fundación Alternativas», el think tank o laboratorio de ideas donde el PSOE diseña las estrategias que luego ejecuta en su práctica política cotidiana.

Como ya hizo antes Rodríguez Zapatero, y mucho antes que él Enrique Tierno Galván, la señora Carmena parece dispuesta a conseguir que la política en el Ayuntamiento de Madrid consista tan sólo en cambiar los muebles de sitio. Rodríguez Zapatero intentó cubrir sus políticas neoliberales con gestos tales como la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, o sacando las tropas de Irak para meterlas luego en Afganistán. Había aprendido la técnica del «viejo profesor», que inventó aquello de la «movida madrileña» para ocultar así el tsunami arrasador de las privatizaciones de Felipe González.

Quizá sea esa la razón por la que, a través de sus declaraciones a Le Fígaro, Manuela Carmena ha advertido a sus variopintos concejales que ha descubierto en algunos de ellos «una actitud muy clásica, muy rígida; muy propia de los partidos tradicionales». Y adelanta que el programa electoral para ella es tan sólo una simple «lista de sugerencias». Carmena puso igualmente en claro cuál es su posición en relación con el «asamblearismo». «Las asambleas interminables -sermoneó la venerable señora- para discutir la tesis, la antítesis y la síntesis… crean mal ambiente y divisiones».

Imitando a sus antecesores socialdemócratas, Manuela Carmena confesó también a Le Fígaro su voluntad de proceder como ellos a cambiar los muebles de sitio: «las fiestas del Orgullo Gay, como las de San Isidro, serán convertidas en parte de la historia de Madrid». Como se ve, toda una impactante “revolución” en tiempos de una crisis capitalista sin precedentes.

La cuestión es que hoy esta suerte de señuelos destinados a encubrir la incapacidad propia para resolver los auténticos problemas de la gente, puede terminar convirtiéndose en un peligroso boomerang . El Madrid del 2015 no es el de la «movida de los 80», ni tan siquiera el de hace sólo 10 años. Los reformistas del sistema tendrían que cuidarse de que el famoso aserto marxiano no termine invirtiendo su orden cronológico y en lugar de mutar de tragedia a comedia, la suya termine convirtiéndose en una simple y dramática catástrofe.

Fuente: http://canarias-semanal.org/not/16366/la-alcaldesa-de-madrid-reconoce-al-periodico-le-figaro-que-las-promesas-electorales-de-su-grupo-eran-enganosas/
 

comentarios

  1. ¡Qué bella debió ser hace ya años esa señora! Y más adelante, ya joven: ¡qué lista e inteligente! Yo no le auguro lo que vos, porque he perdido la fe; motivo por el que "a priori" imagino que terminará su vida impune. Mas aunque he perdido la fe, creo que todavía no he perdido la tontería al modo en que en su momento la perdió Doña Manuela Carmena; dicho sea desde la perspectiva del escéptico que no creé en el predicado teológico por el que se severa que Dios no se hace, sino que nace (en verdad que de ese tipo de fe nunca padecí: quizá debido a mi escasa inteligencia, la cuna o qué sé yo qué. Aunque igual estoy errado y gente como ella nacen listos e inteligentes y los que somos como yo nunca "veremos" a Dios). ¡Vaya galimatías! ¿Empiezo a parecerme a los teólogos, pero a lo burro, como si fuera un niño?
    ¿Y… para obtener unos ligeros ingresos ejerciendo como el imbécil que soy, qué podría hacer sin tener que embrutecerme por ejercer cual adorador del becerro de oro, en no sé todavía qué actividad fundamentalmente mercantil? Se agradecería un piolín.

    1. Vaya lío mental que tienes. No es bueno para vivir una vida corta. Hay que ser más feliz haciendo o no la revolución comunista.

    2. Comentario anti-revolucionario: No vale la pena, corazón. A eso que llaman pueblo, le han robado y le seguirán robando siempre todos sus logros, los psicópatas en el poder en sus diversas formas y pilares en que se apoyan (al no tener los sentimientos cristianos que imparten a los demás, son más eficaces depredadores que aquellos a los que aborregan, que a lo sumo cual peones titulados se limitan a adoptar roles de servidumbres con diversas cualificaciones):
      −Poderes por orden de prioridad: el "Poder Económico" en todo tiempo, el "Poder Político" en tiempo de paz y el "Poder Militar" en tiempo de guerra, el "Poder Jurídico" siempre al servicio del "satatu quo", al igual que el "Poder Mediático": Lobos todos de la misma camada internacional al frente de las más diversas naciones capitalistas, calificativo simbólico −el de lobos- con el que manifiesto mi escepticismo con respecto a la supuesta asignación de cargos por oposiciones y similares, dado que la historia nos hace ver que lo que en realidad funciona en todo tiempo es el nepotismo, amiguismo y otros "vinculismos" (palabrejo con el que sustituir "y otros ismos" ya que esa frase no casa), en los que tantas veces son eficaces mediadoras las damas en pro de obtener sustanciales ingresos indirectamente (a través de maridos bien situados mediante el tráfico de influencias, tal y como el genial historiador de costumbres Honoré de Balzac nos relata).
      -Y no se crea usted que me olvido de traer a colación los pilares en los que de hecho se sustenta el poder: "Los Ayuntamientos" (en los que son muchos los que se preparan para dar el salto a la gran política, generalmente con aviesas intenciones), "Las Magistraturas" fijas como movibles (en las que se persigue más que otra cosa el vivir como aristo-obreros, incluyendo para ello incluso procedimientos corruptos), "La Administración" (de la miseria para con el pueblo, debidamente orquestada desde el poder político, a cargo si mal no colijo generalmente de sus lobeznos), y como no "LA IGLESIA" (así, con mayúsculas, para significar cualquier iglesia, de cualquier religión: con que se nos amansa a efectos de podernos trasquilar impunemente como a ovejas y a borregos; el desarme doctrinal por la infame moral cristianizante que se contrapone a la buena ética antigua que enseñaba que se debe respetar o en su defecto atenerse a las consecuencias, ante pueblos armados no sólo doctrinalmente, sino que también con armas de las más alta tecnología de aquellos tiempos).

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