Luther Emmett Holt: la ‘ciencia’, los niños enjaulados y ancianos aislados

… La advertencia de “no tocar”, antes tratándose de cosas, se desplaza ahora a los seres humanos. Los niños ven que el tocar algo ajeno está castigado, y se convierte en algo misterioso cuando no peligroso … Somos extraños entre nosotros y cualquier contacto físico innecesario se evita. El hombre se ha vuelto temeroso y alejado de los sentidos próximos, tacto, gusto y olfato, pero no hacia los sentidos distantes como la vista y el oído … Este movimiento de esterilización de todo, hace que el tacto entre personas se vea afectado a diversos niveles. El miedo a contagios, enfermedades, virus, a posibles malentendidos, a denuncias por abusos sexuales, etc. hace que cada día se toque menos. Todo este movimiento genera que se viva en la era de la comunicación, la tecnologías, internet, móviles, pero sin embargo, y a modo de gran paradoja, es cuando más aislados los seres humanos están los unos de los otros … A pesar de esta perspectiva de frialdad humana, los seres humanos siguen necesitando de la estimulación táctil para un crecimiento adecuado (1).

A principios de siglo XX, el Dr. Holt, un “genio científico” del sistema, como presidente de la Asociación Estadounidense para el Estudio y la Prevención de la Mortalidad Infantil (AASPIM), promovió el control de la reproducción por parte de la sociedad como un medio de eugenesia. En su discurso presidencial de 1913 dijo: “Debemos eliminar a los no aptos por nacimiento, no por muerte. La raza debe mejorarse de la manera más eficaz evitando el matrimonio y la reproducción por parte de los no aptos, entre los que clasificaríamos a los enfermos, los degenerados, los defectuosos y los criminales” (2).

Holt fue miembro fundador de la Sociedad Estadounidense de Pediatría. En 1891 fue nombrado miembro de la junta directiva del Instituto Rockefeller. En la Conferencia de Cannes de la Cruz Roja (1919), fue elegido presidente de la Organización de Salud Infantil.

Durante el siglo XIX, más de la mitad de los bebés recluidos en los orfanatos morían durante su primer año de vida de una afección denominada marasmo, palabra de origen griego que significa «consunción». En la segunda década del siglo XX, la tasa de mortalidad en los lactantes menores de 1 año en diferentes orfanatos de Estados Unidos era casi del cien por cien. En su informe de 1915 sobre las instituciones infantiles de diez ciudades distintas, el doctor Henry Dwight Chapin, pediatra de Nueva York, hizo la asombrosa declaración de que en todas las instituciones, excepto en una, todos los niños menores de 2 años fallecían.

El doctor J. M. Knox describió un estudio que había realizado en Baltimore: de los doscientos niños admitidos en distintas instituciones, casi el 90 % falleció a lo largo de un año.

En esta época, toda Norteamérica se hallaba bajo la influencia de Luther Emmett Holt, profesor de Pediatría en la Policlínica de Nueva York y en la Universidad de Columbia. Holt fue el autor de “The Core and Feeding of Children” y se convirtió en la autoridad suprema del tema. En este libro el doctor Holt recomendaba no tomar en brazos al bebé cuando lloraba, alimentarlo a horas predeterminadas y no tener con él demasiado contacto físico. La idea de aplicar cuidados tiernos y cariñosos era considerada «muy poco científica» (3).

¿Qué relación tienen estos acontecimientos con las “científicas” teorías impuestas a golpe de decreto militar sobre el aislamiento en escuelas y geriátricos? Mucha. Tanto las criaturas pequeñas, como las personas ancianas necesitan el contacto humano.

Las miles de páginas de investigación en Pedagogía y Psicología, escritas hasta marzo de 2020 alentaban el contacto y el juego como elementos básicos para el desarrollo cognitivo y emocional de las criaturas, pero por arte de magia “donde dije digo, digo diego” y de golpe pedagogos y psicólogos callan como truhanes ante los despropósitos de mantener a las criaturas a partir de cinco años con bozal, quietecitos, sin tocar a los amiguitos y amiguitas y sin poder establecer intercambio simbólico de juguetes, cuentos, etc. en un ejercicio de elevar exponencialmente la individualidad.

Un estudio realizado en el Advanced Telecommunications Research Institute International en Kyoto organizó una conversación de aproximadamente 15 minutos entre algunas personas y sus parejas. Después, algunos de ellos recibieron un abrazo y otros no. Al evaluar los parámetros fisiológicos, los investigadores apreciaron que aquellos que recibieron el abrazo mostraron una reducción significativa en el nivel de cortisol en la sangre (4).

El sistema inmunitario es una compleja red de células, tejidos y órganos. Juntos ayudan a su cuerpo a combatir infecciones y otras enfermedades.

En los mamíferos, los corpúsculos cutáneos mecanosensibles son los responsables del tacto ligero (los corpúsculos de Meissner) y profundo (los corpúsculos de Pacini).

“La privación sensorial extrema en otros aspectos, como la luz y el sonido, pueden sobrellevarse, siempre y cuando se mantengan las experiencias sensoriales cutáneas” (5).

En niños sin estímulos ni afectividad, la privación sensorial se convierte en privación emocional, y puede causar incluso deterioro orgánico. Es corriente que los niños autistas «desconecten» sus sentidos para aislarse de la realidad. En ancianos enfermos en condiciones de aislamiento (salas de hospitales, residencias, entornos familiares poco favorables) se dañan las funciones psicológicas y orgánicas (6).

El mundo tiene sentido cuando se puede comparar lo almacenado en el cerebro con lo percibido por los sentidos. La estimulación correcta del cerebro permite establecer nuevas conexiones neuronales y aumentar la eficiencia cerebral.

Ir provisto de bozal tapando boca y nariz, y guantes significa dejar los sentidos del cuerpo humano reducidos a ver y oír. Cuando miramos las fotografías de las torturas impuestas a los presos políticos enjaulados en las cárceles norteamericanas de Guantánamo podemos ver como se les priva de cualquier sentido: gafas oscuras, auriculares tapando las orejas, guantes y bozales. Y aislamiento total en celdas individuales.

Así, han estado y están miles de ancianos en los geriátricos, aislados en celdas individuales semana tras semana, cuando es bien sabido que al envejecer aumenta la incidencia de infecciones; enfermedades relacionadas directamente con la funcionalidad de los leucocitos y más concretamente con la actividad cito tóxica natural de las células NK en el caso de procesos víricos y tumorales.

“El sistema nervioso y el sistema inmunitario se encuentran íntimamente relacionados y forman una compleja red de interacciones bidireccionales que mantiene la homeóstasis del organismo y, por tanto, la salud. Factores ambientales como el estrés, ya sea por aislamiento, exposición a relaciones sociales excesivamente jerárquicas u otras situaciones que implican adaptación a cambios ambientales extremos, dañan la función inmunológica del individuo” (7).

“… Soledad y aislamiento social se relacionan con una mayor morbimortalidad. Aumentan el riesgo de un amplio abanico de enfermedades, desde las cardiovasculares hasta los resfriados comunes … Algunos de los mecanismos neurobiológicos que lo explican son los cambios relacionados con la edad en la respuesta al estrés de los sistemas endocrino, cardiovascular e inflamatorio; la elevada resistencia vascular, la presión arterial y la actividad adrenocortical del eje hipotálamo-hipofisario, así como el menor control inflamatorio y la reducción de la respuesta inmune … El aislamiento social y la soledad predicen la mortalidad con la misma consistencia que muchos factores de riesgo conocidos … En los ancianos, más que preocuparnos tanto por su colesterol deberíamos esforzarnos más en conseguir que puedan ver, oír y andar” (8).

A Emiliano Zapata se le atribuye la frase “Es mejor morir de pié que vivir arrodillado toda la vida”, frase que con ligera variación fue utilizada por Dolores Ibarruri en el mitin de París en solidaridad con la República Española el 8 de Septiembre de 1936. Paradógicamente, ahora podríamos decir que es mejor morir abrazados que vivir sin abrazos, y tal como en el mitin citado, debería ser un acto de solidaridad frente a las agresiones de científicos a sueldo de las multinacionales, de políticos corruptos, de periodistas sicarios, de sayones vocacionales, que cada vez se asemejan más al fantasma de un nuevo tipo de fascismo: “el neofascismo científico”.

¿Cómo los abrazos influyen en nuestro cerebro?

Cuando alguien nos abraza, ese contacto activa los receptores de presión que tenemos en la piel, los cuales se conocen como corpúsculos de Pacini y responden fundamentalmente ante la presión profunda. Estos receptores envían inmediatamente una serie de señales de calma al nervio vago para, entre otras cosas, desactivar la zona del cerebro que responde ante las amenazas y nos mantiene en tensión.

En ese momento comenzamos a sentirnos bien porque ese nervio se conecta con fibras nerviosas que llegan a diferentes pares craneales y desempeñan un papel importante en la regulación de la mayoría de las funciones clave de nuestro organismo, incluyendo la presión sanguínea (9).

¿Cómo los codazos influyen en nuestro comportamiento?

Si los abrazos son una señal inequívoca de afecto, de empatía, “dar codazos” es una expresión muy popularizada para designar aquellas personas que quieren apartar a los demás. Y no es de extrañar que los pseudocientíficos insistan en esta clase de saludo pues está en consonancia con el resto del discurso pandémico neodarwiniano acorde a los cambios sociales y culturales que están intentando imponer a cuenta de un virus.

¿Qué ocurre con los profesionales que, salvo honrosas excepciones, hace unos meses teorizaban sobre los efectos nocivos con resultado de muerte en las situaciones de aislamiento? ¿Cómo es que no ha surgido un tropel de ellos denunciando las nefastas y peligrosas actuaciones de los dirigentes políticos y sanitarios?

Tal vez haya sucedido y sucede algo parecido a lo que le ocurrió al Dr. John Reed Lee a finales del siglo XX, que así lo cuenta el mismo en un libro (inédito en España), en el cual se enfrenta a la corporación médica, a las mafias farmacéuticas y a los efectos perjudiciales de sus compuestos químicos.

“Sucedió algo inesperado en esta terapia con progesterona: mis colegas no me felicitaron y, de forma unánime, decidieron no aplicar este tratamiento a sus pacientes. Me pareció que las razones de su decisión eran poco válidas y egoístas, alegaron el temor a incumplir las normas profesionales, puesto que se les pedirían responsabilidades si por desgracia una de sus pacientes desarrollaba un cáncer, su preocupación por la opinión de otros colegas y el hecho de que ninguna empresa farmacéutica financiara el tratamiento.

“También es verdad que algunos, me llamaron para informarse de los detalles para tratar a sus esposas, a sus madres y a sus abuelas con progesterona natural. Pero ante todo lo que prevaleció fue, 1) la necesidad de obtener una autorización oficial antes de utilizar la progesterona natural en vez de un progestágeno sintético y, 2) su gran ignorancia de la fisiología hormonal. La práctica clínica cotidiana de “seguir las instrucciones del libro” necesita mucho menos esfuerzo (y se considera más seguro) que pensar por uno mismo, a pesar del bienestar potencial que se puede aportar a la paciente.

“He aprendido mucho y es evidente que me queda mucho por aprender. Tengo un gran deseo de compartir lo que he aprendido. Tal vez no le den importancia, pero es por este simple motivo que he escrito este libro. Espero que lo lean con agrado; tal vez puedan aprender algo y al mismo tiempo reforzar su confianza y su voluntad de actuar como médicos dentro de la pura tradición científica al mismo tiempo que como sólidos consejeros para sus pacientes” (10).

(1) Teresa Dezcállar Sáez. Universidad Autónoma de Barcelona. Facultad de Psicología Programa de Doctorado de Psicología del Aprendizaje Humano. Tesis Doctoral. Relación entre procesos mentales y sentido háptico
(2) https://es.qwe.wiki/wiki/Luther_Emmett_Holt
(3) Ashley Montagu: «El tacto. La importancia de la piel en las relaciones humanas». Instituto Europeo de Salud Natal y Perinatal. https://saludmentalperinatal.es/2017/11/16/no-pudieron-vivir-sin-las-caricias/
(4) https://www.ecoportal.net/
(5) Marta García Calavia, La glía de los corpúsculos sensitivos de los mamíferos como base de la mecanotransducción y su potencial neurogénico, Universidad de Oviedo, 2013 https://dialnet.unirioja.es/servlet/tesis?codigo=208628
(6) http://www.percepnet.com/ed01_02.htm
(7) Revista Española de Geriatría y Gerontología. 2009; 44(3):137–142 www.elsevier.es/regg
(8) Atención Primaria. Volume 48, Issue 9, November 2016, pages 604-609 https://doi.org/10.1016/j.aprim.2016.03.008
(9) https://rinconpsicologia.com/
(10) John R. Lee, M.D., Equilibrio hormonal, Sebastopol, California, Octubre 1993

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