Los transgénicos son un instrumento de dominación del imperialismo

Rusia acaba de prohibir totalmente los transgénicos, basándose en que su consumo es nocivo para la salud, según han demostrado los científicos de la Academia de Ciencias rusa. Quiero destacar de manera telegráfica varias aspectos que me parecen relevantes en este debate, lo mismo que en otros parecidos.

El primero es que como los científicos que han demostrado la nocividad del consumo de alimentos transgénicos son rusos, sus investigaciones van a pasar desapercibidas porque para la “ciencia” actual las únicas investigaciones que existen son las que se originan en los laboratorios de Estados Unidos y países cómplices suyos. No es la primera vez que esto ha ocurrido y no sólo ha ocurrido con Rusia, sino con científicos de otros países, como Francia el año pasado (sin ir más lejos).

He escrito lo de “ciencia” entre comillas por lo siguiente: porque no es tal ciencia sino ideología dominante, que en este caso no es la de una clase social sino la de una potencia mundial: por medio de los transgénicos Estados Unidos intenta imponer unas determinadas concepciones políticas e ideológicas (imperialistas) acerca de ellos como si fueran ciencia de verdad.

El segundo aspecto es que en los transgénicos, lo mismo que en las habitaciones, hay cuatro paredes que forman una única habitación, pero que en los debates aparecen desconectados entre sí:

a) la primera es una pared ecológica, es decir, los efectos que pueden causar en la naturaleza los seres vivos modificados genéticamente

b) la segunda es médica: los efectos que pueden causar los alimentos transgénicos sobre aquellos que los consumen, es decir, que la salud de las personas está en manos de monopolios agroalimentarios cuyo objetivo es ganar dinero (a costa de lo que sea y especialmente a costa de la salud de las personas)

c) el tercer aspecto es criminal: la estafa más vieja del mundo que consiste en dar gato por liebre, es decir, que compras una cosa y te venden otra distinta sin informarte, o sea, que los transgénicos no están etiquetados como tales de manera que el consumidor pueda elegir

d) el cuarto es el imperialismo, o como se dice ahora, la hegemonía: éste es el aspecto que voy a desarrollar.

Los monopolios de cualquier tipo intentan dominar un mercado y los monopolios agroalimentarios tratan de dominar la agricultura mundial. Los que no hemos creído nunca en el neoliberalismo añadimos además: a través de los monopolios dominan las potencias imperialistas que los sostienen.

Algunos quieren quitar hierro al asunto y dicen: eso pasa con todos los sectores económicos, los monopolios agroalimentarios en nada se diferencian de los demás. Es erróneo: podemos prescindir del móvil pero no de un mendrugo de pan. Por lo tanto, para todos los países del mundo la agricultura es un sector estratégico. Ahora a eso le llaman “soberanía alimentaria” en el Tercer Mundo, pero hay algo más; no se trata sólo de los países sino de que la superviviencia física de millones de seres humanos depende de dos cosas:

a) la primera de que suceda algo imposible: que se mantengan las formas actuales de agricultura, es decir, las formas agrarias anticuadas, autárquicas, lo cual no va a suceder porque en todo el mundo la expansión del capitalismo es inexorable

b) que se imponga su contrario (dialéctica), la revolución socialista, que es la única alternativa con futuro para el campesinado, o sea, para la inmensa mayoría de la humanidad; esto es lo que sí va a suceder en todo el mundo inexorablemente

Ya lo explicó Marx en “El Capital”, lo volvió a explicar Kautski en “La cuestión agraria”, lo repitió Rosa Luxemburgo en “La acumulación de capital” y por enésima vez Lenin volvió sobre el mismo asunto en sus primeros escritos: en todos los países del mundo la agricultura ha sido el último sector económico en ser sometido al capitalismo, lo cual ha permitido sobrevivir a la mayor parte de la humanidad que de otra forma hubiera sido aniquilada por la expansión del capitalismo. El “retraso” de la agricultura ha favorecido formas autárquicas de producción y subsistencia que hoy están amenazadas por las multinacionales agroalimentarias.

El imperialismo de Estados Unidos está tratando de sostener su hegemonía de varias formas, entre ellas imponiendo un determinado desarrollo de las fuerzas productivas en la agricultura, especialmente las patentes sobre semillas y los transgénicos, de tal manera que el campesinado que hoy es autosuficiente deje de serlo y pase a depender de las empresas comercializadoras, que son monopolios de Estados Unidos (en su inmensa mayoría).

Hay países, como Francia y Rusia, que se oponen a esa hegemonía y, por lo tanto, son los países en los que la ciencia presenta un aspecto radicalmente opuesto a la “ciencia” que nos llega de Estados Unidos, que es la única que algunos conocen y reconocen como tal. De ahí el cariz canallesco de las lecciones impartidas en España en algunos cursos universitarios de genética, de agrónomos o de medicina. Realmente repugnante.

El lector se dará cuenta de que la ciencia está muy cerca de la ideología y a causa de ello es posible que padecezca dos tentaciones simétricas (dialécticas) casi irresistibles: unos dirán que la ciencia no existe, que todo es ideología (“nada es verdad ni es mentira, todo es del color del cristal con que mira”); otros incurrirán en el vicio opuesto para sostener que todo es ciencia, que la ciencia no tiene nada que ver con la ideologia, ni con el capitalismo, ni con las clases sociales…

Ahora mismo en algunos Estados de Estados Unidos, como California, está en marcha una campaña popular a favor de la celebración de un referéndum para que los transgénicos se etiqueten, es decir, sobre el aspecto criminal de este asunto. Dialécticamente las multinacionales en los medios (que son sus medios) han desatado su propia campaña para contrarrestar a la anterior (lucha de contrarios). Dicha campaña consiste en preguntar lo siguiente: ¿acaso un asunto científico se puede someter a referéndum?, ¿tiene el mismo valor el voto de un experto que el de un ignorante que no ha sido capaz de aprobar los exámenes del instituto?

Como véis un debate apasionante… apasionantemente fascista. Es otro intento de que mantengamos la boca cerrada. Nuestra opinión no vale nada. Nosotros no podemos tener una opinión distinta de la que nos aconsejen los expertos, los que saben de estas cosas. Lo que nos corresponde a la chusma como nosotros es lo siguiente:

a) convencernos a nosotros mismos de que somos unos ignorantes y que estamos mejor calladitos
b) aprender a obedecer, a decir que sí sin rechistar: los expertos saben lo que se traen entre manos

Voy a dejar para más adelante unas declaraciones repugnantes de un “científico” español (del CSIC) que se ha burlado de nosotros diciendo lo siguiente: hace tiempo que las multinacionales agroalimentarias están engañando al mundo entero al vender transgénicos sin etiquetar que todos hemos consumido. Seguimos vivitos y coleando. No pasa nada. Los transgénicos no son nocivos para nuestra salud.

Es otro ejemplo de lo cercanos que están algunos “científicos” al imperialismo y a la criminalidad. Hacen apología de un delito como la estafa. Comprendo que es difícil separar a esa “ciencia” de una estafa vulgar y corriente, pero hay que seguir intentándolo.

comentarios

  1. Estoy de acuerdo contigo en que hay poca transparencia a la hora de saber qué productos han sido modificados y de qué manera, deberían facilitar esa información. Aun así es cierto que todos pasan una serie de controles antes de ser comercializados y no considero justo que se generalice diciendo que "los transgénicos son nocivos" pues no se ha demostrado con seguridad esa nocividad. Además, no debemos olvidar que en los transgénicos se introducen unas pequeñas modificaciones, similares a las que se producen en la reproducción natural (incluso de forma más controlada), y que los productos naturales también producen alergias y otros efectos indeseados.

    Por cierto, estoy seguro de que esa campaña de EEUU de la que hablas no llamaba "ignorantes" a la población, me hubiera gustado que en tu artículo hubieras incluido más referencias y hubieras recurrido menos a la manipulación. En ese tema estoy totalmente de acuerdo en que a la población se le debe preguntar qué quiere, siempre después de un auténtico debate del tema entre expertos, pues realmente son ellos quienes lo han estudiado y tienen el conocimiento, al igual que yo no tengo ni puta idea de construir una casa y no me voy a poner a debatir con un arquitecto, por poner un ejemplo.

    Yéndome a otro tema, en mi opinión la llegada del modelo socialista necesitará de una gran mejora de las técnicas de cultivo para cubrir las necesidades alimenticias de la población mundial, población que no para de crecer y lo hará con mayor velocidad en el socialismo. Y en esa gran mejora de las técnicas de cultivo incluyo a los transgénicos, otra cosa es que ahora mismo estén al servicio del imperialismo, al igual que otras muchas cosas.

    Esta es la extensa y constructiva aportación de un estudiante de biotecnología, comunista y por supuesto antiimperialista, que pondrá sus conocimientos al servicio de las personas, no del capital.

  2. Claro que se debe intentar acabar con tanta burla y abuso como se nos hace por el sistema capitalista; por tanto, también con el capitalismo. Saludo

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