La Unión Europea financia a Túnez para contener a los emigrantes

La llegada masiva de emigrantes africanos a las costas europeas es consecuencia de la desastrosa política de la OTAN y de Bruselas hacia el Continente Negro. El asesinato de Gadafi y la destrucción de Libia en 2011 abrieron la caja de Pandora.

Bruselas tuvo que poner mucho dinero encima de la mesa para que el frágil gobierno libio impidiera la salida de emigrantes hacia Europa, y el remedio resultó peor que la enfermedad, como ya expusimos en una entrada anterior.

Ahora hace lo mismo con Túnez, que es un punto de partida para miles de inmigrantes que cruzan el Mediterráneo hacia Europa. Bajo el impulso de la fascista italiana Meloni, Bruselas financiará al gobierno de Kaied Saied para controlar los flujos migratorios en el Mediterráneo e impedir que lleguen a Europa.

Ayer Ursula von der Leyen firmó con el gobierno de Túnez un memorando de entendimiento para una “asociación estratégica integral” relacionada con la lucha contra la inmigración irregular, el desarrollo económico del país y las energías renovables.

Von der Leyen se ha felicitado por la firma de un acuerdo para “invertir en la prosperidad compartida”, refiriéndose a los “cinco pilares”, dentro del cuando se incluye el control de la emigración.

Según el ACNUR, este año llegaron a Italia 51.215 inmigrantes ilegales por mar, un 150 por cien más que el año anterior. Casi la mitad procedían de Túnez y la otra mitad de Libia. Mil inmigrantes murieron o desaparecieron en el Mediterráneo durante ese período.

Pero si Libia ha convertido a los emigrantes en esclavos, Túnez no lo va a hacer mejor porque en febrero su gobierno condenó la inmigración y propaga un discurso abiertamente racista. Las “hordas de inmigrantes” procedentes del África subsahariana pueden “cambiar la composición demográfica” del país, dice el gobierno.

Bruselas vuelve a poner en práctica su política favorita: dejar al zorro al cuidado de las gallinas. ¿Por qué firman un acuerdo sobre emigración con un gobierno racista?

Como en el caso de Libia, es posible incluso pensar mucho peor y concluir que lo que está financiado la Unión Europea es el racismo en el norte de África, como barrera de contención contra la llegada de emigrantes.

Quizá a partir de ahora la tumba de los emigrantes no sean las aguas del Mediterráneo, sino los caminos arenosos de Túnez, donde muchos de ellos han sido asesinados.

Sin ir más lejos, la semana pasada se produjeron enfrentamientos entre inmigrantes y vecinos en Sfax, donde aparecieron los cadáveres de 13 emigrantes.

El 3 de julio también se produjeron enfrentamientos en la misma localidad, que se saldaron con la muerte de un residente. Como represalia, cientos de ellos fueron expulsados de la localidad y traladados a zonas inhóspitas en las fronteras con Libia y Argelia, sin agua, refugio ni alimentos. Entre ellos había niños y mujeres embarazadas.

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