La OTAN tiene un programa que resume la ideología típica de la posmodernidad: B3M

En su última reunión, celebrada en Bruselas, la OTAN ha acuñado el término B3W (Build Back Better World, reconstruir un mundo mejor) con varios significados. Aparentemente es una respuesta simétrica a la nueva Ruta de la Seda que trata de llevar a cabo China y, en consecuencia, de seguir acosándola en sus fronteras occidentales.

Pero también se refiere a la “amenaza rusa”, que aparece mencionada 63 veces en el comunicado final, para que no queden dudas. El remedio a estos males es siempre el mismo: rearme y aumento del gasto militar, que deberá alcanzar una cifra fabulosa, por encima de los 1.000 millones de dólares.

Pero si a los programas de la OTAN se les borra la palabrería típica sobre los países del Eje del Mal, parece una organización posmoderna, del estilo de la de Errejón, BNG o cualquier otra “ecosocialista”. No es posible diferenciar el lenguaje de unos y otros.

La OTAN califica el proyecto B3M como “verde” e “inclusivo”. Incluso Boris Johnson fue un poco más allá en su infinita estulticia: la construcción de infraestructuras debe ser más “neutral” o “femenina”.

La Casa Blanca caracteriza a B3M como una “asociación de infraestructuras transparente, de alto nivel y basada en valores” que “movilizará el capital del sector privado en cuatro áreas de interés -clima, salud y seguridad sanitaria, tecnología digital e igualdad de género- con inversiones catalizadoras de nuestras respectivas instituciones de desarrollo”.

Son los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, la síntesis del recetario que inculcan a los niños antes de que vayan a la universidad a culminar el lavado de cerebro: pandemias, móviles, CO2 y queer. En torno a esta receta, el imperialismo ha creado en todo el mundo otros tantos movimientos dopados de subvenciones que se dedican a darle un carácter reivindicativo a su propio programa.

La OTAN promete un diluvio de dinero para implementar el programa BW3: 100.000 millones de dólares, una parte del cual irá a parar a ese reformismo posmoderno y sus medios “alternativos”, como Contexto, que lo mismo defiende el toque de queda que al bielorruso Protasevitch, porque todo forma parte del mismo paquete ideológico.

Ya lo dijo Lenin hace un siglo: no hay manera alguna de diferenciar al imperialismo de lo que él calificaba como “socialimperialismo”, que entonces era la socialdemocracia casi exclusivamente y hoy esa constelación de oportunistas de la misma receta. Los países de la OTAN quieren que en la calle les exijan cumplir el programa que quieren implementar de antemano. No es que se les haya ocurrido a ellos, sino que cumplen con la “voluntad popular”. En eso consiste la democracia.

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