La guerra cognitiva de la OTAN (el cerebro como teatro de operaciones militares)

Más allá de su carácter estrictamente técnico y bélico, la OTAN desarrolla investigaciones prospectivas en torno al “futuro contexto militar” a través de la confluencia de conocimientos militares, industriales y académicos.

En esta misión, resulta fundamental la labor del “Mando Aliado de Transformación” (“Allied Command Transformation” o ACT), conducido por el general francés Philippe Lavigne y que mantiene una estructura de 24 “Centros de Excelencia” dedicados a la formación y a la investigación y repartidos por casi todo el planeta.

Uno de estos Centros es el conocido como “NATO Strategic Communications Centre of Excellence”, también designado como StratCom, que tiene su sede en Riga, capital de Letonia, y que, a su vez, es el responsable del “Innovation Hub” o “Centro de la Innovación” (iHub), fundado en 2013 en la base de Norfolk (Virginia Estados Unidos).

Al frente del “Innovation Hub” se encuentra el oficial francés Francois du Cluzel, ex profesor de la Escuela Militar Interarmas de Coëtquidan, en Francia, y posterior investigador sobre habilidades cognitivas en la Universidad John Hopkins y el Imperial College de Londres. En la actualidad, du Cluzel es considerado como uno de los principales expertos en todo lo relacionado con las guerras del futuro y con los procesos de transformación de los conflictos armados.

El iHub fue concebido desde un inicio como el “cerebro” de la OTAN. Se trata de un ámbito vanguardista, especializado en la investigación prospectiva sobre novedosas técnicas de guerra. Sin embargo, su principal campo de análisis es el de las llamadas “capacidades cognitivas” aplicadas al campo militar en cuestiones tan diversas como la fabricación de “soldados biónicos” y, sobre todo, los nuevos métodos de propaganda en enfrentamientos bélicos.

La idea general de la OTAN es trascender el esquema tradicional e “híbrido” compuesto por cinco sectores de enfrentamientos bélicos que tienen lugar, de manera estratégica y articulada, en el aire, la tierra, el mar, el espacio y el ámbito cibernético.

De esta manera, el iHub propone un sexto teatro de operaciones: el cerebro humano. Sus implicaciones son revolucionarias, a la vez que temible. Según lo describe Francois du Cluze en el informe “Cognitive Warfare” (de 2020 y financiado por la OTAN) “mientras que las acciones desarrolladas en los cinco sectores (tradicionales) ‎‎se ejecutan para obtener un efecto sobre el campo humano, el objetivo de la guerra cognitiva es ‎convertir a cada persona en un arma”.‎

Así, tal como lo expresa du Cluzel, “la guerra cognitiva tiene un alcance universal, desde el individuo hasta los estados y las organizaciones multinacionales”. Y para desarrollarse “se alimenta de las técnicas de desinformación y propaganda dirigidas a agotar los receptores de información”.

Por tanto, desde la perspectiva cognitiva, nadie permanece ajeno al conflicto: por el contrario, “todo el mundo contribuye a él, en diversos grados, consciente o inconscientemente”. A través de internet y de las redes sociales, todos proporcionamos “un conocimiento invaluable sobre la sociedad” en que vivimos, especialmente, en “sociedades abiertas” como las occidentales.

En definitiva, “el cerebro será el campo de batalla del siglo XXI”. Y así, resulta probable que “los conflictos futuros entre las personas ocurran primero digitalmente y después físicamente en las proximidades de los centros de poder político y económico”.

La guerra cognitiva plantea, por tanto, un nuevo esquema de confrontación y, aunque originalmente fue ideada como una herramienta de naturaleza defensiva, resulta claro que su principal objetivo es “dañar a las sociedades y no solo a las fuerzas armadas”.

Más allá de las consecuencias políticas, económicas y geopolíticas de la actual crisis entre Rusia y las potencias occidentales, hoy dicho conflicto se presenta como un campo preferencial para la experimentación de los principales aspectos de la guerra cognitiva, tal como en la actualidad se plantea desde la OTAN, en una estrategia que apunta a la vez a la polarización de opiniones y a la radicalización de grupos y sectores políticos.

Así, las actividades de propaganda, las campañas de desinformación, y la operatividad en torno a internet, los medios hegemónicos y las distintas redes sociales, se configuran como elementos centrales de un conflicto que se expande no sólo en términos territoriales sino también en el sistema de creencias y en la subjetividad de cada uno de nosotros.

Daniel Kersffeld https://www.pagina12.com.ar/423290-conflicto-rusia-ucrania-la-guerra-cognitiva

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