La estrategia militar-nuclear de Corea del norte cosecha un éxito tras otro desde hace 50 años

La tensión que Estados Unidos ha desatado en las últimas semanas sólo está dirigida contra Corea de norte de forma aparente. Como es obvio, en el Extremo Oriente el adversario principal de Estados Unidos no es Pyongyang sino Pekín. En Washington la escalada, centrada en las pruebas nucleares coreanas, sirve para desarrollar la estrategia, iniciada en tiempos de Obama, de concentrarse sobre aquella región del mundo (“pivot to Asia”). En la década de los cuarenta George Kennan hubiera dicho que se trata de “contener el expansionismo chino” (como entonces se contenía el soviético).

Desde 1945 la estrategia militar del Pentágono siempre ha parecido un chiste sin ninguna gracia: para contener al vecino, nos plantamos a la puerta de su casa y no le dejamos salir de ella; quizá de esa manera acabe por asfixiarse en alguna de las habitaciones… Pero que quede claro que el “expansionista” es ese vecino acorralado en su propia casa.

Washington utiliza la demagogia anti-coreana para poner a su flota del Pacífico delante de las narices de China y las innumerables concesiones que ha hecho Pekín, como votar en la ONU las sanciones contra Pyongyang, nunca han servido para nada. Claro que realizar concesiones a costa de terceros (Corea) siempre sale gratis (o casi). Por eso, aunque sabe que no sirve para nada, el gobierno chino sigue negociando con mercancía que no es suya. Pero, ¿saben una cosa? Mientras hablan de lo ajeno (Corea), no hablan de lo propio (China). De esa manera quizá en Pekín crean que ellos nunca van a tener que poner sus propios asuntos encima de la mesa cuando se sienten a parlamentar con los buitres americanos, ya saben, temas muy desagradables como las sanciones económicas, el embargo, el bloqueo… Si es así, craso error por su parte.

Pero ahora de quien queremos hablar aquí es de Corea del norte, el único país que muestra una actitud coherente y, por supuesto, absolutamente justificada. Empecemos diciendo lo que nadie ha dicho: Corea del norte ha declarado -unilaterialmente- que renuncia a ser el primero en utilizar armamento atómico. Sería muy bueno que los demás países, sobre todo Estados Unidos, hubieran dicho lo mismo. Eso hubiera dado a la región algo que no interesa dar: tranquilidad. Por el contrario, lo que interesa es incrementar la tensión y pregunten quién tiene tales intereses.

Una declaración así es una concesión (repetimos, de carácter unilateral) realizada en una situación que, como demostró últimamente el caso de Libia, no sirve nunca para nada cuando enfrente se plantan los pistoleros del Pentágono. Lo han recordado -muy acertadamente- los coreanos: no vamos a hacer concesiones para acabar como Gadafi (torturados y asesinados).

Desde 2009 Corea del norte ha intensificado su programa nuclear (también muy justificadamente) y el desarrollo de ICBM (misiles balísticos intercontinentales) pero Estados Unidos es plenamente consciente (aunque se calla) de que los objetivos militares coreanos son de alcance local, es decir, que nunca llegarán hasta el continente americano. No lo necesitan; para su propósito les basta con Japón y el sur de la península.

Digamos de paso algo que también es obvio: la escalada nuclear de Corea del norte nunca ha supuesto ningún problema para China ni para Rusia. Por el contrario, son un serio problema para Japón y Corea del sur, y sigamos preguntándonos por los motivos de ello.

En Seúl han respondido a los del norte con un sistema Thaad de defensa antimisiles de altitud elevada, que es inútil frente al armamento del norte pero que le plantea a China un problema: sus radares alcanzan regiones vitales del territorio chino, por lo que al paralizar -potencialmente- un contraataque chino, desequilibran la paridad de fuerzas en el Mar Amarillo… y nos referimos a Estados Unidos, naturalmente, no a Corea del sur (que sólo es una sucursal).

El despliegue de misiles Thaad en Corea del sur no es, pues, un problema para el norte sino para China, otro más. La táctica de Pyongyang no puede ser más sutil ni más eficaz: no admite que nadie, ni siquiera China, descargue el problema sobre sus espaldas, que vuelve sobre quien quería desembarazarse de él (China). Frente al despliegue Thaad, es China quien tiene que mover ficha y sancionar comercialmente a Seúl; como China es su primer socio comercial, el gobierno de Seúl se replantea el despliegue del Thaad.

Cada vez que los del norte lanzan un misil, lo más interesante son las reacciones de los periódicos en Pekín y en Seúl. Si el gobierno de Park Geun-hye ha caído hace poco no es por la corrupción sino por las presiones económicas de China. No hay nada más exitoso en el mundo que esos misiles que lanzan los del norte periódicamente. Entonces en Pekín alguien levanta el teléfono y llama a Seúl para que negocien con sus vecinos… con una condición “sine qua non”: que los gringos no estén por medio porque su único interés -allá como en todas partes- es enredar la situación.

La llave la tiene, pues, el gobierno de Seúl: o siguen atados a la escalada militar con Washington, o se apuntan a los negocios que llueven de Pekín. Hace tiempo que en el sur los periódicos se preguntan si en Corea puede ocurrir algo como en Afganistán, o en Libia, o en Siria. Lo que tienen muy claro es que las opciones dependen de los socios que elijan. ¿Estados Unidos?, ¿China? Por un camino tendrán buenas relaciones con el norte; por el otro van de cabeza hacia la guerra.

La tensión en el Mar Amarillo dura ya 50 años. No empieza en 1950 con la Guerra de Corea sino con la Revolución china el año anterior y su consecuencia ha sido un notable retroceso de la influencia de Estados Unidos, que se puede medir por los sonados fracasos políticos y militares que ha cosechado. La estrategia “pivot to Asia” de Obama es una guerra que se justifica a sí misma con la escalada de tensiones, provocaciones y rearme cuyo origen no es el gobierno de Pyongyang sino el de Washington.

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