La crisis económica de Turquía no sólo amenaza con llevarse a Erdogán por delante

Los 16 años que lleva Erdogan con las riendas de Turquia en las manos se explican por una larga etapa de prosperidad económica. Cuando en 2002 se convirtió en Primer Ministro, Turquía salía de una recesión. Su predecesor, Kemal Derviş, había implementado importantes reformas económicas y Erdogan se llevó los réditos.

Como en tantos otros lugares, no ha habido ninguna política económica misteriosa sino la llegada de inversiones extranjeras y lo que aquí llamamos “ladrillo”, un binomio propenso a la especulación y la corrupción.

Turquía tiene un déficit comercial crónico. Importa más bienes y servicios de los que exporta y tiene que pedir prestado dinero del exteror para pagar la diferencia. El dinero fluyó hacia la construcción, especialmente en Estambul: viviendas, centros comerciales, más de 10.000 mezquitas, puentes, aeropuertos y un suntuoso palacio de 1.000 habitaciones para Erdogan.

Los tipos de interés de los bancos turcos cayeron, pero se mantuvieron altos en comparación con otros, como los de la Unión Europea, por lo que el endeudamiento se contrajo en euros y dólares. Esa es siempre la trampa: se pagan menos intereses siempre que los tipos de cambio no cambien.

Pero cambiaron. La libra se desploma literalmente, casi cada minuto. De 0,30 dólares hace dos años ha pasado a 0,15 en la actualidad.

Las empresas y los bancos turcos tienen que devolver 150.000 millones de dólares en divisas, a pesar de que obtienen sus ingresos en libras, es decir, que están en bancarrota, lo mismo que el país en su conjunto, y los bancos que concedieron los créditos, que no saben si cobrarán, entre ellos algún banco español.

Nadie quiere prestar dinero a Turquía. Las malas relaciones con Estados Unidos impiden la obtención de un préstamo del FMI. Cuando pueden contratar un préstamos, los intereses son prohibitivos.

Pronto Turquía no podrá pagar sus importaciones, especialmente por los hidrocarburos que necesita.

Estados Unidos está al acecho. El plan norteamericano actual es utilizar las dificultades económicas de Turquía para derribar a Erdogan. Las medidas son las mismas que contra otros países: bloqueo, sanciones económicas, amenazas. Ayer Trump publicó el siguiente mensaje en Twitter:

“Acabo de autorizar una duplicación de las tarifas aduaneras sobre el acero y el aluminio turcos porque su moneda, la libra turca, baja rápidamente en relación a nuestro dólar, muy fuerte”.

El acero es uno de los mayores productos de exportación de Turquía. Las importaciones de Estados Unidos suponen 1.000 millones de dólares anuales. Por su cabían dudas, la Casa Blanca ha reconocido que el aumento de las tarifas aduaneras es por motivos de seguridad, no comerciales.

Inmediatamente después Erdogan llamó por teléfono a Putin, posiblemente para pedirle un préstamo de emergencia. El lunes le esperan a Lavrov en el aeropuerto de Ankara.

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