Judaísmo y sionismo

Nicolás Bianchi
Imaginemos que estamos en Tel Aviv animando a un equipo español de baloncesto, no importa quién, frente al Maccabi en algún campeonato europeo. Probablemente no sabremos que Tel Aviv, significa «Monte Primavera» en hebreo, aparte de ser una ciudad artificialmente creada a la occidental manera. O que el Maccabi es el equipo de los «Macabeos» (salen en el Antiguo Testamento), a quienes el nacionalismo sionista tiene, porque así conviene, por héroes frente a hordas helenizantes (como la defensa numantina de Masada frente a los romanos) y el judaísmo tradicional, por ejemplo y por su parte, los jaredím, esas personas que vemos por la tele con levita y tirabuzones dizque «ultraortodoxos», considera que la derrota es fruto del pecado y de no cumplir con los preceptos de la Torá. Supongamos ahora que, viendo el partido en el Nokia Arena -significativo nombre del antiguo Yad Eliyahu o «Mano de Elías»-, que así se llama el estadio del Maccabi, me pregunto quién me rodea: ¿jasidistas o meramente israelíes o «demasiado judíos» como los jaredíes? ¿Judíos reformistas (protestantes), laicos o sionistas? Es un error pensar la «sociedad israelí» como una especie de «macizo ideológico». Un rabino (los rabinos no son curas ni sacerdotes, eso no existe en el judaísmo ni tampoco en el mahometismo) tradicionalista escribió: «Se ha convertido a los árabes en una suerte de enemigo universal del pueblo judío. Esto es completamente falso. Judíos y árabes vivían en paz unos con otros hasta que los ingleses, y después los sionistas, consideraron que convenía a sus intereses sembrar la discordia».
Hoy vemos, desde la izquierda, al menos la consecuente, el sionismo como la fase superior del terrorismo de Estado contra el pueblo palestino. Y así es. Sin embargo, los orígenes del sionismo, a finales del siglo XIX, fueron socialistas y provenientes del Imperio ruso de la época de los zares. Ellos fundaron el artificial Estado de Israel desuncidos del «yugo del cielo». El judaísmo es una religión que basa todo en el mesianismo y la redención. No se creen una nación y menos un Estado -aunque la mayoría de los judíos alemanes en la época nazi se sentía alemana-. Los jaredím -que aquí pasarían por extrema derecha- ni llevan la estrella de David ni mandan a sus hijos a la guerra lo que, para los sionistas, obviamente, les convierte en «colaboradores» del enemigo, o sea, de casi todo el mundo. Para ellos, la Torá(h) reemplaza a la tierra física y se transverbera en el «territorio nacional». George Steiner dirá que El Libro (el Antiguo Testamento, no el neotestamentario paulinotarsiota) es la patria de los judíos. Esto, para el sionismo, es una antigualla. El sionismo, vienen a decir los Netanyahu de hogaño, es modernización y secularización. No dicen que son ateos porque es «políticamente incorrecto». Dicen querer ser una nación como las demás y liberar su país… colonizándolo con judíos de todas partes, los últimos los daneses a llamado de Netanyahu tras el atentado de «falsa bandera» del otro día en Copenhague. El sionismo es occidente (como el Maccabi de baloncesto o el Happoel más, por ejemplo, que el Anorthossis chipriota), democracia, partidos políticos, elecciones, libertad de expresión, ciertas dosis de corrupción para elevar la tirada de los periódicos y seguridad… antes que la justicia, como lo quería Goethe. El tradicionalismo judío y/o judaico es suprahistórico: pactaron con Dios -Yahvé, Jehová- y por eso son el «pueblo elegido» (chosen people) aunque, ojo, no se consideran los más guapos, todo hay que decirlo.
Mi conclusión es esta: se la pasaron esperando la llegada del mesías y lo que llegó fue la Historia, o sea, el Leviatán-Mesías (a los cristianos les llegó la Iglesia, algo peor) moderno, es decir, el Estado sionista de Israel.

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