Estados Unidos lleva a cabo operaciones militares encubiertas en 105 países

Nick Turse

Al final de la noche subieron al avión V-22 de despegue vertical. Después de poner pie a tierra en una región remota de uno de los países más volátiles del mundo, asaltaron una aldea y pronto se vieron envueltos en un letal tiroteo. Era la segunda vez en dos semanas que ese grupo de elite de SEAL de la marina de Estados Unidos trataba de rescatar al fotógrafo y periodista estadounidense Luke Somers. Y la segunda vez que fallaban.

El 6 de diciembre de 2014, un grupo de unos 36 comandos de Estados Unidos fuertemente armados, operando con información obtenida por satélite, drones y dispositivos de escucha de última generación, equipados con gafas de visión nocturna y respaldadas por tropas especiales de Yemen, se enfrentaron a tiros con una media docena de militantes de al-Qaeda en la Península Arábiga. Cuando todo acabó, Somers estaba muerto, lo mismo que Pierre Korkie, un maestro surafricano al que planeaban dejar en libertad al día siguiente. Según informaciones locales, los comandos también mataron a ocho civiles. La mayor parte de los militantes huyeron.
Estos sangrientos episodios fueron, dependiendo de vuestro punto de vista, un final de año de ignominia para unas fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos desplegada a niveles cercanos al récord o un comienzo de año poco auspicioso, un nuevo año que ya está en camino de alcanzar marcas similares, o incluso superarlas.
Durante al año fiscal que terminó el 30 de septiembre de 2014, las fuerzas de operaciones especiales (SOF, por sus siglas en inglés) se desplegaron en 133 países –más o menos el 70 por ciento de las naciones del mundo–, según el teniente coronel Robert Bockholt, oficial de asuntos públicos del Comando de Operaciones Espaciales de Estados Unidos (SOCOM, por sus siglas en inglés). Esto remató un periodo en el que las fuerzas más selectas del país estuvieron activas en más de 150 países del orbe, realizando misiones que iban desde la muerte o captura en asaltos nocturnos a ejercicios de adiestramiento. 2015 puede ser un año en el que se rompan récords. Apenas un día después del fallido asalto que acabó con la vida de Luke Somers –cuando habían pasado solo 66 días del año fiscal 2015– las fuerzas más selectas de Estados Unidos habían pisado el suelo de 105 países, aproximadamente un 80 por ciento del total de 2014.
A pesar de esta escala y este ámbito tan vastos, esta guerra secreta que se combate en casi todo el planeta es desconocida para la mayoría de los estadounidenses. A diferencia del desastre de diciembre en Yemen, la gran mayoría de las operaciones especiales permanecen completamente en la sombra, ocultas a toda supervisión externa o al escrutinio de los medios. De hecho, aparte de la escasa información revelada por la muy selectiva cobertura de los medios militares, las filtraciones oficiales de la Casa Blanca, el propio SEAL cuando quiere vender algo y unos pocos periodistas cuidadosamente escogidos que informan sobre temas escogidos con sumo e igual cuidado, la mayor parte de lo que hacen estos grupos especiales nunca se somete a un examen importante, lo que no hace más que aumentar las posibilidades de repercusiones imprevistas y consecuencias catastróficas.
La edad dorada de las operaciones encubiertas
“El Comando está en su absoluto apogeo. Ciertamente, esta es la edad dorada de las operaciones especiales”. Estas palabras las dijo el general Joseph Votell III, graduado en West Point y “ranger” del ejército, en el momento de asumir la jefatura del SOCOM el pasado agosto.
Su retórica quizá fuera de alto vuelo, pero de ningún modo hiperbólica. Desde el 11 de septiembre de 2001, las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos han crecido en todos los aspectos concebibles, incluso el número de integrantes, su presupuesto, su peso en Washington y su lugar en el imaginario de la población del país. Por ejemplo, SOCOM ha más que duplicado su personal, desde los aproximadamente 33.000 en 2001 a los cerca de 70.000 de hoy en día, incluyendo un salto de unos 8.000 hombres durante los tres años de la titularidad del recientemente retirado jefe de SOCOM, el almirante William McRaven.
Estos números, impresionantes como son, no dan una idea cabal de la naturaleza de la expansión y crecimiento del alcance mundial de las fuerzas más selectas de Estados Unidos en estos años. Para esto, lo más apropiado es un resumen de la estructura de SOCOM y su siempre creciente comando de operaciones especiales.
La parte del león de las tropas que forman SOCOM son los Rangers, los Boinas Rojas y otros soldados del ejército, seguidos de los comandos de la Fuerza Aérea, los SEAL, las tripulaciones de combate de embarcaciones navales especiales de la Marina, lo mismo que un contingente más pequeño de infantes de marina (marines). Pero solo es posible tener una noción de la capacidad expansiva del comando cuando se considera el alcance completo de los “comandos sub-unificados” en que están divididas esas tropas de operaciones especiales: el nombre de SOCAFRICA se explica por sí mismo; SOCEUR, el contingente de ámbito europeo; SOCKOR, dedicado exclusivamente a Corea; SOCPAC, que cubre el resto de la región asiática y el Pacífico: SOCSOUTH, que realiza misiones en Centroamérica, Suramérica y el Caribe; SOCCENT, el comando sub-unificado del CENTCOM (comando central de Estados Unidos en Oriente Medio); SOCNORTH, que está dedicado a la “defensa interior”; y JSOC, el trotamundos comando de operaciones especiales conjuntas: un sub-comando encubierto (encabezado antes por McRaven y después por Votel) compuesto por personal proveniente de cada rama de las fuerzas armadas, incluyendo SEAL, soldados especiales tácticos de la Fuerza Aérea y otros de la fuerza Delta, del Ejército, especializados en el rastreo y asesinato de sospechosos de ser terroristas.
Sin embargo, tampoco penséis que ya lo sabéis todo. Como resultado del impulso dado por McRaven para la creación de “una red global de fuerzas de operaciones especiales de aliados y socios a agencias con ideas afines”, oficiales de enlace de operaciones especiales (SOLO, por sus siglas en inglés), están hoy “incrustados” en 14 embajadas clave de Estados Unidos para asesorar las fuerzas especiales de varios países aliados. Si bien ya están trabajando en Australia, Brasil, Canadá, Colombia, El Salvador, Francia, Israel, Italia, Jordania, Kenya, Polonia, Perú, Turquía y Reino Unido, el programa SOLO está preparado, según Votel, para llegar a 20 países hacia 2019. SOCOM, y sobre todo JSOC, también han establecido estrechos vínculos con la CIA, el FBI y la NSA, entre otras agencias.
Operaciones en la sombra
El ámbito global del comando de operaciones especiales se extiende aún más gracias a unidades más pequeñas que operan en la sombra desde bases en Estados Unidos para ser enviadas a zonas remotas del sudeste asiático, puestos de avanzada en Oriente Medio o sencillos campos en África. Desde 2002, SOCM está autorizado a crear sus propias fuerzas de tareas conjuntas, una prerrogativa normalmente reservada a comandos de combate como CENTCOM. Por ejemplo, la fuerza de tareas conjuntas para operaciones especiales Filipinas (JSOTF-P), que, en su momento de máximo esplendor, tuvo una plantilla de unos 600 estadounidenses para ayudar en operaciones de contrainsurgencia de sus aliados filipinos contra grupos sediciosos como Abu Sayyaf. Después de más de una década combatiendo contra ese grupo, el número de integrantes ha ido disminuyendo, pero continúa activo, mientras que la violencia en la región se mantiene prácticamente igual.
En realidad, en junio de 2014 se anunció una retirada paulatina de esta fuerza de tareas. “JSOTF-P será desactivada y la operación OEF-P [la operación libertad duradera en Filipinas] terminará en el año fiscal 2015”, lo dijo Votel a la Comisión de la Fuerzas Armadas del Senado un mes después. “Un contingente más reducido de personal militar estadounidense que operará formando parte de un PACOM [comando Estados Unidos del Pacífico] continuará mejorando la capacidad de las fuerzas especiales de Filipinas (PSF, por sus siglas en inglés) para realizar sus propias misiones contra el terrorismo..”. No obstante, meses más tarde, la fuerza de tareas conjunta de operaciones especiales Filipinas continúa viva y funcionando“JSOTF-P sigue activa, aunque el personal asignado a ella ha sido reducido”, le dijo la portavoz del ejército Kari McEwen al reportero Joseph Trevithick, de War is Boring.
Otra unidad, la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales Bragg, durante años permaneció en las sombras antes de su primera mención oficial realizada por el Pentágono al principio de 2014. Su misión, según Bockholt, de SOCOM, es “adiestrar y equipar los servicios estadounidenses miembros que se preparan para un despliegue en Afganistán para ayudar a la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales Afganistán”. Esta última fuerza, a su vez, dedicó más una década realizando operaciones encubiertas o “negras” para “impedir actividades que amenazaban la autoridad y soberanía” del gobierno afgano. Esto implicaba asaltos nocturnos y misiones de captura y/o asesinato –frecuentemente concertadas con las fuerzas afganas– que condujeron a la muerte de un número indeterminado de combatientes y civiles. En 2013, para responder a la indignación popular contra los asaltos, el presidente afgano Hamid Karsai los prohibió.
En 2014, las fuerzas estadounidenses de operaciones especiales pasaron a desempeñar tareas de apoyo, permitiendo así que unidades de élite afganas se hicieran cargo de las misiones. “Estamos tratando de que ellos se ocupen del espectáculo”, le dijo el coronel Patrick Robertson, de la fuerza de tareas Afganistán, a USA Today. Pero según LaDonna Davis, un portavoz que acompaña a esa fuerza, integrantes estadounidenses todavía estaban realizando especiales el año pasado. La fuerza se niega a informar sobre cuántas misiones fueron comandadas por oficiales estadounidenses como tampoco en cuántas operaciones estuvieron implicados sus comandos aunque, según informaciones de las fuerzas afganas de operaciones especiales, estas llevaron a cabo al menos 150 misiones por mes en 2014. “No estoy en condiciones de referirme al número específico de operaciones realizadas”, le dijo el mayor Loren Bymer, de la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales Afganistán, a TomDispatch. “Sin embargo, hoy día los afganos comandan el 90 por ciento de las operaciones especiales, y nosotros continuamos adiestrando, asesorando y ayudando a nuestros socios para asegurar sus éxitos”.
No vayáis a pensar que con esto se acaba el diagrama organizativo de las fuerzas especiales: la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales en Afganistán tiene cinco grupos asesores cuya tarea consiste en “aconsejar y asesorar las ASSF [fuerzas especiales de seguridad de Afganistán] de nuestros socios para garantizar que las ASSF continúen la lucha contra nuestros enemigos; las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos deben estar dispuestas a continuar haciendo algún asesoramiento en relación con los aspectos tácticos más allá de 2014 con unidades escogidas en sitios escogidos”, según dijo Votel a la comisión de las fuerzas armadas del Senado. Ciertamente, el pasado noviembre, el sucesor de Karzai, Ashraf Ghani levantó muy discretamente la prohibición de los asaltos nocturnos, dejando así la puerta abierta para el regreso de los asesores estadounidenses a las operaciones especiales en 2015.
Sin embargo, para entonces habrá pocas tropas de operaciones especiales disponibles para hacerse cargo de misiones tácticas. Según palabras del ahora vicealmirante Sean Pybus, subcomandante de SOCOM, alrededor de la mitad de los grupos SEAL desplegados en Afganistán estaban a punto de ser retirados y enviados a ayudar en “el giro en Asia o a trabajar en el Mediterráneo o en el golfo de Guinea o en el Golfo Pérsico”. Aun así, el coronel Christopher Riga, comandante del 7 grupo de fuerzas especiales, cuyos hombres sirvieron el año pasado en la fuerza de tareas conjunta para operaciones especiales combinadas Afganistán cerca de Kandahar, prometió que “seguiría al pie del cañón”: “Todavía hay mucha pelea en Afganistán, y va a continuar”, dijo en una ceremonia de entrega de condecoraciones a finales del año pasado. “Continuaremos matando enemigos hasta que nos ordenen que dejemos de hacerlo”.
A las fuerzas ya enumeradas, agregad las unidades del comando de avanzada de operaciones especiales (SOC FWD, por sus siglas en inglés), pequeños grupos que, según los militares, “diseñan y coordinan operaciones especiales para cooperar con las fuerzas de seguridad, y se implican en el apoyo de diversas operaciones especiales en cualquier teatro de operaciones y ámbito geográfico”. SOCOM rehusó confirmar la existencia de grupos SOC FWD; aunque ha habido abundante evidencia oficial sobre la cuestión, no se brinda información que dé cuenta del número de estos grupos desplegados en el mundo. Pero aquellos que son conocidos están empeñados en operaciones clandestinas de tipo violento, entre ellos, SOC FWD Pakistán, SOC FWD Yemen y SOC FWD Líbano, como también SOC FWD África oriental, SOC FWD África central y SOC FWD África occidental.
De hecho, África se ha convertido en el principal escenario de acciones clandestinas de las unidades especiales de Estados Unidos. “Esta unidad en particular ha hecho cosas admirables. Ya fuera en Europa o en África, se ha hecho cargo de una variedad de situaciones; todos habéis contribuido muy significativamente”, dijo el comandante de SOCOM, general Votel, a los integrantes del 352 grupo de operaciones especiales en su base en Inglaterra el pasado otoño.
Los comandos aéreos raramente están solos en sus hazañas en África. En los últimos años, por ejemplo, los SEAL realizaron una exitosa misión de rescate de rehenes en Somalia y una incursión de secuestro allí que salió mal. En Libia, los comandos de la fuerza Delta tuvieron éxito en la captura de un militante de al-Qaeda en un asalto ejecutado temprano por la mañana, mientras los SEAL requisaron un petrolero que transportaba crudo desde Libia y el débil gobierno respaldado por Estados Unidos tenía por robado. Además, los SEAL se encargaron de una misión de evacuación en Sudán del Sur; la misión fracasó debido a que los integrantes del grupo resultaron heridos cuando el avión que los transportaba fue alcanzado por fuego de fusilería. Mientras tanto, una fuerza especial de respuesta rápida conocida como unidad especial 10 de guerra naval (NSWU-10, por sus siglas en inglés) llevó a cabo misiones en “países estratégicos”, como Uganda, Somalia y Nigeria.
Una misión clandestina de adiestramiento de las fuerzas de operaciones especiales en Libia acabó en fracaso cuando una milicia o “grupo terrorista” asaltó dos veces su campo, que estaba custodiado por soldados libios, y se apropió de equipos estadounidenses de última generación y cientos de armas –incluyendo pistolas Glock y rifles M4–, como también dispositivos para visión nocturna y de rayos láser que solo pueden ser vistos con un dispositivo como el mencionado antes. Como resultado de esto, la misión fue suspendida y el campo fue abandonado. La información dice que la milicia se ha apoderado del lugar.
En febrero del año pasado, tropas de elite se trasladaron a Nigeria para participar en una instrucción militar de tres semanas que forman parte de Flintlock 2014, un ejercicio de operaciones especiales contra el terrorismo de periodicidad anual que reúne las fuerzas del país anfitrión con las de Canadá, Chad, Francia, Mauritania, Holanda, Nigeria Senegal, Reino Unido y Burkina Faso. Varios meses después, un oficial de Burkina Faso, que en 2012 había recibido entrenamiento contraterrorista en Estados Unidos con los auspicios de la universidad de operaciones especiales conjuntas de SOCOM se hizo con el poder mediante un golpe militar. Sin embargo, las fuerzas de operaciones especiales en Burkina Faso permanecieron impertérritas. A finales del año pasado, por ejemplo, auspiciados por SOC FWD África occidental, miembros de 5 batallón del 19 grupo de fuerzas especiales, junto con tropas de elite marroquíes, se adiestraron en una base en las afueras de Marrakech.
Un mundo de oportunidades
No obstante, los despliegues en países africanos no eran más que una parte del rápido crecimiento del comando de operaciones especiales en ultramar. Al final de la presidencia de Bush, cuando el almirante Eric Olson era el jefe de SOCOM, las fuerzas de operaciones especiales estaban desplegadas en unos 60 países de todo el mundo. Para 2010, ese número había llegado a 75, según Karen DeYoung y Greg Jaffe, periodistas del Washington Post. En 2011, el coronel Tim Nye, portavoz de SOCOM le dijo a TomDispatch que el total llegaría a 120 hacia el final de ese año. En 2013, con el almirante McRaven al mando de SOCOM, el entonces mayor Robert Bockholt le dijo a TomDispatch que ese número había saltado a 134. Bajo el comando de McRaven y Votel en 2014, según palabras de Bockholt, el total casi no varió: 133. Sin embargo, el secretario de defensa saliente Chuck Hagel anotó que bajo el mando de McRaven –desde agosto de 2011 hasta agosto de 2014– las fuerzas de operaciones especiales operaban en más 150 países. “De hecho, SOCOM y la totalidad de las fuerzas armadas de Estados Unidos están más comprometidos que nunca en el ámbito internacional; en más sitios y con una variedad mayor de misiones, dijo en un discurso en agosto de 2014.
No estaba bromeando. Pasados solo dos meses del año fiscal 2015, el número de países donde se han realizado operaciones especiales ya llegaba a 105, según Bockholt.
SOCOM se negó a hacer comentarios tanto sobre la naturaleza de sus misiones como acerca de los beneficios de actuar en tantos países. El comando ni siquiera ha dado el nombre de un solo país en el que hayan intervenido fuerzas de operaciones especiales estadounidenses en los últimos tres años. No obstante, un vistazo sobre algunas de las operaciones, ejercicios y otras actividades que han salido a la luz pinta un cuadro de un comando trotamundos en constante movimiento con alianzas en todos los rincones de la Tierra.
Por ejemplo, en enero y febrero [de 2014], integrantes del 7 grupo de las fuerzas de operaciones especiales y el 160 regimiento de operaciones aéreas especiales realizaron un intercambio de instrucción en acciones conjuntas combinadas (JCET, por sus siglas en inglés) con fuerzas de Trinidad y Tobago, al mismo tiempo que el 353 grupo de operaciones especiales se reunía con miembros de la real fuerza aérea de Thailandia para realizar los ejercicios Teak Torch en Udon Thani, Thailandia. En febrero y marzo, en el marco de las JCET, los Boinas Rojas del 20 grupo de fuerzas especiales se adiestró con tropas de elite de la República Dominicana.
En marzo, miembros del comando de operaciones especiales de la armada y la unidad especial 1 de guerra naval se embarcaron en el crucero portamisiles USS Cowpens para participar en maniobras en el marco del programa Multi-Sail 2014, unos ejercicios anuales diseñados para defender la “seguridad y estabilidad en la región India-Asia-Pacífico”. También en marzo, soldados, marineros, infantes de marina y aviadores de elite participaron en un ejercicio de adiestramiento (cuyo nombre clave era Fused Response) con integrantes de las fuerzas armadas de Belice. “Ejercicios como este crean entendimiento y vínculos entre las fuerzas de Estados Unidos y de Belice”, dijo el teniente general de la fuerza aérea Herbert Toro, perteneciente al comando sur de operaciones especiales.
En abril, soldados del 7 grupo de fuerzas especiales se unieron a fuerzas aerotransportadas de Honduras para adiestrase en salto con paracaídas, lanzándose sobre la base aérea de Soto Cano de ese país. Soldados de la misma unidad, junto con la fuerza de tareas de Afganistán, realizaron también operaciones encubiertas en el sur del país en la primavera de 2014. En junio, miembros de grupo 19 de fuerzas especiales efectuaron unas JCET en Albania, al mismo tiempo que hombres de la fuerza Delta participaban en la misión de rescate de sargento Bowe Bergdahl en Afganistan. También en junio, comandos de la fuerza Delta ayudaron en el secuestro de Ahmed Abu Khattala, sospechoso de ser el responsable de los ataques terroristas de 2012 en Benghazi, Libia, que mataron a cuatro estadounidenses, mientras los Boinas Rojas se trasladaban a Iraq para asesorar en la lucha contra el Estado Islámico.
En junio y julio, 26 miembros del escuadrón 522º de operaciones especiales llevaron a cabo una misión de 45.000 kilómetros que los llevó a Sri Lanka, Tanzania y Japón, entre otras naciones, para proteger “tres aviones monomotor [del comando de operaciones especiales de la fuerza aérea] destinados al área de responsabilidad del Pacífico”. En julio, fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos viajaron a Tolemaida, Colombia, para competir contra otras tropas de élite llegadas de 16 países –en actividades como tiro de precisión en distancias largas (especialidad de los francotiradores), tiro al blanco, carreras con obstáculos– en la competencia anual llamada Fuerzas Comando.
En agosto, soldados del grupo 20 de las fuerzas especiales realizaron una JCET con unidades de elite de Surinam. “Juntos, hemos progresado mucho en un mes. Si hemos de operar juntos alguna vez en el futuro, ya sabemos que tenemos compañeros y amigos en los que podemos confiar”, dijo un suboficial de esa unidad. En Iráq, en ese mismo mes, los Boinas Rojas cumplieron una misión de reconocimiento en el monte Sinjar como parte de las tareas de protección de la etnia yazadí asediada por militantes del Estado Islámico, mientras comandos de la fuerza Delta incursionaban en una refinería de petróleo en el norte de Siria en una tentativa de salvar al periodista estadounidense James Foley y otros rehenes en manos del mismo grupo. Esta misión fue un desastre, y Foley fue brutalmente asesinado poco tiempo después.
En septiembre, unos 1.200 integrantes de la fuerza de operaciones especiales de Estados Unidos y personal de apoyo se unieron con tropas de élite de Holanda, República Checa, Finlandia, Gran Bretaña, Lituania, Noruega, Polonia, Suecia y Eslovenia para participar en Jackal Stone, un ejercicio de adiestramiento centrado en todo lo que tiene que ver con el combate en espacios cerrados, tácticas de francotirador, operaciones con pequeñas embarcaciones y rescate de rehenes. En septiembre y octubre, soldados del tercer batallón del 75 regimiento de Rangers estuvieron en Corea del Sur para practicar en tácticas con pequeñas unidades como neutralización de trincheras y destrucción de búnkeres. Durante octubre, comandos de la Fuerza Aérea hicieron simulaciones de misiones de rescate de rehenes en el campo de adiestramiento de Stanford cercano a Thetford, Inglaterra. Mientras tanto, en aguas internacionales frente a Chipre, un grupo SEAL de la Armada confiscó un petrolero que llevaba crudo a un puerto en poder de los rebeldes libios. En noviembre, comandos estadounidenses llevaron a término una incursión en Yemen que liberó a ocho rehenes extranjeros. El mes siguiente, una unidad SEAL realizó una sangrienta misión que dejó dos rehenes –uno de ellos Luke Somers– y ocho civiles muertos. Estas, por supuesto, solo son algunas de las misiones que consiguieron convertirse en noticia o, de algún modo u otro, ser registrados.
Quieren estar en todas partes
Para los jefes de las operaciones clandestinas de Estados Unidos, el planeta Tierra es tan inestable como interconectado. “Yo le garantizo que lo que ocurre en Latinoamérica afecta a lo que sucede en el oeste de África, lo que a su vez afecta a lo que ocurre en el sur de Europa, lo que a su vez afecta lo que sucede en el suroeste de Asia”, dijo el año pasado McRaven en Geoint, un encuentro anual que reúne a ejecutivos de la industria de la vigilancia y personal militar. ¿Qué proponen para solucionar esta entrelazada inseguridad? Más misiones en más países –de hecho, en más de las tres cuartas partes de de los países del mundo– durante el ejercicio en el cargo de McRaven. Y el escenario parece dispuesto para todavía más de lo mismo en los años venideros. “Nosotros queremos estar en todas partes”, dijo Votel en Geoint. En 2015, las fuerzas a sus órdenes ya están transitando ese camino.
“Nuestro país tiene grandes expectativas en relación con las fuerzas de operaciones especiales”, les dijo el otoño pasado a operadores especiales en Inglaterra. “Cuentan con nosotros para hacer las tareas más duras en las condiciones más difíciles”. Sin embargo, la naturaleza y la localización de esas “duras tareas” siguen siendo desconocidas para los estadounidenses. Y, aparentemente, Votel no está interesado sacarlas a la luz. “Lo siento, pero no”, fue la respuesta de SOCOM al pedido de TomDispatch de tener una entrevista con el jefe de operaciones especiales sobre las misiones en curso y futuras. De hecho, el comando se negó a que cualquier integrante de su personal estuviera disponible para conversar acerca de qué está haciendo Estados Unidos con los dólares del contribuyente y en su nombre. No es difícil adivinar el porqué.
Votel se sienta ahora sobre una de las leyendas más exitosas de la historia militar estadounidense después del 11-S de 2001, una historia plena de guerras no ganadas, intervenciones fracasadas, rampante actividad criminal, repetidas filtraciones sobre secretos embarazosos y todo tipo de impresionantes escándalos. Mediante una hábil combinación de bravuconería y secretismo, filtraciones bien colocadas, acertada promoción comercial y trabajo de relaciones públicas, el sagaz culto a la mística del superhombre (junto a una buena dosis de retorcida fragilidad) y un extremadamente popular alto perfil y el asesinato de precisión, las fuerzas de operaciones especiales se han convertido en el niño mimado de la cultura popular estadounidense; al mismo tiempo, el comando ha sido un constante ganador en las duras batallas por presupuesto libradas en Washington a puñetazo limpio.
Esto es especialmente impactante cuando se contrasta con lo en ocurre realmente en el terreno: en África, el haber armado, adiestrado y equipado a quienes realizan luego un golpe de Estado; en Iraq, las fuerzas especiales más escogidas implicadas en la tortura, la destrucción de viviendas y el asesinato de inocentes que estaban heridos; en Afganistán, la historia es similar, con frecuentes informaciones de civiles asesinados; entretanto, en Yemen, Pakistán y Somalia, ha habido más de lo mismo. Y esto es solo lo más superficial de los errores de las fuerzas de operaciones especiales.
En 2001, antes de que las operaciones “negras” de Estados Unidos empezaran su vasta guerra clandestina contra el terror, la plantilla del comando de operaciones especiales tenía unos 33.000 integrantes, de los cuales unos 1.800 eran la élite de la élite, es decir, el comando conjunto de operaciones especiales (JSOC). En ese momento, también había 23 grupos terroristas –desde Hamas al IRA irlandés– reconocidos por el Departamento de Estado; entre ellos, al-Qaeda, cuyos miembros se estimaban en un número de ente 200 y 1.000 militantes. Este grupo estaba principalmente establecido en Afganistán y Pakistán; a pesar de ello, pequeñas células suyas habían actuado en unos cuantos países, incluyendo Alemania y Estados Unidos.
Después de más de una década de enfrentamientos secretos, vigilancia generalizada, incontables asaltos nocturnos, detenciones y asesinatos, por no mencionar los miles y miles de millones de dólares gastados, los resultados hablan por ellos mismos. SOCOM ha más que duplicado su tamaño y el secretísimo JSOC puede haber alcanzado el tamaño que SOCOM tenía en 2001. Desde septiembre de ese año, han surgido 36 nuevas organizaciones terroristas, entre ellas una multiplicidad de franquicias, desprendimientos y aliados de al-Qaeda. Hoy día, estos grupos continúan operando en Afganistán y Pakistán –en este último país, hay 11 grupos reconocidamente afiliados de al-Qaeda y cinco en el primero de ellos–, pero también en Mali y Túnez, en Libia y Marruecos, en Nigeria y Somalia, en Líbano y Yemen, entre otros países. Una filial de al-Qaeda nació de la invasión estadounidense de Iraq y se crió en un campo de concentración de Estados Unidos; hoy, con el nombre de Estado Islámico, controla una amplia porción de ese país y de la vecina Siria, un protocalifato en el corazón de Oriente Medio que en 2001 no era más que una ensoñación yihadista. Esta organización, solo ella, tiene un efectivo estimado de unos 30.000 hombres y se las ha arreglado para apoderarse de un importante territorio que incluye la segunda ciudad de Iraq (Mosul), a pesar de que en su infancia fue implacablemente atacado por los JSOC.
“Necesitamos seguir armonizando el despliegue de fuerzas de operaciones especiales en todo el orbe”, dice Votel. “Todos nosotros debemos estar sincronizados, coordinados y preparados en todos los aspectos del mando”. Marginados por esa sincronización, los estadounidenses han sido mantenidos sistemáticamente en la oscuridad acerca de los encargados de las operaciones especiales de Estados Unidos y no saben qué están haciendo ni dónde lo están haciendo, menos aún los accidentados resultados y las repercusiones de lo que han hecho. Pero si la historia sirve para algo, la oscuridad que envuelve a las operaciones especiales ayuda a garantizar que esta siga siendo la “edad dorada” del Comando de Operaciones Especiales.
Fuente: Tomgram: A Shadow War in 150 Countries, TomDispatch, 20 de enero, http://www.tomdispatch.com/blog/175945/

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