¡¡Hacia la reorganización del Movimiento de Resistencia Antifascista!!

Marcos Martín Ponce (preso de los GRAPO),
julio de 2009
Extracto de una carta dirigida al MDPP-S
(Movimiento de Defensa de los Presos Políticos por el Socialismo) de Rusia.



Debido a la represión, decidí pasar a la clandestinidad como guerrillero
antifascista (en los GRAPO) en 1997. Años más tarde en 2002, caí preso, y ahora
mi tarea principal es elevar mi nivel político e ideológico para, en este
terreno, aportar todo lo posible al Partido desde esta militancia de base, muy
limitada por circunstancias obvias.

En mis primeros años de militancia (en las Juventudes Antifascistas
(1994-1997)). La principal tarea era intentar politizar las luchas espontaneas
y sectoriales de la juventud obrera y marginada, y organizarla en torno al
Movimiento de Resistencia Antifascista (MRA), intentando concienciar a la
juventud de que las luchas contra la pobreza, la explotación, el paro, la
represión, etc., tienen como causa común un marco mucho más amplio que es el
Estado fascista, dirigido desde todos los resortes de poder de la burguesía
para mantener sus privilegiados intereses.

Esta labor, ampliada hacia el proletariado más consciente y a otros sectores
populares agredidos por el capitalismo, sigue siendo hoy, en mi opinión, una de
las tareas principales de las organizaciones revolucionarias de vanguardia,
especialmente de los partidos comunistas. Por lo que la reconstrucción de
partidos comunistas, depurados de toda influencia revisionista, y sobre la base
marxista-leninista, es una tarea prioritaria.

Es evidente que el largo proceso de desmantelamiento de la obra socialista
soviética tuvo consecuencias desastrosas. En especial, supuso un golpe fatídico
para los proyectos revolucionarios que desarrollaban las organizaciones
comunistas y antifascistas.

Los partidos y sindicatos revisionistas fueron financiados y promocionados por
la burguesía con la ayuda inestimable que les proporcionaba la vía claudicadora
de Kruschev; que transitaba desde el socialismo hasta el capitalismo,
conservando para ello la fraseología e iconografía comunista y democrática, a
la vez que introducía, en la práctica, los principios y valores del sistema
capitalista de producción. En España fue el PCE, ya corrupto y encabezado por
el traidor Carrillo, quien condujo este proceso de engaño y claudicación.

La ideología burguesa hace grandes esfuerzos, a través de sus medios de
propaganda, para mantener a las masas en los estrechos marcos de la tiranía de
los acontecimientos diarios (los árboles que nos impiden ver el bosque), que
restan perspectiva ante el movimiento concatenado, progresivo y transformador
de la dialéctica histórica.

En estos tiempos en los prima el derrotismo, esta perspectiva dialéctica
histórica del desarrollo social en constante transformación, nos muestra un
futuro más esperanzador que los ideólogos burgueses tratan de enterrar con sus
teorías sobre la “perpetuación del capitalismo en constante recuperación”. No
obstante, la degeneración y descomposición del sistema, se hace aún más
evidente cuando este invierte más en medio destinados a la represión y a
defensa de sus intereses que a la propia producción capitalista. Es más, a
estas alturas su única industria “rentable” es la guerra. Así pues, los
gobiernos adoptan políticas fascistas para preparar la guerra como forma de
“perpetuar” su sistema.

La represión y el intento de exterminio de las organizaciones revolucionarias
pretenden evitar que la vanguardia comunista ocupe su espacio natural entre las
masas populares, por eso, el fascismo contemporáneo siempre actúa acompañado de
un ejército de mercenarios reformistas y revisionistas, que tienen asignada la
tarea de usurpar los espacios de los revolucionarios desplazados por la
represión.

Para ello imitan nuestras consignas y simbología con el único fin de vaciarlas
de contenido. Saben que su actitud, unas veces claudicadora y otras veces
engañosamente radical, desprestigia los ideales revolucionarios y
desmoralizando a las masas trabajadoras y populares, convirtiéndolas así en
presa fácil de los medios masivos de propaganda burguesa.
Como te decía antes, yo creo
que estar atados al acontecimiento diario resta perspectiva histórica y esto
influye obligatoriamente en la capacidad de análisis y síntesis de las organizaciones
revolucionarias. Este es el caso de las tendencias derechistas que se
desarrollan en el seno de todo movimiento revolucionario y que abogan por
aprovechar todos los espacios de legalidad que ofrecen las fisuras de los
regímenes fascistas, sin medir las consecuencias que eso conlleva.

Saben que ningún Partido Comunista puede desarrollarse (y aspirar a dirigir el
movimiento revolucionario), sin trabajar de manera más o menos abierta entre
las masas. Por eso los derechistas destacan, ante todo, las “puertas abiertas”
que el sistema capitalista ofrece como “grandes oportunidades”, a la vez que
restan importancia al peaje estratégico ideológico que hay que pagar por
cruzarlas. Así pues, las pesadillas de los derechistas son la clandestinidad y
la lucha armada.

Ambos son instrumentos y métodos de lucha que se aplican desde la necesidad de
desarrollar la organización y la lucha revolucionaria en un momento histórico
en el que la represión aplasta las libertades políticas y sociales. Son épocas
marcadas por el fascismo, y no por la democracia.

Ante la represión de la “democracia” (si alguna vez la hubo) la lucha armada es
un instrumento necesario para arrancar espacios de libertad política al
fascismo; para que el Movimiento Político de Resistencia (MPR) imponga sus
propios procedimientos alternativos que permitan el trabajo independiente,
abierto, semiclandestino, etc., de las organizaciones políticas. Las armas
deben estar siempre al servicio de las libertades políticas populares, y para
ello es necesario que estén supeditadas a la dirección ideológica (que no
orgánica), y a la estrategia revolucionaria del Partido Comunista.

Entre tanta maraña pseudo-revolucionaria conviene recordar que si el Partido
Comunista mantiene intactos su línea marxista-leninista y sus objetivos
revolucionarios, será siempre, para el Estado capitalista, su mayor enemigo
estratégico (independientemente de la situación orgánica coyuntural por la que
pase el Partido), pues los sectores progresistas intermedios pueden poner fin a
sus luchas a través de reformas del sistema, para terminan por integrarse en él.
Solo los comunistas luchamos sin más interés que mandar al sistema capitalista
al basurero de la historia.

Por ello la burguesía busca ante todo nuestra liquidación para luego, en todo
caso, ofrecernos la integración en su sistema. Por eso se hace necesario
trabajar políticamente en la clandestinidad, porque vivimos en la era del
fascismo renovado, institucionalizado e internacional. Porque el capitalismo no
nos permitirá jamás que establezcamos relaciones (políticas, sociales,
económicas…) libres con los trabajadores, para elevar su nivel de consciencia
política. Eso supondría el fin definitivo del capitalismo.

Sin la reserva táctica que supone para el MPR la clandestinidad, la represión
barrería de un solo golpe todas las organizaciones estratégicas del Partido y
privaría a la clase obrera de sus dirigentes revolucionarios. El Partido
Comunista comienza a ser vanguardia revolucionaria cuando dirige todos sus
esfuerzos a fortalecer la organización clandestina y conspirativa. Esos son los
revolucionarios profesionales a los que se refiere Lenin.
Por eso, incluso en
situaciones coyunturales en las que el Estado ve conveniente permitir una
estudiada “libertad política” (para aliviar sus periodos más graves de crisis),
una buena parte de los cuadros y dirigentes comunistas deben continuar
profesionalizándose en la clandestinidad. Porque, llegado el momento, si el
Estado logra recuperarse de la crisis, barrera de nuevo todos los avances y el
trabajo que no pueda ser protegido por la clandestinidad y/o defendido por la
lucha guerrillera. Por lo tanto, el Movimiento Revolucionario recibirá otro
gran mazazo y las masas populares volverán a desmoralizarse.

Por el contrario, si en esos hipotéticos periodos de “apertura política”, el
Partido Comunista ha desarrollado sus estructuras clandestinas, sirviéndose del
trabajo abierto y semiclandestino entre las masas; y ha sabido combinar todos
los métodos de lucha (dando a cada uno la prioridad que corresponde en cada
momento), será un Partido fuerte y seguro; tendrá ya la capacidad de hundir
definitivamente al Estado burgués, dirigiendo la insurrección popular. Aun si
el Estado pudiera recuperar la ofensiva fascista, el Partido Comunista podría
replegar todas sus fuerzas en los aparatos clandestinos y continuar dirigiendo
la Guerra Popular Prolongada de desgaste en todos los frentes del MPR. Pero
entonces ya estará en condiciones muy óptimas para hacer mucho daño al enemigo.

Por otra parte, la dirección comunista clandestina tiene también una función
reguladora, tanto en el seno del Partido Comunista como en el MPR. Por un lado
controla y corrige las tendencias derechistas que abogan por el
desmantelamiento de las estructuras clandestinas porque, según ellos,
obstaculizan el rápido desarrollo del MPR.

En el otro extremo, la dirección comunista clandestina está dotada de la
autoridad política e ideológica necesaria para frenar y corregir las tendencias
izquierdistas, que desprecian toda clase de trabajo abierto o semiclandestino.
Su dejación en la formación ideológica les lleva a querer prescindir de la
progresiva participación de las masas populares en el proceso revolucionario,
eso les lleva a intentar supeditar la Dirección Política poniéndola al servicio
de la organización armada: confunden los medios con los fines.

Ambos extremos (derechismo e izquierdismo), conducen a la liquidación de las
organizaciones revolucionarias. Es algo que desde finales de los años 70 hasta
hoy viene ocurriendo en toda Europa occidental (y en el resto del mundo).
Personalmente pienso que el militarismo se impuso en el seno de la RAF
(Alemania), las BR (Italia), AD (Francia), etc., y eso condujo a su aislamiento
y a su “muerte por inanición”.

En el extremo derechista veo un ejemplo claro en el desenlace del IRA Sinn Féin
(provos); que en ningún momento vio amenazado su poderío militar, y su apoyo
popular era evidente, pero la impaciencia pequeño burguesa por ocupar los
sillones del poder les ha llevado primero a entregarse al enemigo y, ahora, a
condenar a las organizaciones independentistas y socialistas que continúan la
lucha.


¡UNÍOS HERMANOS
PROLETARIOS!

Un abrazo de combate




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