En las huelgas de las obreras, y en sus vidas, el feminismo ni está ni se le espera

En los conflictos laborales más importantes que ha protagonizado la mujer trabajadora en el último tiempo, llama la atención la ausencia de los movimientos feministas. Hemos analizado varias huelgas obreras protagonizadas por mujeres de todo el Estado de los últimos dos años, y la retirada de estos colectivos es digna de mención.

El movimiento feminista en España como tal, nacido al calor de la reforma política del franquismo y principalmente centrado en desgajar a la mujer trabajadora de las organizaciones obreras, siempre fue reacio a intervenir en los conflictos de clase que afectan a las mujeres, principalmente a las mujeres trabajadoras.

Ya desde su fundación en España con las primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer de 1975, con un marcado carácter interclasista, hasta la actualidad, las llamadas «políticas de igualdad» desarrolladas por organismos como el Instituto de las Mujeres, o más recientemente, el Ministerio de Igualdad y las consejerías similares en las Comunidades Autónomas, son la traducción de cómo ponerse de perfil ante las problemáticas que afectan a las mujeres en su condición de proletarias.

Uno de los mejores ejemplos de este esquema es Antonio Garrigues Walker; se encuentra entre los principales estrategas de las empresas norteamericanas en España y es sucesor de la saga familiar que diseñó la transición española, y que define a las mujeres como «el sexo fuerte» que «gobernará el mundo», siendo a la vez uno de los referentes que apuesta por este «modelo» de igualdad.

A la hora de analizar el problema, hay que advertir si tras más de 40 años de movimiento feminista en España, así descrito, las condiciones de vida de las mujeres han mejorado o no. Si las condiciones injustas que históricamente vivimos han sido abolidas o si por el contrario la tendencia es descendente.

En junio de 2021, 18 trabajadoras de limpieza del Museo Guggenheim de Bilbao comenzaban una huelga que duró 284 días en la que reivindicaban contratación a jornada completa y el fin de las diferencias salariales con sus compañeros del sector, y que terminaron ganándola. Ferrovial, la empresa contratista, esperaba que la huelga no durara más de 10 días. A la precariedad laboral se le sumaba la condición de mujeres de las huelguistas, a quien la empresa no tomaría en serio.

Fue una huelga que finalizó el 21 de marzo de 2022, sin que ni sus compañeros del mismo sector, ni los movimientos feministas, ni las «políticas de igualdad» se hicieran eco de ello.

El esquema se repite en cada conflicto que protagonizan las obreras: solamente largas huelgas y largas batallas consiguen doblegar la voluntad de la patronal, como si el esfuerzo que tuvieran que desarrollar fuera doble, o triple, para llegar al mismo objetivo que el resto de trabajadores.

En la huelga de las trabajadoras de limpieza de Osakidetza (Servicio Vasco de Salud), que ha tenido idas y venidas durante 5 años y que finalizó en julio del mes pasado, las trabajadoras tuvieron que reclamar en solitario aspectos como tener un convenio colectivo, reclamar la carrera profesional o aspectos que el resto de trabajadores dan por hecho al comienzo de un contrato de trabajo.

Pero hay veces que son las propias administraciones, que tienen la «igualdad» como «principio rector» quienes, no ya se ponen de perfil, sino que se convierten en el principal azote de las trabajadoras. Así paso en enero de 2023 en Castilla-La Mancha, una de las Comunidades Autónomas aparentemente pioneras en la materia. 15.000 trabajadoras de la limpieza estaban llamadas a la huelga en reclamación de aumentos salariales en un colectivo laboral, conformado esencialmente por mujeres, que está especialmente castigado por los bajos salarios y la precariedad.

Fue la propia Junta de Castilla-La Mancha quien impuso servicios mínimos del 100%, alegando el manido recurso de los «servicios esenciales», lo que en la práctica supone declarar ilegal el derecho de huelga. Éste era un ejemplo palmario de cómo las responsables políticas de una administración que ataca a las mujeres puede ser a la vez abanderadas del feminismo, pues la Consejera del ramo, Patricia Franco, llegó a encabezar las manifestaciones del 8-M en su provincia natal, Albacete, como representante del gobierno regional.

Y esta «doble moral» del feminismo también afecta a los mal llamados «sindicatos de clase». El ejemplo se puede observar en cómo los sindicatos Comisiones Obreras y UGT, parte activa del movimiento feminista, trataron de sabotear, tras más de 200 días de huelga desde diciembre de 2022 al 1 de agosto de 2023, el éxito de las trabajadoras de H&M (Inditex) de Iruña, que habían conseguido en su territorio mejoras laborales por encima de las que ambas organizaciones habían acordado a nivel estatal.

La mitad de la clase trabajadora mundial está formada por mujeres, pero el camino que recorre el feminismo es luchar porque una pequeña parte de ellas rompa los llamados «techos de cristal»; y es ésta la explicación por la que a este movimiento, que dice defender a las mujeres, le es completamente ajeno las condiciones de explotación y opresión que afectan a esta parte de la humanidad.

Otro ejemplo se vislumbra en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, colectivo que nació inicialmente para defender a familias de los abusos de la banca pero que paulatinamente ha ido incorporando reivindicaciones más profundas en materia de vivienda, como los impagos de alquileres o la ocupación y recuperación de viviendas cuya propiedad ostentan bancos y fondos buitre.

La composición de estas plataformas es abrumadoramente femenina. Las acciones más contundentes de confrontación con el régimen y con la banca las practican mujeres, completamente desconectadas del llamado «movimiento feminista» que les es ajeno, porque en el fondo son marginadas de esos círculos donde el debate es otro: las mujeres que participan de los movimientos de vivienda lo hacen solas, normalmente sin la compañía de sus parejas, porque son éstas las que ejercen de manera doméstica la represión de imponer a las mujeres el destino que como obreras les ha tocado.

Cuando salen del círculo doméstico, temporal o definitivamente, son capaces de enfrentar a todos los estamentos del poder político y económico sin rubor: policía, juzgados, bancos, etc. Hay dos obras cinematográficas recientes que explicaban precisamente esta circunstancia, donde sus protagonistas son mujeres: Cerca de tu casa y En los márgenes.

En la medida en que el, en otro tiempo y aparentemente, «combativo» feminismo ha sido integrado en el sistema, el concepto desaparece; y la mujer obrera, que sigue explotada y manoseada, hay que distraerla con elementos triviales.

Por ejemplo, con la reivindicación de que haya más mujeres en puestos de poder. Al amparo de esto, ha crecido exponencialmente la presencia de mujeres en los consejos de administración de empresas, en las fuerzas de seguridad o incluso en el poder judicial.

En este último sector, el panorama que afecta a la mujer no puede ser más ilustrativo de lo que aquí señalamos. En España hay 2.918 juezas en activo frente a 2.402 jueces, y siete de cada diez nuevos ingresos en la carrera judicial son mujeres, pero esto no quiere decir que con ello las trabajadoras estén mejor protegidas contra la desigualdad o contra la ideología patriarcal, más bien al contrario. Son juezas las que suscriben despidos, las que amedrentan a víctimas de violencia de género o las que instruyen causas contra mujeres que han osado desobedecer los mandatos que emanan de los juzgados de familia.

De hecho, se viene advirtiendo de un tiempo a esta parte que en los juzgados de violencia sobre la mujer se aprecia un cambio de tendencia sustancial en los últimos años, que tiene como fin rebajar la penalidad de los delitos contra las mujeres y dónde, paradójicamente, muchas de las resoluciones que lo suscriben están firmadas por mujeres.

La actual Ministra de Justicia, Pilar Llop (PSOE), fue jueza de instrucción y llegó a señalar en mayo de 2022, tras la sucesión de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas y donde no había denuncia previa, que las mujeres víctimas de violencia de género tienen una eventual responsabilidad por su «desconfianza en el sistema».

Victoria Rosell (Podemos), también fue jueza instructora, y actualmente es delegada del Gobierno contra la Violencia de Género; sin embargo, en la retina está su responsabilidad en el procesamiento de cinco militantes de la Intersindical Canaria que participaron de un escrache contra la patronal regional en 2012. Llegó a pedir un año de prisión y otro de inhabilitación para Guacimara Vera, Luci Rodríguez, Asunción García, Aisha Hernández y Pino Monzón. Finalmente, pese a la movilización social a favor de las represaliadas, las sindicalistas fueron condenadas a seis meses de prisión y 6.000 euros de multa.

Y es que el feminismo y la liberación de la mujer son dos cosas distintas. El feminismo pretende conciliarnos con el sistema que organiza las bases de la opresión de la mujer, y a ese convite la mujer obrera no está invitada.

comentarios

  1. La mayoría de las mujeres somos trabajadoras, unas asalariadas y otras no remuneradas, con el trabajo doméstico gratis…. así es que explotadas la mayoría….el feminismo oficial y sus acompañantas, están en otra realidad

  2. Hola Cristina: :

    Dices que los hombres proletarios emparejados con mujeres con problemas de deshaucio de vivienda no participan en los movimientos pro vivienda porque son «los que ejercen de manera doméstica la represión de imponer a las mujeres el destino que como obreras les ha tocado»

    Mi pregunta es sobre los hombres que aparecen en este deshaucio apoyando a una familia victima de desalojo, Cristina ¿son parejas?

    https://gedar.eus/aktualitatea/familia-bat-etxegabetu-dute-hernanin/#lg=1&slide=0.

  3. Desconozco quien participa de ese desahucio, pero mi reflexión no apunta a eso (de hecho los STOP desahucios, que así los llamamos, participa mucha gente que no milita en la PAH).

    La PAH está conformada muy mayoritariamente por mujeres (abrumadoramente), muchas de ellas además víctimas de violencia de género, y otras con patrones domésticos de dominación que hemos percibido las que hemos estado allí desde el minuto 1. Esto es algo que te pueden contar las centenares de compañeras que han estado presentes en las acogidas de nuevos casos, y también te pueden contar la evolución de cada compañera tras su militancia.

    La PAH no solo para desahucios, sino que acompaña en todo el ciclo vital que supone defender la vivienda de las familias obreras, o en su caso, obtenerla.

  4. Hola Cristina:

    He estado consultando en la página web de la PAH ( https://afectadosporlahipoteca.com/ ) y no he encontrado ningún material, estudio, denuncia o comunicado que informe de esta situación que tu afirmas está sucediendo en la PAH en cuanto a los hombres parejas de las mujeres deshauciadas ( que no participan en los movimientos pro vivienda porque son «los que ejercen de manera doméstica la represión de imponer a las mujeres el destino que como obreras les ha tocado» ).

    Mi pregunta es, ¿a los hombres proletarios, – o proletarizados, es decir desposeidos -, no les deshaucian? Me consta que sí son victimas de deshaucios y de fraudes hipotecarios capitalistas institucionales. Por esto, entiendo que te estas refiriendo a que en la PAH hay una porción de la base militante compuesta de mujeres con vivienda hipotecada que no pueden afrontar sus costos,que además serían mujeres cuyos maridos han sido denunciados por violencia de género.

    Si esto es correcto, aquí surge otra pregunta; las mujeres van a la PAH a defender el piso en el que vivían con su pareja y no quedar en la calle, pero, los hombres denunciados que no son encarcelados ¿a dónde van? ¿se quedan en el piso pero no lo defienden?

    En todo caso, la condición de clase proletaria de esas mujeres, si lo es realmente, no la impone una pareja masculina proletaria, sea o no maltratadora, sino la tenencia o no de propiedad de capital (Dinero, mercancias, medios de producción, salarios de guardia, pisos, etc).

    Un saludo

    1. Hola.

      No, en la web estatal de la PAH no vas a encontrar nada de eso, porque la PAH no se dedica a estudios sociológicos, por lo que si estás investigando al respecto, te animo a buscar otros estudios y reportajes al respecto. No obstante te hago una precisión, la violencia o la opresión hacia la mujer en el seno de la familia, como unidad económica típicamente burguesa, no acaba en un juzgado.

      Estás reproduciendo el argumento típicamente fascistoide de la «guerra entre sexos» (muy explotado por el feminismo oficial, por otro lado). Es decir, estás cayendo en la trampa de la burguesía.

      La opresión de la mujer en la familia —opresión ejercida por el hombre— viene determinada por la división del trabajo entre sexos que la sociedad de clases, en cada momento y constituida a lo largo de la historia, ha desarrollado, y por la preponderancia económica que tal división ha proporcionado, a lo largo de los siglos, al hombre.

      Así, mientras el peso fundamental de la manutención de la familia siga recayendo en éste, su posición dentro de la misma seguirá siendo privilegiada, y esto tiene efectos directos sobre cualquier lucha económica que la mujer lleve adelante; de ahí que señalo las dificultades añadidas que siempre tiene la mujer en cualquier lucha obrera.

      A poco que observes cualquier sociedad de clases, veremos que el hombre ha sido —y aún hoy sigue siéndolo— el «jefe» de la familia y, como tal, ejerce su autoridad sobre los demás miembros de la misma.

      La mujer, en cambio, sigue siendo la esclava del hogar. Unos y otras han sido educados para jugar estos distintos papeles. Acorde con esta educación recibida, el hombre, lejos de ayudar a su compañera en las tareas domésticas y en la educación de los hijos, consiente en verla convertida en su esclava y la obliga a cargar con todo el peso del trabajo, y eso lo podemos ver en muchísimos ejemplos como los que te he proporcionado.

      En consecuencia, las relaciones personales que se establecen en el ámbito de la familia son igualmente opresivas; no responden a una igualdad y colaboración mutuas, sino que vienen a ser el resultado del ejercicio de la autoridad masculina que, en numerosas ocasiones, llega a ser vejatoria y denigrante, algo que he conocido en muchos casos que he conocido de primera mano, en este caso en la PAH, y que son una realidad sociológica que también he podido observar en los conflictos de las obreras.

      Las obreras tampoco escapan a la influencia de esta ideología; la propia educación recibida la predisponen a admitir, sumisamente, ese papel de segunda fila, a acomodarse en él hasta el extremo de buscar, como algo natural, la protección del hombre ya aceptar la sumisión y la dependencia como algo característico de su ser.

      Y es obligación del movimiento comunista desterrar esta ideología que subyace a esta forma de opresión, típicamente burguesa y típicamente capitalista.

      Espero haber sido clara.

      Un saludo

  5. Hola Cristina:

    La cuestión concreta era el por qué los hombres que son parejas de las mujeres de la PAH no se movilizan contra su propio deshaucio, pues la explicación que das ( *porque son «los que ejercen de manera doméstica la represión de imponer a las mujeres el destino que como obreras les ha tocado» ), es irreal e insuficiente para explicar porque no se oponen a ser deshauciados ellos mismos por muy impositores domésticos que fueran. .

    Pero ocurre que si están denunciados por violencia de género y no han sido encarcelados ( ha habido algo así como un millón de denuncias retiradas por las mujeres denunciantes durante los procesos judiciales en estas dos décadas sobre todo cuando se ha llegado al acuerdo económico ), entiendo que ellas se han quedado con el piso, si esto es así sería una explicación convincente para entender por qué no van esos hombres denunciados a las movilizaciones de la PAH.

    Lo que estaría ocurriendo es que al quedar como titulares del piso familiar las mujeres pero estar este hipotecado, con la subida de los tipos de interés variable se verían inmersas en procesos de dehaucios, apoyándose en el colectivo de las mujeres en la misma situación concentradas en la PAH para evitar los deshaucios.

    Esto explicaría, en este caso, el no concurso de estos hombres denunciados por violencia de género en la lucha contra los deshaucios, que se produciría porque ya no habitan en el hogar familiar, y no se sienten concernidos por la lucha concreta para defenderlo.

    Sin embargo, la casuística puede ser mucho más amplia: Muchos divorciados, no pocos de ellos denunciados por violencia de género, al no disponer de medios para comprar un piso o alquilarlo vuelven a los domicilios paternos, o alquilan en colectivo pisos, o se quedan a vivir en la calle, e incluso algunos de ellos se han suicidado.

    La violencia de género no produce la crisis de la vivienda, como pareces afirmar, sino, al contrario, la crisis de la vivienda produce el auge de la violencia familiar y de pareja. .

    De hecho, la ley contra la violencia de género, concepto forjado por el reformismo estadounidense uno de los más despiadados contra el proletariado internacional que hay en el mundo, cuando la aterrizaron en el estado español fue una herramienta política burguesa de doble función: :

    A) Por un lado, para facilitar el negocio emergente de la enorme masa de divorcios ocurridos por abandonos frívolos de pareja (de los dos sexos sin distinción) debido a los aumentos de ingresos de un conyuge, que se generalizaron en la fase de ascenso de la burbuja inmobiliaria, (1997-2007) con el aumento de las rentas en amplias fracciones de clase media e incluso obreras, el cual desataba el conflicto familiar al buscar ese conyuge su movilidad social ascendente mediante la renovación de pareja.

    B) Por otro lado, como circularon en torno a 10 millones de trabajadores inmigrados y se formaron varios millones de parejas y familias nuevas, al reventar la burbuja inmobiliaria y producirse la perdida de millones de empleos, se rompieron millones de esas parejas recien formadas.

    Todo el separatismo de géneros que adoptaron la socialdemocracia y los liberales entonces era funcional y tenía el objetivo al principio de montar negocios para las redes burguesas del “género”, pero, sobre todo, a continuación, para evitar el crecimiento de esa parte de la población proletaria internacional, que forjaran una salidad reivindicativa de clase, y para forzar que las familias no tuvieran otra salida que disolverse.

    Ante millones de nuevos desempleados y el derrumbe de los salarios los socialdemócratas ni siquiera convocaron una huelga general, eso si, adoptaron leyes, discursos y una ideología extremista en un estado de excepción permanente alrededor del eje reformista “violencia de género”.

    En mi opinión el feminismo socialdemócrata de la aristocracia obrera lo que busca es disciplinar al proletariado y el control de los procesos familiares proletarios falseando la crítica de Marx y Engels a la opresión de la mujer y al patriarcado histórico, y ocultar la conciliación comunista lograda por los revolucionarios soviéticos en los años 1930s con su código revolucionario de familia, que no tiene nada que ver con las posiciones que la aristocracia obrera socialdemócrata y la pequeña burguesía liberal están exponiendo.

    Un saludo

    1. Estás mezclando temas y conceptos (interés variable, divorcios, ley de violencia de género…). Lo que he explicado está bastante claro, por lo que cierro debate.

      Saludos

  6. Hola Cristina:

    Respondo también a tus posiciones políticas, en mi opinión de carácter socialdemócrata, liberal y aristócrata obrero:

    – “No, en la web estatal de la PAH no vas a encontrar nada de eso, porque la PAH no se dedica a estudios sociológicos, por lo que si estás investigando al respecto, te animo a buscar otros estudios y reportajes al respecto.”

    — “No obstante te hago una precisión, la violencia o la opresión hacia la mujer en el seno de la familia, como unidad económica típicamente burguesa, no acaba en un juzgado.”

    Lo que acaba es haciendo muchas millonarias, que ocultan las consecuencias de la violencia de clase presentándola como mera violencia masculina. Acaba muchas veces también en la cárcel, a partir de un sorprendente interés burgués por reprimir la opresión de la mujer proletaria por el hombre proletario. En estos momentos en torno a 16.000 hombres, un tercio de la población penintenciaria masculina han acabado en la cárcel, y si no lo he entendido mal en la última década han pasado por la cárcel unos 60.000 varones. ¿Necesito preguntar cuál es el nivel de ingresos de los encarcelados?

    La igualdad entre sexos la vemos mejor cuando consideramos que en los dos millones de hogares con mayor renta no hay ningún miembro de la familia en el paro, ni hombres ni mujeres, pero en el polo opuesto hay dos millones de hogares de renta más baja en la que todos los miembros están el paro, los hombres y las mujeres. Por supuesto la consciencia de la igualdad de la mujer es esquisita en la rentas altas y la burguesía y muy baja en el proletariado.

    “Estás reproduciendo el argumento típicamente fascistoide de la «guerra entre sexos» (muy explotado por el feminismo oficial, por otro lado). Es decir, estás cayendo en la trampa de la burguesía.”

    Hay un separatismo de géneros evidente, motorizado por la burguesía internacional y sus aliados a través de un conjunto de medidas que busca reducir el crecimiento de la población proletaria para lo cual han generado y financian a un burocracia liberal malthusiana cuya principal función es gestionar la crisis social generada por la caída de la ganancia y la concentración de la renta como una guerra civil permanente en el seno del proletariado, empezando por los estados de excepción de género que es indiscutible se producen o son producidos varias veces al año. Una gestión que en el fondo está dirigida a emplear a la población proletaria como combustible humano de la producción de plusvalía, para lo cual lo idoneo es cuantas menos relaciones familiares solidarias mejor, sobre todo si no son rentables. La guerra de géneros es en forma principal la gestión de las familias no rentables que casualmente son en su inmensa mayoría proletarias.

    — “La opresión de la mujer en la familia —opresión ejercida por el hombre— viene determinada por la división del trabajo entre sexos que la sociedad de clases, en cada momento y constituida a lo largo de la historia, ha desarrollado, y por la preponderancia económica que tal división ha proporcionado, a lo largo de los siglos, al hombre.”

    Este discurso que haces es muy peligroso porque si la división del trabajo viene determinada por la posición física ante la procreación, la gestación y la crianza expropiar la maternidad a las mujeres, es decir la autodeterminación de su fuerza procreativa, sería la solución a la opresión. Por el contrario, eso sería la derrota y opresión definitiva que solo se puede eludir luchando las mujeres proletarias con sus compañeros contra la explotación y sus nuevos desarrollos.

    — “Así, mientras el peso fundamental de la manutención de la familia siga recayendo en éste, su posición dentro de la misma seguirá siendo privilegiada, y esto tiene efectos directos sobre cualquier lucha económica que la mujer lleve adelante; de ahí que señalo las dificultades añadidas que siempre tiene la mujer en cualquier lucha obrera.”

    De forma que pagar la manutención echando la befa es un privilegio y será señal de solidaridad no pagarla. Una cosa es la crítica al proletariado histórico, y a la patriarcalidad negativa de los hombres que no se hacen responsables de sus hijos y el cuidado familiar, otra es presentar a la patriarcalidad positiva a la manera burguesa, invirtiendo la realidad presentándola como negativa y lanzando a los cuatro vientos estas posiciones burguesas como si fueran proletarias.

    — “A poco que observes cualquier sociedad de clases, veremos que el hombre ha sido —y aún hoy sigue siéndolo— el «jefe» de la familia y, como tal, ejerce su autoridad sobre los demás miembros de la misma.”

    Eso lo dicen sobre todo los libros de antropología liberales, pero las mujeres históricamente se saben defender solitas y tienen normalmente el poder familiar real, excepto cuando la familia está en explotación, marginación o proceso de destrucción, cuando ya no hay ni autoridad ni poder familiares sino hombres y mujeres desestructurados. Aquí lo que ayudará a esa familia es la conciencia de clase, no la consciencia de género.

    — “La mujer, en cambio, sigue siendo la esclava del hogar. Unos y otras han sido educados para jugar estos distintos papeles. Acorde con esta educación recibida, el hombre, lejos de ayudar a su compañera en las tareas domésticas y en la educación de los hijos, consiente en verla convertida en su esclava y la obliga a cargar con todo el peso del trabajo, y eso lo podemos ver en muchísimos ejemplos como los que te he proporcionado.”

    Eso de que la mujer es la esclava del hogar parece presuponer merced a un cierto nacionalismo de la mujer claramente socialdemócrata que el hombre proletario no lo es. Las tasas de suicidio, encarcelamiento, esperanza de vida, asesinato, enfermedades y accidentes laborales, y nivel de estudios, desmienten estas aproximaciones extremistas y separatistas de géneros. Un hogar explotado o en desestructuración, sobre todo en las urbes posmodernas, es un infierno incluso mayor para el hombre que para la mujer.

    “ En consecuencia, las relaciones personales que se establecen en el ámbito de la familia son igualmente opresivas; no responden a una igualdad y colaboración mutuas, sino que vienen a ser el resultado del ejercicio de la autoridad masculina que, en numerosas ocasiones, llega a ser vejatoria y denigrante, algo que he conocido en muchos casos que he conocido de primera mano, en este caso en la PAH, y que son una realidad sociológica que también he podido observar en los conflictos de las obreras.”

    Si esto es una encuesta obrera por mi parte afirmo que lo que he visto es lo contrario, excepto en el caso de las madres que sin embargo son abiertamente criminalizadas y denigradas en lo social por serlo y no son defendidas por las socialdemócratas y la aristocracia obrera, sino todo lo contrario.

    — “Las obreras tampoco escapan a la influencia de esta ideología; la propia educación recibida la predisponen a admitir, sumisamente, ese papel de segunda fila, a acomodarse en él hasta el extremo de buscar, como algo natural, la protección del hombre ya aceptar la sumisión y la dependencia como algo característico de su ser.”

    Es decir, a competir por el capital masculino, que es para lo que durante el último siglo y medio se ha educado a las mujeres urbanas y es aquello por lo cual la mal llamada educación universal todavía es sostenida por la burguesía. De esta guisa, muchas de ellas son meras gestoras de la organización del estatus y la jerarquía capitalista en sus casas y fuera de ellas. Decir lo contrario sería faltar a la verdad.

    — “Y es obligación del movimiento comunista desterrar esta ideología que subyace a esta forma de opresión, típicamente burguesa y típicamente capitalista.”

    Propongo luchar por una versión renovada y actualizada de la Ley de Familia Soviética de 1936, purgar a las socialdemócratas y liberales de los espacios proletarios y reconstruir el movimiento comunista internacional denunciando la burocracia malthusiana que trata al proletariado y a las familias proletarias como si fuerámos ganado.

    Un saludo

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