El vodevil Skripal sigue el derrotero de las armas de destrucción masiva

Julia y Serguei Skripal
El Jueves Santo se volvió a producir el milagro: Julia Skripal salió del coma para volver a dejar en evidencia otra formidable campaña de intoxicación a escala internacional.

Los intoxicados no fueron los Skripal sino nosotros: el resto de los mortales, que hemos estando soportando las mayores imbecilidades que se han podido escuchar desde hace años.

El canon ha sido el siguiente: Serguei Skripal y su hija, Julia, habían sido envenenados el 4 de marzo con un tóxico nervioso conocido como Novichok, fabricado en tiempos de la URSS y que sólo estaba al alcance de Rusia.

El tóxico era tan letal que los Skripals nunca se podrían recuperar. Si lo lograran -decían los expertos- padecerían graves daños cerebrales. Algunos se compadecían de ambos y pedían la eutanasia.

Pero el Jueves Santo un informe del Hospital de Salisbury dijo que Julia, de 33 años de edad, había salido del coma, estaba consciente y era capaz de hablar. Donde dije digo…

Ahora hay que reconstruir la trama de mentiras desde el principio, que es como reconstruirlo todo. Veamos…

El gobierno británico se apoyó siempre en los informes de Porton Down, el centro de investigación sobre armas químicas de su ejército que, como era de esperar, se apañaron para la ocasión.

Según ellos, el Novichok era un tóxico desarrollado en la URSS cuya sofisticación solo estaba al alcance de un Estado: Rusia.

Una mentira se sostiene sobre otras que dependen de su aceptación por parte de los medios de intoxicación.

Los informes explicaban que la causa probable de la enfermedad de los Skripal era un “polvo blanco” identificado como opioide: fentanilo.

El 6 de marzo aseguraron oficialmente que Rusia estaba implicada, antes de que la policía metropolitana declarara por primera vez que se había utilizado un agente nervioso, lo que ocurrió al día siguiente.

El 8 de marzo anunciaron que un policía, el sargento Nick Bailey, estaba gravemente enfermo en el hospital porque fue uno de los primeros en atender a los Skripal.

La policía añadió que 21 personas habían recibido un tratamiento que se cuidaron mucho en especificar.

Cuatro días después, el 12 de marzo, montaron el circo: cientos de policías y militares vestidos con trajes biológicos inspeccionaron Salisbury, sellando el área donde habían encontrado a los Skripal, sellando el restaurante donde habían comido…

La Primera Ministra, Theresa May, dijo al Parlamento que Porton Down había identificado el agente nervioso como Novichok: “made in Rusia”. Como sólo los rusos disponían de él, blanco y en botella: era “muy probable” que Rusia fuera responsable del envenenamiento.

Del Novichok los expertos dijeron que era un gas tóxico “entre cinco y diez veces más letal” que el VX y el Sarín.

El 16 de marzo uno de los creadores del Novichok, Vil Mirzayanov, concedió una entrevista al periódico The Guardian. Describió al tóxico como “el arma química más poderosa y única del mundo”.

Ningún particular tenía la capacidad de disponer de Novichok, requería un equipo técnico avanzado, Rusia inventó, probó y convirtió el Novichok en un arma de guerra…

“Me parece que lo trajeron en versión binaria”, dijo Mirzayanov. “Son dos ampollas, pequeños recipientes, como una gran bola que se coloca en un vaporizador por ejemplo, y luego un mecanismo que las mezcla, unos segundos y después se dispara […] Puede tocar cualquier piel y en pocos minutos hace efecto”.

En caso de exposición “los efectos son rápidos y dramáticos”. El sistema nervioso se ve afectado, las víctimas son incapaces de respirar, “la tos y la espuma se escapan de la boca”, “los efectos sobre el sistema digestivo provocan el vómito”, “hay convulsiones… Muchos de los afectados pierden el control de su vejiga desde los intestinos”.

Tuvieron que abandonar la ridícula historia del “polvo blanco”. Era un poco más complicado y nadie explicó nunca cómo es posible que los Skripal se fueran de casa siete horas antes, entraran en un pub local, comieran en un restaurante y finalmente se desmayaran.

La primera versión fue que Julia había introducido involuntariamente el polvo blanco en su maleta. La segunda versión fue que el polvo estaba en la ropa, lo que explicaría el retraso en que los efectos aparecieran. El tercero era que el Novichok se habría difundido a través del aire acondicionado del coche…

Las cosas empeoran cuando tienen que explicar que nadie más sufriera los efectos del Novichok. Se dieron diferentes cifras sobre las personas ingresadas en el hospital, pero todas fueron dadas de alta sin haber recibido tratamiento. El 22 de marzo el sargento Bailey dejó el Hospital sin ninguna clase de complicaciones.

En medio de las ofensiva de tonterías, May le dice al Parlamento que 18 países han expulsado a 100 diplomáticos rusos, de ellos cerca de 60 desde Estados Unidos.

Entre las tonterías, May asegura al Parlamento que los Skripal “siguen gravemente enfermos en el hospital. Desafortunadamente, a fines de la semana pasada, los médicos indicaron que su condición no debería cambiar en un futuro cercano, y es posible que nunca se recuperen completamente”.

May no tiene mejor suerte que Blair: dos días después de sus palabras Julia se recupera y la policía anuncia que el Novichok había tenido un “modus operandi” ingenioso: poniéndolo en la puerta de la vivienda.

La farsa no se agota: la unidad terrorista de la policía metropolitana anuncia que había cerrado un patio de juegos para niños cerca de la vivienda… Absolutamente delirante.

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