El saqueo de las tierras cultivables de Ucrania

Ucrania tiene 33 millones de hectáreas de tierra cultivable que están entre las más fértiles del mundo y la guerra ha ocultado su privatización, iniciada desde la independencia por gobiernos corruptos y vendidos a las potencias extranjeras.

Hoy la propiedad de la tierra se concentra en manos de una nueva oligarquía. Alrededor de 4,3 millones de hectáreas son cultivos industriales. La mayor parte de ellos, tres millones de hectáreas, están en manos de una docena de grandes empresas agrarias.

Unos cinco millones de hectáreas de suelo público han sido robadas, literalmente, por intereses privados. El área total de tierra controlada por oligarcas, individuos corruptos y grandes agronegocios asciende, por lo tanto, a más de nueve millones de hectáreas, lo que supone más del 28 por cien de la tierra cultivable. El resto lo utilizan los ocho millones de agricultores ucranianos.

Los mayores terratenientes son una mezcla de oligarcas y empresas extranjeras, en su mayor parte europeas y norteamericanas, incluido un fondo de capital privado con sede en Estados Unidos y el fondo soberano de Arabia saudí. Con una única excepción, las diez mayores empresas inmobiliarias están registradas en el extranjero, principalmente en paraísos fiscales, como Chipre o Luxemburgo.

El Instituto Oakland ha identificado (*) a muchos especuladores, incluidos Vanguard Group, Kopernik Global Investors, BNP Asset Management Holding, NN Investment Partners Holdings, propiedad de Goldman Sachs, y Norges Bank Investment Management, que gestiona el fondo soberano noruego. Varios grandes fondos de pensiones, fundaciones y dotaciones universitarias de Estados Unidos también han invertido en tierras ucranianas a través de NCH Capital, un fondo buitre con sede en Estados Unidos, que es el quinto mayor propietario de tierras rurales.

La mayoría de estas empresas están muy endeudadas con instituciones financieras occidentales, en particular el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, el Banco Europeo de Inversiones y la Corporación Financiera Internacional, la rama del Banco Mundial dedicada al sector privado. Estas instituciones han financiado los agronegocios ucranianos con casi 1.700 millones de dólares estadounidenses para solo seis de las empresas de tierras más grandes de Ucrania en los últimos años.

Otros prestamistas importantes son instituciones financieras, principalmente europeas y norteamericanas, tanto públicas como privadas. La deuda no solo les reporta intereses a los acreedores, sino también un importante medio de presión. La reestructuración de la deuda de UkrLandFarming, uno de los mayores terratenientes de Ucrania, es prueba de ello. Involucró a acreedores como las agencias de importación y exportación de Estados Unidos, Canadá y Dinamarca, entre otros, y condujo a cambios organizativos importantes, incluido el despido de miles de trabajadores.

La financiación internacional beneficia directamente a los oligarcas, muchos de los cuales están acusados ​​de fraude y malversación, así como a fondos extranjeros y empresas asociadas como accionistas o acreedores. Mientras tanto, los agricultores ucranianos han tenido que trabajar con tierra y financiación limitadas, y muchos están ahora al borde de la pobreza. Estos agricultores prácticamente no reciben apoyo, en comparación con los agronegocios y los oligarcas. El Fondo de Garantía Parcial de Crédito establecido por el Banco Mundial para apoyar a los pequeños agricultores asciende a 5,4 millones de dólares, una suma insignificante en comparación con los miles de millones de dólares asignados a las grandes agroindustrias.

En los últimos años, las potencias occidentales han brindado una ayuda militar y económica masiva a Ucrania, que se ha convertido en el mayor receptor de fondos exteriores de Estados Unidos. Es la primera vez, desde el Plan Marshall que un país europeo recibe dichos fondos. En diciembre del año pasado, menos de un año después del inicio de la guerra, Estados Unidos asignó más de 113.000 millones de dólares a Ucrania, incluidos 65.000 millones de dólares en ayuda militar, más que el presupuesto total del Pentágono y la USAID en todo el mundo (58.000 millones de dólares).

La ayuda occidental ha estado condicionada a un programa de ajuste estructural drástico, que incluye medidas de austeridad, recortes en seguridad social y privatización de sectores clave de la economía. Una condición clave fue la creación de un mercado de tierras, implementado en 2020 bajo Zelensky, a pesar de la oposición de la mayoría de los ucranianos por temor a que exacerbara la corrupción en el sector agrícola y fortaleciera su control por parte de intereses monopolistas.

La creación de un mercado de compraventa de tierras aumentará aún más la cantidad de cultivos en manos de los oligarcas y las grandes agroindustrias. Estas últimas ya han comenzado a ampliar la extensión de sus tierras. Kernel ha anunciado su intención de aumentar su reserva de tierras a 700.000 hectáreas, frente a las 500.000 hectáreas que tenía en 2021. De manera similar, MHP, que actualmente controla 360.000 hectáreas de tierras, también busca expandir sus propiedades a 550.000 hectáreas. MHP elude las restricciones a la compra de tierras poniéndolas a nombre de sus directivos. Luego se las arriendan a la empresa.

Al apoyar a las grandes agroindustrias, las instituciones financieras internacionales están subsidiando la concentración de la tierra y un modelo industrial de agricultura basado en el monocultivo a gran escala. Mientras los pequeños y medianos agricultores ucranianos garantizan la seguridad alimentaria del país, las grandes empresas agroalimentarias se orientan hacia los mercados de exportación.

En diciembre del año pasado, una coalición de agricultores, académicos y ONG pidieron al gobierno de Kiev que suspendiera la reforma agraria de 2020 y todas las transacciones de tierras realizadas en el mercado durante la guerra, para garantizar la seguridad alimentaria del país. Hoy miles de jóvenes de las zonas rurales, agricultores, luchan y mueren en la guerra. Lo han perdido todo. La compra y venta de tierras está cada vez más liberalizada y publicitada, lo que amenaza los derechos de los ucranianos a sus tierras, por las que están dando su vida.

Las preocupaciones se ven exacerbadas por el vertiginoso ascenso de la deuda externa de Ucrania, contraída a expensas de las condiciones de vida de la población como resultado de las medidas impuestas por el programa de ajuste estructural. Ucrania es ahora el tercer mayor deudor del mundo con el Fondo Monetario Internacional y es probable que la abrumadora carga de la deuda genere más presión por parte de sus acreedores sobre la reconstrucción de la posguerra. El costo se estima en 750.000 millones de dólares. Estos actores ya han amenzado con utilizar su influencia para privatizar aún más el sector público del país y liberalizar su agricultura.

(*) https://www.oaklandinstitute.org/sites/oaklandinstitute.org/files/takeover-ukraine-agricultural-land.pdf

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