El 21 de febrero el futuro canciller alemán, Friedrich Merz, propuso negociar con París y Londres la extensión del “paraguas nuclear” a Alemania, lo que no es nada reciente. La propuesta se remonta a finales de la década de los sesenta por iniciativa de un partido alemán, el NPD (Partido Nacional Democrático), que entonces disfrutaba de cierto éxito electoral en varios estados alemanes.
No hay nada nuevo bajo sol, por más que los charlatanes se empeñen en ello: el NPD era uno de esos partidos que hoy llamarían “de extrema derecha”. Su máximo dirigente entre 1967 y 1971, Adolf von Thadden, tenía una biografía que no dejaba lugar a dudas: en 1939 se unió al partido nazi y sirvió como teniente en la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial, donde sufrió heridas en combate.
Tras la guerra, formó parte de varios partidos y fue uno de los miembros más jóvenes del Bundestag entre 1949 y 1953, formando parte de organizaciones nazis que entonces se empezaban a camuflar como “extrema derecha”, refundiéndose en 1964 en las siglas NPD.
El NPD se caracterizó por exigir la salida de Alemania de la OTAN y Von Thadden lamentó que el gobierno federal no participara en la financiación ni en el desarrollo de infraestructuras económicas para la “defensa europea”, ni solicitara la transformación del “paraguas nuclear” francés en una fuerza nuclear europea independiente de los dos bloques de la Guerra Fría.
En 1969 el NPD estaba en su apogeo, tras sus éxitos en las elecciones estatales de 1966 y 1968, donde obtuvo representación en siete parlamentos locales, con casi el 10 por cien de los votos en Baden-Württemberg. Von Thadden estaba a punto de alcanzar el 5 por cien, que le hubieran vuelto a abrir las puertas del Bundestag en las elecciones, pero la OTAN pegó un sonoro pucherazo para impedirlo.
El NPD se quedó con un 4,31 de las papeletas, gracias a la intoxicación mediática, la manipulación de las urnas y la anulación y falsificación de los votos. Desde principios de 1969, la OTAN movilizó a los más importantes medios alemanes (Der Spiegel, Die Zeit y Frankfurter Allgemeine Zeitung), para desatar una campaña que, por lo demás, era muy lógica: Von Thadden era un nazi.
En agosto de 1969 el periódico Die Zeit publicó un editorial advirtiendo que el NPD amenazaba la estabilidad democrática. En abril Der Spiegel publicó otro, que acabó siendo emblemático de aquella campaña. Se titulaba “Die braune Gefahr” (“El peligro marrón”). Los grupos reformistas, e incluso poderosas organizaciones como la DGB (Confederación Alemana de Sindicatos), colaboraron con la OTAN para amplificar advertencias sobre el “El peligro marrón”.
Entonces aún no se conocía la Operación Gladio, ni la complicidad de la OTAN en los crímenes que los nazis estaban cometiendo en varios países europeos. La OTAN jugaba con dos barajas. La de Gladio era una de ellas y demostraba su complicidad con el terrorismo nazi en Europa.
Pero había otro tipo de nazis que la OTAN no admitía: la de aquellos que querían su desaparición. En esos casos, la OTAN jugaban la carta de la posguerra: la Alianza había surgido para acabar con los “nacionalismos” en general, que en Europa eran sinónimo de divisiones y guerras. A través de sus sicarios, la OTAN aplastó al NPD con el pretexto de su “lucha contra los nazis“, es decir, que alardeaba de ser una organización “antifascista”.
A finales de los años sesenta del pasado siglo, la OTAN aún no había logrado crear un apoyo tan unánime a su alrededor, como ahora, ni siquiera entre la reacción. Si recordamos al general Charles De Gaulle, el caso Von Thadden no resulta tan extraño. Por aquellas mismas fechas, a De Gaulle le levantaron el movimiento del “mayo francés” y le acabaron sacando de la Presidencia de la República.
Los motivos son conocidos: De Gaulle expulsó a la OTAN de la sede que tenía en París, sacó al ejército francés de la estructura militar y nuclearizó al país (civil y militarmente). Para conocer la evolución de los alineamientos franceses, no tiene más que comparar a De Gaulle con un papanatas de la OTAN, como Macron.