El capitalismo es incompatible con la salud pública

I El capitalismo es un modo de producción guiado por el lucro individual. Unos se hacen ricos no sólo a costa de otros sino a costa de cualquier cosa. Todo lo que no sea lucro no importa nada. Nadie presta ninguna atención a algo no da dinero.

La salud no es rentable y, por lo tanto, no es un negocio; el negocio está en la enfermedad. Luego, donde hay un negocio tiene que haber enfermos, cuantos más mejor.

La enfermedad es el reverso de la salud. Mientras la primera es un negocio real, basado en el lucro, la salud es la ideología que lo encubre. El negocio se monta en torno a la enfermedad pero se justifica en torno a la salud.

Además, tampoco se defiende con argumentos egoístas sino altruistas; por el bien de los demás. Es uno de esos pocos momentos en los que el capitalismo aparenta que se preocupa “por el bien común”.

Hay dos maneras de ampliar el mercado de la enfermedad: o bien lograr que los sanos enfermen, o bien convencerles de que no están sanos sino enfermos.

Uno de los lemas de la medicina moderna es: “No hay personas sanas sino mal diagnosticadas”. Si un médico busca a fondo, siempre encuentra una enfermedad, real o ficticia. Desde hace un siglo el mercado de la enfermedad se ha ampliado con las epidemias y las pandemias.

Cualquier análisis clínico de una persona sana encuentra bacterias y virus porque en el cuerpo humano hay muchas más bacterias y virus que células. Permanecemos vivos gracias a nuestras bacterias y virus, que no sólo vienen “de fuera” sino que los llevamos dentro desde el mismo momento de la gestación.

Una manera de conseguir más enfermos es diagnosticar más enfermedades, cuantas más mejor. Desde el descubrimiento del litio medicinal hace 50 años, cada vez hay más enfermedades síquicas, más enfermos, más personas medicalizadas y más personas encerradas que no han cometido ningún delito.

Algunos de los monopolios más grandes del mundo se han organizado en torno a la enfermedad y, sobre todo, a enfermedades masivas. Son las empresas aseguradoras, las mutuas y las farmacéuticas. Ellas dictan la política sanitaria mundial, y no lo hacen por ninguna razón médica, sino para ganar más dinero (única y exclusivamente).

Con el pretexto de la salud, las industrias del gremio se han convertido en una gigantesca lavadora de dinero. Además de sus beneficios propios, obtienen subvenciones, exenciones fiscales y donaciones privadas. Para ello cuentan con redes de fundaciones benéficas y ONG.

II Las enfermedades encubren la explotación. Una de las mayores plagas del capitalismo son los mal llamados “accidentes de trabajo”, las mutilaciones y gravísimas lesiones de los obreros para toda la vida, así como las enfermedades que tienen su origen en el trabajo. Pero ningún gobierno ha declarado una epidemia por ese motivo.

La reforma laboral impuso el despido de los enfermos. El sistema sanitario no admite que las bajas laborales se prolonguen porque pueden dar lugar a una pensión por incapacidad, es decir, alguien que estaba generando dinero, deja de ser rentable y se convierte en una carga.

La actividad o inactividad de un trabajador (baja, invalidez, incapacidad) no se determina por razones médicas, sino económicas, por lo que depende de una burocracia integrada por distintos tipos de tribunales.

Las pensiones que paga el sistema público son tan sumamente miserables que los trabajadores no se lo pueden permitir y tienen que seguir en activo a pesar de su enfermedad. Por el mismo motivo, también obligan a los pensionistas a seguir trabajando de manera encubierta.

Por lo tanto, a efectos de la explotación, el capitalismo funciona a la inversa: convierte a los (trabajadores) enfermos en sanos para que la maquinaria del lucro no se detenga.

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