El asesinato de Kennedy 50 años después (8)

La infiltración de Oswald en los medios progresistas

Juan Manuel Olarieta

Por instigación de De Mohrenschildt y con el fin de procurarse una coartada, Oswald se instaló en Nueva Orleans en marzo de 1963, donde se infiltró en los movimientos progresistas que apoyaban la revolución cubana. Realizó dos intervenciones radiofónicas en las que se declaró marxista y secretario del comité local de una supuesta asociación llamada «Fair Play for Cuba»; más tarde se comprobó que era una invención del propio Oswald.
Incluso le detuvieron por repartir octavillas en favor de la revolución cubana por las calles de Nueva Orleans que causaron graves enfrentamientos con los gusanos exiliados. El policía que detuvo a Oswald declaró en su informe que aquello le había parecido «un montaje».
El incidente se publicó en los periódicos y el 15 de agosto Oswald apareció en una cadena de televisión de Nueva Or­leans en un foro sobre Cuba donde él era la estrella invitada.
Años después Garrison investigó la dirección de contacto que aparecía en los panfletos que repartía Oswald en Nueva Orleans. Aquella dirección correspondía al mismo edificio donde había trabajado Guy Banister, un antiguo agente del FBI y del Servicio de Inteligencia de la Marina quien, además, era un conocido fascista de Nueva Orleans, presidente de la Liga Anticomunista del Caribe. ¿Compartían edificio en Nueva Orleans los castristas con los anticastristas? La única diferencia era que el edificio daba a dos calles diferentes.
Oswald conocía a Banister y la pelea en la calle le proporcionó una aureola de militante procastrista que le podía permitir infiltrarse en las organizaciones progresistas de Nueva Orleans. Era un topo.
La infiltración es una técnica policial en la que el FBI siempre demostró maestría. Según un informe de 1962 entregado a Robert Ken­nedy por el FBI, el Partido Comunista de Esta­dos Unidos estaba compuesto de 5.000 militantes, de los que 1.576 eran confidentes.
La conclusión que se deslizó a la prensa no pudo ser más simple: el asesinato de Kennedy había sido cometido por un comunista partidario de la revolución cubana. Todo había sido un enorme descuido ante un comunista tan peligroso como Oswald. El jefe de la policía de Dallas, Jesse Curry, apareció en televisión pocas horas después del atentado diciendo que el FBI tenía controlado a Oswald. Es normal que vigilaran a uno de los «comunistas» más peligrosos de la ciudad. Sin embargo, sólo unos minutos después se desdijo públicamente. El FBI reconoció ante la Comisión Warren que no había vigilado a Oswald ni antes ni durante el viaje presidencial. ¿Para qué?
En el paraíso de la seguridad, todo parece reducirse a una cuestión de negligencia. La policía no pareció preocuparse porque días antes Oswald hubiera comprado un fusil por correo. La CIA, el FBI, el Servicio Secreto y la policía habían permitido que la comitiva presidencial pasara justo debajo de la ventana donde trabajaba aquel comunista.
En plena guerra fría se podían contar con los dedos de una mano los estadounidenses emigrados a la URSS y después retornados al país de nuevo. Eran aún menos quienes después desempeñaban una actividad política procubana abierta. ¿Nadie vigilaba en el país de la vigilancia? ¿O más bien cerraron los ojos?

Serie completa: El asesinato de Kennedy 50 años después

– El club de los hijos de puta (1)
– De la alta sociedad a los bajos fondos (2)
– El escenario del crimen: Dallas (3)
– Operación Paperclip (4)
– La aristocracia del espionaje nazi en Estados Unidos (5)
– La camarilla nazi-zarista de Dallas (6)
– El chivo expiatorio: Lee Harvey Oswald (7)
– La infiltración de Oswald en los medios progresistas (8)
– Todos los hilos conducen al mismo sitio (9)
– El asesinato del asesino (10)
– Epílogo para un crimen perfecto (y 11)
– ‘Tenemos que convencer al público de que Oswald es el verdadero asesino de Kennedy’

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