El arte de la guerra sicológica según la CIA

Juan Manuel Olarieta

A comienzos del siglo XIX, Felix Walker, representante de Carolina del norte ante el Congreso de Washington, comenzó a exponer un largo y pretencioso discurso para satisfacer a sus votantes y demostrarles que se preocupaba por defender sus intereses. Los demás diputados le pidieron que abreviara y él dijo que no estaba hablando para el Congreso, sino para Buncombe, una localidad de Carolina del norte cuyo nombre («bunkum», en inglés) quedó desde entonces como sinónimo de charlatanería.

En 1923 el escritor William E. Woodward retomó la palabra a la inversa, «debunk», para describir la tarea de «eliminar la paja» o la palabrería de un libro o un discurso. Si la exposición no se caracteriza por el vacío sino por la falsedad, entonces el término «debunk» es el intento de ridiculizarlo, más que de criticarlo.

El «bunkum» y el «debunk» se alimentan uno del otro. Ambos son criaturas de una ideología típicamente estadounidense que, como no podía ser de otra forma, ha desembarcado por todo el mundo. El «bunkum» es ese discurso y esa rueda de prensa oficial que no dice nada. El «debunk» cree que el discurso no está vacío sino que encubre algo.

Pero los papeles de ambos son como la negación de la negación, intercambiables, como en el siglo XII había escrito el gran Averroes: la refutación de la refutación. Hay quienes defienden cualquier entuerto, normalmente delirantes conspiraciones secretas, y también quijotes que se afanan en deshacerlos, acusando a los anteriores de «magufos».

En abril de 1967 la CIA complicó aún más las cosas. En un memorándum lanzó una campaña para combatir a quienes que desconfían de los discursos oficiales, que resultarían desacreditados como «conspiranoicos», que es casi una enfermedad siquiátrica. Los que buscan tres pies al gato deben ser presentados como personas perturbadas o exaltados.

Sin embargo, en 1976 los partidarios de las conspiraciones ganaron la partida. Una petición del New York Times apoyada en la Ley de Libertad de Información encontró la conspiración. El memorándum estaba marcado como «psych», una abreviatura para las operaciones sicológicas (desinformación) y CS, que indica a la unidad de la CIA encargada de las actividades clandestinas.

La CIA elaboró el memorándum poco después del asesinato de Kennedy. Como consecuencia del escepticismo generalizado hacia el informe oficial de la Comisión Warren, la CIA remitió una directiva a los principales organismos vinculados al espionaje. Se titulaba «Lucha contra las críticas al informe de la Comisión Warren» (*) y en ella ya se hablaba claramente de la necesidad de crear el término «teoría de la conspiración» para desacreditar a quienes criticaban las acciones clandestinas que el espionaje llevaba a cabo en todo el mundo.

El objetivo de la CIA era explícito: había que «desacreditar las declaraciones de los teóricos de la conspiración para impedir su circulación en otros países». Medio siglo después Bush siguió ese mismo guión en su discurso ante la ONU sobre los atentados contra las Torres Gemelas de 2001: «Nunca vamos a tolerar esas escandalosas teorías del complot sobre los ataques del 11 de setiembre. Son mentiras maliciosas que tratan de desacreditar la implicación de los propios terroristas y devolver la culpabilidad contra nosotros».

Para impedir la difusión de versiones alternativas, la CIA propuso varias medidas, la primera de las cuales consistía en «no iniciar una discusión sobre la conspiración cuando no sea pública». En caso contrario, cuando una versión contradictoria empieza a alcanzar una difusión preocupante, hay que contratar lo que califica como «agentes de propaganda» para contrarrestar las críticas. La CIA también propone entrar en contactos amistosos con las élites (políticos y editores) para subrayar que:

a) la investigación oficial ha sido profunda y exahustiva
b) las imputaciones de quienes critican la versión oficial carecen de fundamento serio
c) dar pábulo a sus teorías es hacerle el juego a la oposición, es decir, a los comunistas
d) no hay conspiración porque cuando intervienen muchas personas es imposible que se pongan de acuerdo para guardar silencio
e) los conspiranoicos son personas sin estudios, o bien no tienen una preparación académica equiparable a los que defienden la versión oficial
f) que los conspiranoicos no son imparciales sino más bien propagandistas o militantes que se dejan llevar por su causa, por ideas preconcebidas o financiados por terceros

Con el transcurso del tiempo, el manual de la CIA sigue vigente. En referencia a los atentados contra las Torres Gemelas, Obama utilizó un lenguaje muy característico: «No hay que debatir sobre las opiniones. Hay que tratar sobre los hechos». Los hechos tienen, pues, el carácter de indiscutibles, sobre todo si se trata de los que ellos ponen encima de la mesa.

Cuando el primer ministro británico David Cameron se refirió al mismo asunto, el 11-S, equiparó al «Truth Movement» (Movimiento por la Verdad) con una ideología extremista, que es «la madre del terrorismo», añadió. Los que buscan la verdad, esos a los que Sócrates llamó «filósofos», forman parte del «entorno». Peores que los propios terroristas.

(*) CIA Document 1035-960 concerning criticism of the Warren Report, http://www.jfklancer.com/CIA.html

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