El Plan se ejecutaba en paralelo a otro, el Demagnetize, del cual el gobierno francés nunca tuvo conocimiento. Aunque en el Plan el objetivo último no es explícito, parece que se trataba de prohibir al PCF, lo mismo que al KPD en Alemania: una vez escindido el Partido, mientras los comunistas serían ilegalizados, los domesticados podrían continuar la actividad política. En aquellla época el barómetro que utilizaba la CIA para poner una frontera entre unos y otros (los buenos y los malos comunistas) era la URSS, es decir, que quedarían fuera de la ley quienes defendieran a la Kominform o a los países socialistas.
La ilegalización explica el motivo por el cual la CIA introdujo dentro del Plan al gobierno francés, a quien correspondería poner en marcha la maquinaria policial y judicial que debía conducir a un proceso judicial espectacular, unido a una campaña de prensa de las mismas dimensiones. Por eso la CIA creó dos equipos de trabajo, uno en Washington y otro en París.
Como punto de partida inicial la CIA se apoyó en los estudios de Charles A. Micaud, un profesor universitario de ciencias políticas que había estudiado las interioridades del PCF, sobre el que en 1963 escribiría un libro: «Communism and the French Left». El plan de Micaud se basaba en utilizar a los renegados, a todos aquellos que había sido expulsados del PCF en distintas épocas, así como en explotar las disensiones internas que existían y crear otras nuevas.
En aquella época el trotskismo en Francia estaba muy desprestigiado, entre otras cosas por su colaboración con el fascismo durante la ocupación nazi, mientras que el titismo acababa de explotar y, además, tenía el respaldo de la embajada de Yugoeslavia en París.
En Francia el revisionismo titista se había agrupado en un reducido círculo en torno a la revista «Unir». La CIA hizo lo mismo que antes ya habían hecho otras agencias de inteligencia imperialistas con el trotskismo: inflar el fenómeno, dotarle de medios, financiarle e incluso incorporar algunas marionetas a sus filas.
En Washington un equipo de trabajo fue el que redactó el Plan Cloven. Se trata del Psychological Strategy Board, un organismo de la CIA creado especialmente por Truman y dirigido por Charles R. Norberg, un abogado de Harvard implicado en algunos de los proyectos más sucios del imperialismo, como MK-Ultra y métodos de interrogatorio bajo torturas.
Por su parte, el gobierno francés creó una oficina secreta dirigida por el prefecto de policía de París Jean Baylot, miembro de la SFIO, es decir, socialdemócrata.
Hay que destacar tres notas fundamentales en el equipo formado por la CIA en París, aunque sea muy brevemente. La primera es que, además de policía y socialista, Baylot era miembro de la masonería, lo cual es un detalle importante a tener en cuenta tras la experiencia italiana, en donde se ha sabido que la CIA, Gladio y la Logia P2 eran las tres piernas de un único proyecto anticomunista.
La segunda es que en su lucha contra el comunismo, la CIA no se apoyaba sólo en grupos políticos burgueses sino en los más próximos al comunismo. No es casualidad que un socialista, un viejo sindicalista como Baylot, estuviera al frente del equipo de París. «No hay peor cuña que la de la propia manera», dice el refrán. El imperialismo se apoya en los renegados, los desertores y todos aquellos que se oponen al comunismo en nombre del verdadero comunismo, del auténtico, como Boris Souvarine, uno de tantos intelectuales trotskistas que empezó a trabajar para la CIA desde su fundación. Otro renegado que cambió de bando para integrarse en el Plan Cloven fue Henri Barbé, un antiguo militante del PCF que se hizo colaboracionista bajo la ocupción nazi y luego fue reciclado para la CIA a cambio de un sueldo importante.
La tercera nota a destacar es una obviedad: este tipo de organismos clandestinos del Estado suele reunir en su seno a la peor escoria de la política burguesa, personajes siniestros como George Albertini, viejo fascista y director de Beipi, una una revista financiada por la CIA.
Otra pieza de las cloacas era Antoine Pinay, otro fascista, antiguo miembro del Consejo Nacional de Vichy que se encargó de la coordinación del Plan Cloven con el gobierno francés y acabó como presidente del propio gobierno.
Otra pieza de aquel inframundo fue Jean Paul David, dirigente del movimiento denominado «Paz y Libertad», creado en 1950 por la CIA y la OTAN para contrarrestar al Movimiento por la Paz, creado por la Kominform.
En 1951 Baylot, Albertini y Barbé ya utilizaban a los disidentes para atacar al PCF en su propio terreno, desmoralizar, confundir y lograr que los militantes desertaran. Clandestinamente la policía francesa estaba apoyando a los que difundían La Lucha, un periódico creado en 1949 por un renegado, el antiguo diputado comunista Darius Le Corre. Después de abandonar el PCF Le Corre fue reciclado por la SFIO, la socialdemocracia francesa, para trabajar en el equipo de Albertini como portavoz de un autodenominado «Movimiento Comunista Independiente» cuyo sustento no eran los militantes sino el dinero que llegaba de la CIA, unas cifras tan astronómicas que La Lucha imprimía su portada en color, algo inverosímil en aquella época.
Cuando los partidarios de Tito fueron expulsados del PCF, la CIA los condujo a aquel fantasmagórico «Movimiento Comunista Independiente». En las elecciones legislativas de junio de 1951 trataron de captar los votos del PCF presentando una lista que fracasó estrepitosamente al no lograr presentarse en más de dos circunscripciones ni reunir más de 7.000 votos.
Tras el fracaso por medio de Albertini la CIA se concentró en el periódico titista «Unir», dirigido por Jacques Courtois, cuyo verdadero nombre era Fernand Tocco, que ya entonces era un confidente de la policía francesa. En cumplimiento del Plan Cloven fue Barbé quien empezó a dirigir los pasos de Tocco, una manipulación que se prolongará hasta 1974, es decir, durante más de 20 años.
Al grupo «Unir» se le fueron sumando luego algunos trotskistas, convirtiéndose en el refugio de todos los desertores del PCF, el lugar en el que podían explayarse contra el comunismo, contra Stalin y contra la URSS, contar las interioridades, airear los trapos sucios, en fin, esparcir el morbo anticomunista. Ahora es mucho más común, pero en aquella época «Unir» fue una de las primeras experiencias en las que al reformismo derechista de Tito se le unió la histeria de los izquierdistas.
La revista comunista «France Nouvelle» ya destapó aquella trama en febrero de 1959 con un artículo que dio en el clavo con una precisión sorprendente, aunque entonces nadie le dio ninguna importancia, considerando que se trataba de las típicas imputaciones «stalinistas» carentes de todo fundamento. «Unir es un boletín policiaco por sus orígenes, por la persona que lo dirige, por sus patrocinadores, por sus fuentes de información y por sus métodos», dijo el PCF.
Los vigilados también vigilan y quien estaba mejor informado de las andanzas de Tocco era el PCF. El semanario comunista hacía un preciso retrato biográfico suyo. Había sido expulsado antes de la guerra de las juventudes comunistas. Entre 1941 y 1943 había trabajado para la Gestapo y los Renseignements Généraux, una especie de comisaría de información de la policía francesa. Luego, con el nombre de Jacques Gabin, se había incorporado a la legión SPER y al SNKK, dos comandos nazis de choque a los que Tocco siguió hasta Italia con Darnand, el jefe de las milicias fascistas.
No era la primera vez que Tocco quedaba desenmascarado. Bajo el nombre de Nollot en 1946 Tocco publicó en Perreux el primer número del boletín «Unir», antes de irse a Niza, donde fue nuevamente desenmascarado en 1951 con el nombre de Jean d’Érèbe. De vuelta a París Tocco se puso en contacto con Pierre Rostini, uno de los dirigentes de Paz y la Libertad, que pondrá a su secretaria a trabajar para Tocco en «Unir».
Los comunistas sólo cometieron un error: Tocco no estaba bajo las órdenes de Rostini sino de las de Barbé. Por lo demás, la revista comunista exponía detalles sorprendentes del grado de manipulación de los grupos oportunistas que hicieron de la lucha contra el «stalinismo» una manera de vivir holgadamente.
El boletín «Unir» se publicó por primera vez en Toulon en una imprenta socialista, y luego en Arras, la ciudad bastión de Guy Mollet, el jefe de la socialdemocracia francesa, mientras que la correspondencia que le dirigían los lectores pasaba antes por las manos de un policía marítimo jubilado, militante de los socialistas y secretario del ayuntamiento de un pequeño pueblo que servía como apartado de correos para borrar las pistas.
Entonces nadie hizo caso a los comunistas. Era la típica acusación «stalinista», fraguada sin pruebas para desacreditar a un luchador tan conocido como Tocco, que pudo seguir embaucando a la gente durante 20 años más, hasta que fue desenmascarado por tercera y última vez en 1974, fecha en la que huyó a Estados Unidos. El provocador desaparece y con él «Unir» desaparece también.
Fue el colmo de la sutileza lingüística, además de política: la CIA había creado «Unir» para dividir.
Una policía paralela para acabar con los comunistas (Plan Cloven 2)
Cuando las calles se regaron con sangre y luego con olvido (Plan Cloven 3)
Hablando de Stalin, ved cuán guapo y aseado nos lo pintan y como se le agradece su labor con un «Gracias! Gracias, mi querida!» a una "señora"… "pintora": copy.com/BOK7PyYWWjefNaHx