Vladislav Surkov |
Presentaremos a ambos. Surkov es la “bestia negra” del gobierno ucraniano, o sea, la “eminencia gris” del Donbas. Cuando alguien informa sobre lo que está pasando en la región, lo que hace no es “propaganda rusa” sino “propaganda Surkov”, dicen en Kiev.
A Nuland ya la hemos presentado. Es la artífice de Maidan y el golpe de Estado fascista en Kiev, una diplomática que mantiene estrechos lazos con Pravy Sektor.
El encuentro entre ambos prepara una nueva ronda de negociaciones en Minsk para solventar la guerra de Ucrania. A tales efectos, el 23 de diciembre en el Donbas nombraron a Boris Gryzlov como representante con plenos poderes.
A pesar de estar considerado por el gobierno de Kiev como “persona non grata”, hace unos pocos días viajó a la capital ucraniana, entrevistándose con Poroshenko. En Kiev ya tragan carros y carretas.
No dejaba de ser algo curioso y así se lo preguntaron al ministro de Asuntos Exteriores, lo cual fue mucho más curioso aún: ¿es el Donbas algo propio de los “asuntos exteriores” para el gobierno ucraniano?
El ministro salió bien del atolladero hablando de la necesidad de implementar los acuerdos de Minsk y de preparar las reuniones del Grupo de Contacto Trilateral sobre Ucrania. En este esquema a Grylov lo consideran como un representante de Rusia en el Grupo de Contacto.
Ucrania es otro fracaso de la política exterior de Estados Unidos, que sigue en retirada. Tiene por delante otros problemas mucho más serios. Desde la tribuna de la Rada el vicepresidente Joe Biden se dirigió a los parlamentarios ucranianos y, en referencia al Donbas, les habló de la “guerra de secesión”, recomendándoles que no olviden la lección y no se hagan ilusiones.
Pero también les dijo que deben emprender la federalización de Ucrania, algo que los políticos y la prensa ucraniana no querían escuchar. Pero en Washington el discurso de Obama sobre el Estado de la Nación iba en esa misma dirección: Kiev tiene que ceder.
En su infinita torpeza Obama calificó, además, a Ucrania como “Estado cliente” de Rusia, lo que ya ha sido imposible de digerir en Kiev: es una “zrada” (traición, en ucraniano). La camarilla de Poroshenko se siente abandonada y eso es lo que obliga a sentarse a negociar.
Por su parte, como en Irán o en Siria, Estados Unidos vuelve a capitular. Sus intereses están en otro sitio.