43 años sin Agustín Rueda

En la madrugada del 14 de marzo de 1978, en la cárcel de Carabanchel moría a causa de las torturas infligidas el joven obrero libertario Agustín Rueda Sierra.

Los ejecutores de esas torturas fueron los funcionarios actuando bajo la participación y supervisión directa del director de la prisión de Carabanchel Eduardo Cantos, el subdirector Antonio Rubio.

Tres días después, un juez dictaba orden de procesamiento por presunto delito de homicidio contra el director de la cárcel, Eduardo Cantos Rueda, el subdirector Antonio Rubio, el jefe de servicios Luis Lirón de Robles y nueve funcionarios más. Una muestra del contexto de conductas no infrecuentes en las prisiones.

Al parecer, según dice Manolo Revuelta en su libro “Sumario 22/79 Herrera de la Mancha, una historia ejemplar”, el entonces director general de instituciones penitenciarias rechazó la propuesta del director de la cárcel para “echar tierra al asunto”. Inmediatamente los funcionarios de prisiones se movilizaron creando “comisiones de apoyo” a los encausados y la apertura de una cuenta corriente en la cual a finales 1979 se habían ingresado más de siete millones de pesetas (Sumario 22/79 herrera de la Mancha. pág. 131).

Cinco días más tarde, el 22 de marzo de 1978 dicho director general de prisiones fallecía a raíz de unos disparos, una acción reivindicada posteriormente por los Grupos Revolucionarios Armados Primero de Octubre.

Al director general de instituciones penitenciarias le fueron otorgadas a título póstumo en 1978 la medalla de oro al mérito penitenciario; la gran cruz del mérito naval con distintivo blanco y la gran cruz de la real orden de reconocimiento civil a las víctimas del terrorismo. De este modo la Administración del Estado no tan solo negaba cualquier responsabilidad sobre las torturas y muerte en las cárceles, sino que se alentaba a futuros torturadores y homicidas a continuar con estas prácticas, lo cual ocurrió posteriormente en la cárcel de Herrera de la Mancha con varios presos y en especial contra un testigo en Carabanchel del asesinato de Agustín Rueda.

A raíz de las denuncias presentadas por varios presos, el Ministerio fiscal solicitó el procesamiento de seis funcionarios de la cárcel de Herrera de la Mancha, petición a la cual se opuso la Abogacía del Estado y como resultado, un AUTO dictado por el Juez de Instrucción de Manzanares el 28 de enero de 1980 en el cual “No ha lugar a decretar el procesamiento solicitado por el Ministerio Fiscal y la Acusación Particular, de los Funcionarios de la prisión de Régimen Cerrado de Herrera de la Mancha”.

¡Aquí no pasa nada!

El sumario de los procesados de la cárcel de Carabanchel fue cerrado en 1980 pero todos habían sido puestos en libertad condicional en 1979 por orden de Rodolfo Martín Villa, Ministro de Interior en aquel momento. Ministro bajo cuyo mandato se produjeron los asesinatos de Vitoria en 1976, Semana pro-amnistía en 1977, Sanfermines en 1978, Caso Scala en 1978,… y una larga lista cuyos datos pueden encontrarse en las distintas hemerotecas de estos años. Y tal como “liberó” a los torturadores y homicidas de Carabanchel y concedió la medalla de plata al mérito policial al torturador Antonio González Pacheco “Billy el niño”.

Al cabo de 10 años, en 1988, la Audiencia Provincial de Madrid consideró que la tortura y asesinato de Agustín Rueda era “un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte” y no un caso de homicidio.

Se condenó a 10 años de cárcel a Eduardo Cantos, director de Carabanchel cuando se produjeron los hechos, al subdirector Antonio Rubio y a cinco funcionarios más. Otros tres encausados fueron condenados a ocho, siete y seis años, respectivamente. Y a dos años de cárcel los médicos que ocultaron el grave estado de Agustín Rueda tras las torturas. De todos ellos, ninguno llegó a permanecer más de ocho meses en prisión.

Chicho Sánchez Ferlosio fue el primero que dedicó un poema en homenaje a Agustín Rueda:

Amigo Luís Llorente, que fuiste preso ayer;
escúchame Felipe; Santiago, entérate:
bajad de esos escaños forrados de papel,
que Agustín Rueda Sierra murió en Carabanchel.

¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Si cuatro de uniforme te empiezan a pegar.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Tendido está en el suelo y no contesta ya.

Bonita democracia de porra y de penal;
con leyes en la mano te pueden liquidar.
Y a aquél que no lo alcanza de muerte un tribunal,
lo cogen entre cuatro y a palos se la dan.

¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Lo sacan de la cárcel para ir al hospital.
¿Hay libertad?; ¡Qué libertad!
Agustín por buscarla, miradlo como está.

En 1988, a los diez años del asesinato, el grupo de rock Barricada, dedicó un tema a la muerte de Agustín Rueda Sierra. El tema se llamó “El último vagón” en el disco llamado Rojo. Otro grupo de rock que le ha dedicado una canción es el grupo “Sin Dios”, que en 2002, en su CD “Odio al imperio”, cantan un tema llamado “Agustín Rueda”.

También, a los diez años del asesinato, en un momento en que algún periodista se atrevía a abrir la boca sobre algo que no fuera dictado, Rosa Montero escribía el 16 de Enero de 1988 en El País: “… Así, con la perspectiva pudridora del tiempo transcurrido, el tormento de Rueda se ha convertido en un espejo horripilante de este país, con directores que no dirigen, médicos que no medican y funcionarios que no funcionan. Y todos ellos aplicando su poco de muerte al cuerpo lacerado de Agustín.

… Eduardo Cantos, el ex director de la cárcel, declaró haber estado presente aquel día en el interrogatorio de dos de los reclusos. De dos de los apaleados como Rueda. Y explicó que no se entero de que les estuvieran pegando porque se encontraba de espaldas y hablando por teléfono. Eso dijo Eduardo Cantos con toda impavidez y sin que le temblara la grasienta papada. Qué apasionante llamada debía de estar realizando, qué espaldas tan impenetrables y graníticas, para que allí, en el morrillo de su corpachón, se estrellaran y perdieran los quejidos, los insultos, los alaridos, el redoble seco de los golpes. Así están todos, sordos y ciegos. Y a su paso van dejando un reguero de sangre.

… Durante una larguísima década todos nosotros nos hemos convertido en Eduardo Cantos. Magistrados que no magistran, políticos que no ejercen su labor política, ciudadanos que no exigimos lo que debemos exigir, toda una sociedad de sordomudos. A qué teléfonos habremos estado llamando mientras Agustín Rueda moría una y otra vez en el olvido”.

Los crímenes de Estado suficientemente demostrados anteriores a 1977 quedaron impunes mediante la “Ley de amnistía”, y los posteriores mediante unas lecturas interesadas del código penal por parte de los magistrados, y cuando el escándalo ha sido lo suficientemente grande como en el caso de Agustín Rueda, la mano salvadora del ministro de turno ha cubierto con un tupido velo les crímenes y sin pudor ha recurrido a los indultos o cualquier otro artilugio para acurrucar a sus pupilos. Pupilos de extrema derecha claro.

Los peligrosos y puestos en el punto de mira son aquellos que no se someten ni se arrodillan ante tanta desvergüenza.

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