De momento la policía ya ha detenido a tres militares, de los cuales dos son oficiales del ejército. Les acusan de preparar un atentado yihadista para atribuírselo a los refugiados, reforzar la represión, justificarla y dividir a la clase obrera entre autóctonos y refugiados.
El Ministerio de Defensa asegura de que los servicios de inteligencia militares investigan 280 casos de “ultraderechistas” (o sea, nazis) infiltrados en el ejército, motivo por el que han sido expulsados 18 soldados entre 2012 y 2016.
La Oficina de Contrainteligencia Militar ha detenido a un teniente de 27 años, que responde al nombre de Maximilian T., como presunto cómplice en la preparación del atentado ideado por Franco A., el teniente que se hizo pasar por un refugiado sirio durante 16 meses. Ambos eran amigos, y formaban parte de la misma compañía y acuartelamiento.
La fiscalía alemana quiere hacer creer que los espías actuaban por su cuenta y afirma que ambos militares, junto con otro detenido a finales de abril (un estudiante, Matthias F), formaban una célula terrorista. El trío había elaborado una lista con posibles víctimas, entre otras el ex presidente de Alemania, Joachim Gauck y el ministro de Justicia, Heiko Maas. “De acuerdo con nuestras investigaciones, los sospechosos querían atacar a políticos de alto rango y personalidades públicas, personas que, según el punto de vista de los detenidos, están comprometidas con una visión equivocada de las políticas en materia de inmigración y asilo al refugiado”, ha asegurado en rueda de prensa la portavoz de la Fiscalía, Frauke Köhler.
El objetivo de los militares, según la Fiscalía, era que el ataque fuese “percibido por la población” alemana como un atentado del “terrorismo islamista radical” cometido por un refugiado, lo que habría contribuido a una sensación general de amenaza.
Los espías no eran infiltrados sino que, en cumplimiento de su misión, se habían infiltrado. El primer teniente detenido, Franco A., se hizo pasar por refugiado sirio durante 16 meses, y ello pese a no hablar árabe. Durante 16 meses vivió una doble vida. Por el albergue de refugiados que se le asignó, se pasaba de vez en cuando. Viajó a Viena, donde compró una pistola de forma ilegal y la ocultó en los lavabos del aeropuerto, pero la Policía austríaca lo detuvo cuando regresó tiempo después recogerla. Quedó en libertad por falta de pruebas, pero puso sobre aviso a la policía alemana, que al investigarlo descubrió que mantenía conversaciones de carácter racista con otros militares.
El Ministerio de Defensa ha instado a la revisión de miles de solicitudes de asilo para comprobar que no hay más espías, como el detenido Franco A., infiltrados como si fueran refugiados.
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