El hombre no es musulmán, ni de origen árabe, sino cien por cien alemán, tiene 51 años, es teniente del ejército, trabajaba, además, en un banco y era un buen padre de familia. ¿Para qué vigilar las fronteras y a los emigrantes si los atentados se cometen “desde dentro”?
Le han pillado con las manos en la masa poniendo en un chat de internet informaciones confidenciales sobre la sede de su organización para que fuera volada por terceras personas. Como es natural el espía utilizaba un nombre supuesto, lo cual es bastante común en internet, pero se hacía pasar por “refugiado sirio cristiano”, que ya no lo es tanto.
Para mantener la comedia hasta el final, en noviembre llegó a pedir refugio en su propio país y cobrar 400 euros mensuales más un alojamiento mientras tramitaba los papeles, lo que hay que sumar a los 3.200 euros que cobraba como teniente de la inteligencia militar.
Tras la detención el espía he reconocido parcialmente los hechos, admitiendo que trataba de que sus interlocutores cometieran atentados “en nombre de Alá” contra la sede del servicio secreto alemán para el que trabajaba.
En todos los aspectos la tarea del detenido era como la pescadilla que se muerde la cola, algo típico de todos los espías. Le habían encomendado vigilar a los yihadistas que circulan por Alemania, que es tanto como decir que se vigilara a sí mismo porque cuando se habla de yihadismo con quien hay que tener cuidado es con todos los servicios secretos de las grandes potencias. ¿Quién les vigila a ellos?
Con este asunto la prensa alemana ha montado el correspondiente escandalito y las declaraciones de unos y otros políticos menudean echándose los trapos sucios a la cara. El ejército ha quedado en muy mal lugar y el sábado el semanario Bild informó de que ha aparecido, como por casualidad, un listado que tienen los yihadistas de personas progresistas a ejecutar.
Un parlamentario de izquierdas, André Hahn, dice que toda esta historia es “cosa de locos”. Pues a nosotros nos parece de lo más normal; todos los espías llevan una doble vida: defienden a su país por la mañana y ponen bombas por la noche. A eso hoy lo llaman yihadismo y lo achacan a los islamistas, o a los árabes, o a cualquiera menos a quien se lo tienen que achacar.
Un portavoz del partido socialdemócrata lo ha reconocido finalmente: quienes suponen un peligro para la seguridad de Alemania no son los refugiados ni los yihadistas, sino los ministros del Interior y de Defensa. Ya es hora de que vayamos enterándonos todos.