Un centro de torturas: la comisaría de la plaza de la Gavidia en Sevilla

La comisaría de la plaza de la Gavidia en Sevilla es hoy un espacio recogido como Lugar de Memoria. Sin embargo sus instalaciones están abandonadas, con viejos calabozos y tétricos sótanos donde se realizaban terribles interrogatorios y torturas durante el franquismo. Aún continúan intactos.

El documental “Comisaria de la Gavidia. Lugar de Memoria Democrática” realizado por CCOO Sevilla rescata, a través de un proyecto con el Ayuntamiento, las vivencias de los que padecieron vejaciones, insultos y maltrato psicológico, buscando que este edificio no se pierda. Tampoco el rastro de sufrimiento de cientos de víctimas.

Aquel espacio tiene los peores recuerdos de los días más oscuros de la represión franquista. Y sobre todo, la sombra de las arengas que desde el micrófono de Radio Sevilla insuflaba el general Queipo de Llano a la población vencida de Sevilla. En esta misma plaza el último sábado de cada mes se reúnen las asociaciones memorialistas y sus representantes.

Carlos Carreño recuerda que esta comisaría fue “el último reducto de la ciudad contra todo elemento que fuera contrario al régimen”. Por sus oficinas pasaron cientos de hombres y mujeres sevillanos, fundamentalmente. Jóvenes obreros y estudiantes, que durante la década de los sesenta y setenta lucharon por la conquista de las libertades y derechos democráticos.

Construida a principios de los 60, su propiedad ha pasado por manos del Ministerio del Interior. Hoy pertenece al Ayuntamiento de Sevilla sin actividad ni uso desde el año 2003, cuando el Ministerio traslada la comisaría a nuevas dependencias.

La Jefatura de la Gavidia tiene un aspecto curioso. Fue paralela a la creación del Tribunal de Orden Público que cambió de nombre en 1977 por el actual de Audiencia Nacional.

Los agentes que integraban la Brigada Político Social dentro de la Gavidia no han podido ser olvidados por sus víctimas. Francisco Beltrán Ortiz era uno de los más sádicos que sufrió un grave atentado por parte del GRAPO en 1979. Francisco Colina Neto y el inspector jefe José Soriano realizaban también interrogatorios y torturas. El jefe de la Brigada Político Social (la policía política de la dictadura) en aquellos años era José Martín Fernández. Sus testigos recuerdan que este último “no se pringaba en los interrogatorios. Sólo aparecía para ver cómo iban los presos en los sótanos. Vigilaba, hacía gestos para que apretaran más, para decir que ahí estaba él”, dirigiendo al grupo de inspectores que podían tener en los sótanos a los detenidos casi sesenta horas.

Aunque todos torturaban, insultaban y asustaban por igual, cada uno tenía una actuación particular. Dentro del documental se destaca que “todos provocaban para justificar su crueldad. Se metían con el preso y cuando este saltaba encontraban el momento perfecto para torturarlos”.

Soriano es recordado por los detenidos como un hombre “gordo, bajo y con mucha barriga provocado por el alcohol que bebía”. Tenía asignado como vigilancia especial la fábrica de Hispano Aviación y era asiduo a la oficina de personal de dicha fábrica.

Beltrán ha sido descrito como un hombre “alto, corpulento, con bigote a lo mejicano y mirada descarada. Golfo y chulo en los interrogatorios y ante los detenidos mostraba un trato totalmente ofensivo”. Su negocio de espartería en la Avenida Marqués de Pickman era muy popular. Recibió un tiro cerca de su negocio que le atravesó la cara por parte del GRAPO. Aún se encuentra con vida.

Colina era el último de los inspectores. “Seco, más cortante e hiriente”. En cada interrogatorio, intentaba a toda costa “asustar al detenido”. Sus víctimas lo califican como un policía “alto, corpulento y moreno”. Vivía en uno de los barrios obreros de Sevilla, el Polígono San Pablo.

En julio la Junta de Andalucía concedió la distinción de Lugar de Memoria. “No queremos que caiga en la especulación urbanística ni que retoquen el edificio. Sería una manera de que los ciudadanos conozcan la verdadera historia de la Sevilla más reciente”. CCOO reclama que los futuros usos deben estar enfocados a la creación de un centro de interpretación de la dictadura. A pesar de la distinción memorialista de la Gavidia, el consistorio no ha revelado qué uso le va a dar a dicho inmueble.

Los testimonios de aquellos días en la Gavidia resultan escalofriantes, como el que de Kechu Aramburu que en aquella época no superaba los 18 años de edad. “En esos años era estudiante de la Universidad y dirigente de la liga comunista revolucionaria. Teníamos un peso muy fuerte en el movimiento estudiantes desde la corriente trotskista”.

Aramburu era menor de edad. Y su familia procedía de la alta burguesía sevillana. “Vivir aquellos días no era fácil aunque no teníamos tanto miedo, el que teníamos estaba interiorizado. Estábamos seguros de estar luchando con un gigante que no nos iba a vencer y sabíamos que aquella policía nunca nos iba a dejar en paz”.

Recuerda a los agentes Colina y Beltrán antes de su detención. “Iban con gabardinas y el cuello subido por la universidad. Nadie podía decir que no sabía quiénes eran. Eran visibles, se hacían notar y teníamos que tener mucho cuidado de que no averiguaran nuestra reuniones”.

Aramburu recuerda con dificultad el año de su detención. 72, 73 o 74. Una reunión nocturna que acabó con la detención de casi veinte jóvenes de la Liga Comunista. “Solo éramos dos mujeres. El restos eran compañeros y a todos nos trataron con la misma dureza”, dice Aramburu.

Kechu sabía que la Gavidia era la casa de torturas por las que muchos amigos habían pasado. Y los sótanos daban un fiel reflejo de lo que allí ocurría. “El franquismo no tenía consideración con nadie y todos éramos enemigos”. Primero los detenidos estaban separados, luego los juntaban en los sótanos a los que subían a través de una campana. “Sabíamos que al no tener pruebas a la mayoría nos tendrían que soltar a las 72 horas pero nadie se libró que de que estos comisarios sanguinarios nos insultaran y nos dieran patadas. Era el método para destrozarnos psicológicamente”.

Después de insultar y llevarnos al límite, a Kechu y sus compañeros los sacaban por los pelos a la ventana. “Allí te decían que podías caer desde alguno de los pisos como un huido y que ellos nunca cargarían con las consecuencias”. La impunidad, el coraje y el rencor de aquellos días ya está disipado. Kechu no ha querido olvidar lo que ocurría en aquel edificio, hoy abandonado.

Paco Sánchez Legrán era también menor de edad y trabajador de la empresa de Hispano Aviación, en Triana. Con 17 años participaría en una asamblea de trabajadores de Comisiones Obreras Juvenil. Aprendía el oficio de oficial tornero.

Su primera detención en la Gavidia sucedería tras las pintadas realizadas ante la fábrica de textil de Hytasa en 1969. “La BPS me pilló y fui directo a los calabozos”. De las 72 horas que se mantuvo dentro de las dependencias a Paco le estuvieron pegando casi 60 horas. “Nunca supe si era de día ni de noche pero nunca lograron que tuviera miedo hasta que me vi la cara destrozada por los puñetazos y las patadas en el estómago”. Un grupo de madres de presos acudieron a pedir clemencia al entonces cardenal Buero Monreal. Así se libraría aquel joven de llegar hasta la cárcel provincial en esta primera detención.

Paco recuerda que en su “paso al juzgado de Sevilla reclamaría ante el juez palizas y torturas por parte de los inspectores”. El magistrado no levantó ni la mirada. Solo se hacía silencio ante aquellas declaraciones. “Si me pude marchar fue porque a pesar de hablar de mi militancia en Comisiones nunca llegaron a conocer mi compromiso político con las juventudes comunistas”.

El comisario Beltrán fue el encargado de practicar la tortura de Paco. “Era un torturador psicológico que venía cuando terminaban de pegarme los de la rueda”. Eso significaba que un grupo más amplio de agentes que “te pisaban, te tiraban al suelo, te volvían a levantar. Eso ocurría en la tercera o cuarta planta y en el sótano estaban los calabozos”.

El comisario Colina y Suárez fueron los que jugaron el rol violento. “Me insultaban y me decían que sabían que mi tío había estado en un campo de concentración. También me ponían la cabeza en la mesa diciendo que sino hablaba detendrían a mi propio padre”.

Ese era el peor momento en los calabozos, la presión psicológica. “Cuando alguien largaba era siempre porque no podía soportar esa tortura psicológica. Las palizas, los puñetazos se soportaban con los ojos cerrados”. En el tercer procesamiento de Paco llegó su condena más larga. “Me condenan a un año de cárcel por asociación ilegal y propaganda ilícita”. Paco destaca con ironía como por ser año santo compostelano, cumpliría solo seis meses de cárcel. “Una obra social del dictador”. Su etapa carcelaria finalizaría en 1972.

A Ramón Sánchez lo detienen en la fábrica de Hytasa a principios de 1968. Lo llevan directamente a la Jefatura de la Gavidia. “Yo estaba trabajando en la textil y estábamos organizando una protesta porque hubo una intoxicación y se organizó una asamblea de trabajadores”.

Rápidamente llegó la policía. En aquella fábrica las condiciones laborales eran miserables. El régimen disciplinario dentro de la empresa fue lo que llevó a Ramón a sumarse a la lucha. “Había un régimen muy fuerte y te ponían multa por cualquier cosa o suspensión de sueldo” durante días.

Ramón era también menor de edad como la mayoría de los que pasaban aquellos días por los calabozos de la Gavidia. “Me llevaron a la comisaría de la Gavidia. Y allí empiezan a interrogarme. Estoy 72 horas en comisaría y nunca olvidaré el sonido del timbre que sonaba. El que lo escuchaba sabía que era el momento de la próxima paliza”.

Beltrán fue el inspector encargado de sacudir a golpes al joven Ramón. “Fueron insultos, vejaciones y puñetazos en los costados”. Era un miedo interior. Ramón nunca olvidará aquel camino hacia los sótanos.

No fue su única detención. “A principios del 69, me detuvieron en preventiva dentro del estado de excepción. El año anterior me detuvieron cinco o seis veces. Si estabas fichado ya podías aparecer por la Gavidia cada vez que ellos quisieran”. En una de aquellas ocasiones fue tal la paliza recibida que de una patada en la boca, le desencajaron la mandíbula.

Este militante guarda recuerdos del comisario Colina que hizo en su interrogatorio de “poli bueno”. De Beltrán relata como disfrutaba pegando y amenazando. “Te ponía un Mundo Obrero encima de la mesa y se reía después de darte un puñetazo en la cara y patadas en los testículos”.

Ramón señala de aquellos interrogatorios una escena que se le ha quedado grabada: “Entré a las seis de la mañana en la primera ocasión que llegué a la Gavidia y salí a las cuatro de la tarde. Les dije que tenía sed y hambre después de tantas horas. Y se rieron durante un rato. Era unos sádicos. Y sus miradas te infundían un odio profundo” como enemigo del sistema.

http://www.publico.es/politica/torturaba-vieja-comisaria-gavidia-centro-sevilla.html

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