Sigue la economía de guerra: China toma represalias contra Apple

La guerra comercial y tecnológica de Estados Unidos contra China la desató abiertamente el gobierno de Trump y ha continuado a lo largo de los años. Es una expresión de que Estados Unidos ha perdido la competencia económica y de ahí al bloqueo, las amenazas y la guerra.

Los aranceles y las restricciones comerciales provocaron las escaramuzas iniciales y, cuando comprendieron que no era suficiente, extendieron rápidamente la guerra al ámbito tecnológico. Empresas como Huawei se vieron atrapadas enmedio de las disputas, con restricciones y prohibiciones de suministro en algunos mercados, entre ellos España, siempre fieles escuderos de sus amos de Washington.

Los enfrentamientos no se limitan al comercio o los avances tecnológicos, sino que también reflejan también un esfuerzo por apartar a China de la tecnología y los mercados mundiales. El universo tecnológico mundial está hoy sacudido por presiones estratégico-militares y de seguridad.

Las últimas sanciones de Estados Unidos y sus secuaces contra Huawei han lanzado una pregunta al aire: cuál será el próximo paso en el escenario tecnológico internacional.

Históricamente China nunca ha permitido que suceda nada de eso y recientemente ha tomado represalias contra el monopolio estadounidense Apple. Esta semana China ha prohibido el uso del iPhone en algunas de sus instituciones y empresas públicas. La decisión ha sacudido el mercado, con una caída de casi el 3 por cien de la cotización de Apple en un solo día.

La medida es una réplica de las restricciones impuestas por Estados Unidos a Huawei, en un momento en que la guerra tecnológica chino-estadounidense parecía haber alcanzado su punto máximo. Pero para Apple la situación es tanto más preocupante porque China no es sólo uno de sus mayores mercados, sino también el centro de su cadena de producción.

Durante dos días consecutivos Apple perdió más del 6 por cien de su valor bursátil. China no sólo ha prohibido el uso profesional de iPhones por parte de los funcionarios públicos, sino que también han restringido la entrada de teléfonos inteligentes al centro de trabajo.

Detrás de esos movimientos está la cuestión de la reciprocidad y el deseo de China de promover sus propias tecnologías. El año pasado Pekín ya solicitó la sustitución de equipos informáticos extranjeros por alternativas “made in China”.

Con las restricciones actuales, China quiere equilibrar las fuerzas implicadas, recordando que en esta guerra tecnológica también tiene cartas que jugar. Queda por ver si Apple, que aún no ha reaccionado oficialmente, encontrará una manera de navegar en estas aguas turbulentas preservando al mismo tiempo sus intereses económicos.

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