¿Se desinfla el ‘procès’?

Bianchi
Estamos tentados de responder afirmativamente.También suele decirse -un tanto cínicamente- que la mejor manera de superar una tentación es… caer en ella. También estamos tentados de decir que la desunión en las filas independentistas revela que el nacionalismo pequeñoburgués catalán es incapaz de dirigir un proceso que lleve a la independencia de Catalunya y la proclamación de la República. Pero tampoco puedes decir esto porque te acusarán de tratar de encerrar la realidad en tres o cuatro clichés aprendidos en algún manual. Y, sin embargo…

Sin embargo, estamos asistiendo -de manera un tanto pedagógica- a que nada, ningún proceso, se puede llevar adelante de manera «unilateral» (al menos dialécticamente hablando) sin contar con la otra parte, el fascismo español, en este caso. Apelar continuamente al diálogo con el Estado español a sabiendas de la negativa a ultranza de éste te obliga a replantearte la situación o, como dirían los estrategas jesuitas, hacerse una (nueva) «composición de lugar» que contemple las fuerzas con las que cuentas y hasta dónde estás dispuesto a llegar o, si vienen mal dadas, resistir. Hablando estos días con catalanes independentistas, lo primero que les llamó la atención fue la violentísima reacción del Gobierno español mandando sus esbirros a reprimir a diestro y siniestro: no se esperaban algo así. Ahora, al menos, le han visto el verdadero rostro al fascismo español una vez despojada su careta «democrática».

Un error en estos casos es «personificar» en exceso los procesos (estamos pensando en Puigdemont, evidentemente) y no mirar el protagonismo de las masas, y dentro de éstas, lo más vanguardista dispuesta a no poner la otra mejilla ante tanto llamamiento obsesivo a la «no violencia» y al «pacifismo». Esto puede inducir a la desmoralización ante cualquier síntoma de derrotismo como, por ejemplo, los tuits revelados de Puigdemont dirigidos a un pelín lerdo Comín. Al margen del grado de su importancia -relativa o absoluta según las circunstancias- o de la denuncia de los métodos empleados, algo de escaso recorrido judicial, lo cierto es que esos mensajes han servido para que el fascio español saque pecho jactándose de lo que debería avergonzarle (art.155), pero ese es su carácter y no vale hacer aspavientos, y ha venido de perlas a Esquerra Republicana para ahondar más en la división que ya se venía barruntando en las filas independentistas cuya principal fuerza, hasta ahora, era su unión y cohesión, su unidad. Parece que quisieran deshacerse de Puigdemont y no se atreven a decirlo, O sí, a juzgar por las últimas declaraciones de «versos libres» tipo Gabriel Rufián o el muñidor Joan Tardá hablando de «sacrificar» al líder. Y ello, por supuesto, para «hacer política». Dan ganas de ser malpensados y discurrir que sólo están interesados en sus «carreras políticas» y en el machito (como han hecho sus primos gemelos de EHBildu en Euskadi «copando las instituciones»).

Se olvidan las causas de un procès legítimo y se opera -se «hace política»– en base a las consecuencias provocadas por el fascismo español (con un PsoE mil veces más «unionista» que el PP o Partido Podrido) como, o bien hechos consumados, o bien, asumiendo su discurso que pasa por el arrinconamiento de Puigdemont relegándolo a mero papel «simbólico» (como un florero, como sugiere Junqueras) y la decisión del President del Parlament catalán, Roger Torrent, de «aplazar» sine die la votación y previsible investidura del candidato, esto es, Puigdemont. Una cesión que, mucho nos tememos, precederá a otras. Esto tiene el «bilateralismo», por no hablar de las cuentas pendientes -léase venganza- que tiene el fascismo español con quien a poco les quitan el sueño.

(*) La decisión del Tribunal Constitucional -un Tribunal, por cierto, que no crea jurisprudencia y es, de facto, la tercera Cámara tras el Congreso y Senado- de exigir la presencia física de Puigdemont en la sesión de investidura en la Generalitat, planeando en todo momento la explícita detención del de Girona, es una clara invitación a decirle que no pise suelo español (catalán, en este caso), que le prefieren fuera y lejos (ya están estudiando recuperar la «eurorden») antes de verle ocupar, siquiera simbólicamente, la Presidencia del Govern, pues eso significaría -volver a la casilla de salida- reconocer el fracaso del 155, como ya hemos apuntado, con mayor o menor acierto, en este blog.

Bona tarda.

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