Rusia y los talibanes: un matrimonio de conveniencia

La firma de un acuerdo entre Rusia y los talibanes en septiembre de este año supone el primer gran acuerdo económico internacional para los talibanes.

Pero más allá del anuncio de que Rusia suministrará gas, petróleo y trigo a Afganistán, no se han hecho públicos los detalles de los pagos y los precios. No está claro cómo afrontarán los dos países las sanciones occidentales y su exclusión del sistema bancario mundial.

El acuerdo se produce en un contexto de conversaciones comerciales entre los talibanes y sus vecinos regionales y de conversaciones de Rusia con varios países no occidentales sobre contratos petroleros a largo plazo.

El valor económico de las relaciones comerciales entre Afganistán y Rusia puede ser bajo, pero el aumento de los compromisos y las asociaciones bilaterales es una baza diplomática para Rusia y los talibanes. Muestra a las grandes potencias que ninguno de los dos países está aislado.

Los talibanes intentan diversificar sus socios comerciales y mejorar las relaciones con sus vecinos regionales. Las sanciones internacionales, seguidas de la congelación de activos por parte de Estados Unidos, han afectado a las empresas afganas (y especialmente a la población). Desde agosto del año pasado, la economía se ha contraído un 20-30 por cien.

La llegada del invierno ha hecho que los talibanes se apresuren a asegurar las importaciones de petróleo y gas. Las negociaciones con Irán, Kazajistán y Turkmenistán están en marcha. En julio de este año, el Ministerio de Comercio e Industria afgano firmó un contrato con una empresa petrolera turcomana para el suministro de combustible y firmó un acuerdo con Irán para la compra de petróleo.

Los talibanes tenían inicialmente grandes expectativas de inversión china, que no se ha materializado. Pekín sigue siendo reacio a invertir y desconfía de que los talibanes hayan cortado los lazos con los yihadistas uigures.

Rusia es una opción natural para los talibanes porque es un socio comercial existente y tiene importantes recursos energéticos. Los talibanes se han mantenido neutrales en el conflicto entre Ucrania y Rusia, pidiendo oficialmente contención a ambas partes.

Las empresas petroleras rusas han seducido a los compradores no occidentales con precios sin competencia. Países como Sri Lanka, India, Turquía y China han seguido comprando petróleo a Rusia a pesar de las sanciones occidentales.

Los precios más bajos son atractivos para los países que se enfrentan a una inflación creciente, a interrupciones en la cadena de suministro y a contratiempos económicos debidos a la pandemia.

Pero no parece que el Kremlin vaya a reconocer oficialmente a los talibanes. Su exclusión de la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) de septiembre, es la muestra más clara de ello.

No está claro si Afganistán mantendrá su estatuto de observador en la OCS, ya que la comunidad internacional no ha reconocido a los talibanes como gobierno legítimo de Kabul.

Asia central está preocupada por la mejor manera de protegerse de cualquier posible desbordamiento de la violencia desde Afganistán. Putin ha expresado en repetidas ocasiones su preocupación por la posibilidad de que militantes que se hacen pasar por refugiados afganos crucen a los Estados vecinos para planear actos terroristas.

El llamado Califato Islámico ha intensificado su propaganda contra Rusia. La califican de “gobierno cruzado”, o sea, cristiano, y “enemigo del islam”, y han animado activamente a combatir a Rusia.

El atentado suicida del 5 de septiembre contra la embajada rusa en Kabul ilustra la preocupación por la creciente presencia del Califato Islámico de la provincia de Jorasán, en Afganistán. Fue el primer ataque a una embajada extranjera desde que los talibanes tomaron el control de Kabul en agosto de 2021.

Pero el Califato Islámico no sólo ataca a Rusia, sino también a los talibanes. Desde 2014 el Kremlin y los talibanes comparten la opinión de que el Califato Islámico es una amenaza importante y ambas partes han intercambiado información sobre ellos.

La incorporación de antiguos combatientes talibanes y centroasiáticos a las filas del Califato Islámico ha aumentado la gravedad de la amenaza.

Los talibanes siguen buscando el reconocimiento internacional como gobierno de Afganistán. Pero con una economía en el limbo y las continuas hostilidades con las organizaciones yihadistas, son conscientes de que deben priorizar el flujo de ayuda y recursos hacia el país. La estabilidad política y socioeconómica es de suma importancia para los talibanes si quieren mantener su control sobre Afganistán.

La negativa de Rusia a reconocer oficialmente a los talibanes como gobierno legítimo de Afganistán y su clasificación como organización terrorista desde 2003 no han obstaculizado sus relaciones bilaterales hasta ahora. Por el momento, el compromiso entre Rusia y los talibanes continuará.

Los talibanes ven a Rusia como un socio económico atractivo, capaz de ofrecer suministros de petróleo y gas más baratos que la economía afgana necesita desesperadamente. Para Rusia, los talibanes representan la opción más estable en la matriz de seguridad en evolución de la región y, por el momento, la única parte que puede frenar la expansión del Califato Islámico. No hay ninguna razón para que ninguna de las partes renuncie a estas ventajas.

—https://www.eastasiaforum.org/2022/11/03/russia-and-afghanistans-partnership-of-convenience/

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